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sábado, noviembre 13, 2021

«NUNCA», LA ÚLTIMA NOVELA DE KEN FOLLETT


Entre pandemias, bioterrorismo, cambios climáticos, superpoblación, agotamiento de los recursos naturales  y de las fuentes de energía, desplazamientos migratorios masivos, hambre, escasez de agua, Ken Follett explora en su nueva novela «NUNCA» las razones que desencadenarían un conflicto bélico definitivo: «Antes o después se usarán las armas atómicas que acabarán con nuestra presencia en el planeta», vaticina …

«NUNCA» (en inglés Never) es la nueva novela de Ken Follett, un thriller que no tiene nada en común con sus obras más recientes. La primera novedad la encontramos en la cubierta del libro. El desconcertante título rompe con la tradición bíblica con la que Follett viene nombrando a sus novelas y, además, esconde también el anhelo del autor de que nunca ocurra lo que en ella se narra.

Ken Follett ha vendido en todo el mundo unos 178 millones de ejemplares de sus 36 libros, publica en más de 80 países y en 33 idiomas distintos y su última obra, Las tinieblas y el alba, en cuya rueda de prensa aprendimos Cómo se escribe un best seller al estilo Ken Follett, ya va por las 300 mil copias vendidas en español. 

¿De qué versa, en esta ocasión, la nueva novela del autor superventas? Nunca habla de la inminente amenaza de una tercera guerra mundial. La trama se desarrolla en la actualidad y en varios escenarios globales. Según nos ha relatado Follett, el corazón de Nunca se encuentra en la forma en que se produce una escalada de malas decisiones que, finalmente, desembocan en una guerra. Así lo comenta el mismo autor:

«La mayor parte de los líderes nacionales tienen el problema de tener que combatir misiones extremas dentro de su propio país. Las decisiones aparentemente inteligentes a veces no llegan a las expectativas que tienen que llegar. Una escalada gradual lo que hace es generar una reacción cada vez más violenta y cada vez hay más países que piensan que su existencia está en peligro»

«NUNCA», es más que un thriller, es una historia sobre una crisis global. Comienza en el desierto del Sahara con dos agentes de inteligencia que siguen la pista a un peligroso grupo terrorista. En paralelo, una joven viuda lucha por llegar a Europa. En Pekín, un alto cargo del gobierno con grandes ambiciones para su país, batalla con los halcones del ala dura del Partido Comunista que amenazan con empujar a China a un punto de no retorno. Y en Estados Unidos, la primera mujer presidenta del país se enfrenta a problemas de diversa índole como atentados terroristas, comercio ilegal de armas o campañas de difamación. Todos ellos se asomarán, de una forma u otra, al filo del abismo, mientras el lector se pregunta: ¿Habrá finalmente una tercera guerra mundial?

Y esto mismo le hemos preguntado a Follett, a lo que responde: «No voy a decir si se produce en la novela una guerra nuclear, tendréis que leer el libro para saberlo». 

A lo que sí accede a charlar es a la posibilidad de que se produzca en nuestro mundo una tercera guerra mundial. Él ha vivido toda su vida con la amenaza de guerra nuclear, le ha tocado vivir esa época, sin embargo, piensa que también hay otros temores en nuestro mundo moderno como el cambio climático o los virus. El problema que él ve es el entorno de miedo que todo esto genera y las posibles decisiones que se puedan tomar, a prior ingenuas, que lleven a conclusiones terroríficas. 

Nunca es una obra que Ken Follett ha escrito durante la pandemia, lo cual le ha permitido escribirla a mayor velocidad que el resto de sus libros. Como no podía viajar, echó de menos visitar los lugares que aparecen en la historia como viene siendo habitual en su periodo de documentación, pero se valió de herramientas como Google Earth o la experiencia de otras personas para describir los escenarios. Otros, como China o la Casa Blanca, los había visitado anteriormente. 

Algo que nos llama la atención es que haya elegido una presidenta para Estados Unidos, a pesar de que la idea machista en política aún sigue prevaleciendo. «Una de las razones por las que hice que el presidente fuera una mujer era porque quería retratarla como alguien muy razonable. La mayor parte de la gente estará de acuerdo conmigo en que los hombres son más proclives a pelearse. Elegí una mujer para subrayar lo razonable que es como persona».

Follett se considera una persona optimista, excepto el tema que plantea en su novela, esa inminente tercera guerra mundial. Siente que hay cierta actitud desinteresada por parte de la población hacia los temas que nos acechan, y que somos perezosos a la hora de tomar precauciones. Como sociedad, tenemos demasiados peligros y somos lentos para atajarlos. Sí confía, por el contrario, en Europa como idea. No tiene fe en que se convierta en una potencia militar mundial, aunque sí económica, pero piensa que esta no se va a romper fácilmente, ya que los negocios que hay entre sus integrantes tienen más fuerza que una posible desmembración.

Entre los temas tratados a raíz del argumento de «NUNCA», también se habló acerca de la libertad. «Me sorprende que a veces hay gente que vote para perder su libertad». Y prosigue: «Todos mis libros tratan sobre personajes que luchan por su libertad de una forma u otra porque yo me considero demócrata. Es fácil que los lectores sepan de qué parte estoy: siempre a favor de la libertad». Follett piensa que, aunque los gobiernos traten de restringir nuestras libertades, de momento, el pueblo siempre gana. Y en esto le doy la razón.

De nuevo, como en Cómo escribir un best seller al estilo Ken Follett, nos recordó que en una novela lo más importante es hacer que la historia avance. Todos los elementos que no ayuden a esto, hay que eliminarlos. 

Nunca será una obra autoconclusiva, sin posible continuación. El autor cree que no sería capaz de escribir otra novela como Nunca, la considera única. También opina que sería una mini serie fantástica. 

Tal y como se plantea este extraordinario argumento de uno de los autores más conocidos de nuestro tiempo, Ken Follett, nos quedamos con muchas ganas de hincarle el diente a «NUNCA» una novela llena de acción, personajes carismáticos, problemas globales y amenazas que nos ponen los pelos de punta porque, como remata el propio autor, si se diese una tercera guerra mundial, a corto plazo, todos estaríamos muertos y a largo plazo, también. 

LA CRÍTICA HA DICHO:

«Un thriller deslumbrante y una de las lecturas más emocionantes del año». Daily Express.

«Urgente y ferozmente apasionante... Nunca es entretenimiento de primera línea que tiene a la vez algo importante que decir. Merece el éxito popular que sin duda va a lograr» The Washington Post.

«A Ken Follett nunca le ha faltado ambición. Y es su alcance global y el amplio abanico de personajes multinacionales lo que más impresiona en Nunca, su regreso a la novela contemporánea. Audaz en su escala y meticulosamente documentado. Nunca hace que el resto de libros de espionaje internacional parezcan apocados, perezosos y provincianos». The Sunday Times.

«Absolutamente fascinante... Un thriller inteligente, aterrador y muy plausible». Booklist..

«Un juego de espías de rabiosa actualidad». La Vanguardia

«Fantástico... Una imponente y poderosa demostración de uno de los mejores escritores del género». Publishers Weekly.

«Las tramas de la historia te absorberán de tal manera que las seguirás a cualquier parte... y de pronto te darás cuenta de que has leído cientos de páginas. Por un lado, es un entretenimiento fantástico; por otro, una ventana a una posibilidad que dará que pensar». Kirkus.

SOBRE EL AUTOR HAN DICHO:

«Follett es un maestro». The Washington Post.

«Sigo envidiando como el primer día la capacidad de Follett para entretener. Sus tramas funcionan siempre y te mantiene pegado a cada página». Juan Gómez Jurado, ABC.

«Ken Follett es, sin lugar a dudas, uno de los escritores más exitosos de la actualidad». El Español.

«Sus libros crean adicción. No se leen. Se devoran». La Voz de Asturias.


Texto: Eva Fraile, articulo original publicado en La Reina Lectora

martes, diciembre 01, 2020

AMIN MAALOUF: "EL MUNDO AVANZA HACIA EL NAUFRAGIO"




        Amin Maalouf, filósofo libanés y autor de la aplaudida novela León el Africano, escribió no hace mucho sobre el Naufragio de las civilizaciones donde imaginaba un mundo azotado por las tempestades identitarias. Para este gran pensador actual, la humanidad vive en la cuerda floja, sumida en un trance que pone en peligro a todos por un igual porque esta totalidad está interconectada. Esta situación hace que la humanidad se sienta extremadamente vulnerable, ya que el orden mundial ha desaparecido. Según Maalouf nos estamos encaminando hacia confrontaciones y crisis infinitas que para superarlas es preciso repensar y reconstruir ese orden internacional perdido. Pero lo más preocupante de todo el asunto es nuestra incapacidad como para gestionar sociedades plurales. En el extremo de ese choque cultural está lo que Maalouf define como Identidades Asesinas, nucleo de las constantes crisis mundiales que azotan a la humkanidad y que es ecesario combatir urgentemente. Bajo este concepto Maalouf denuncia la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en nombre de una etnia, lengua o religión, o también por otras diversas razones como el afán de poder o de control sobre los demás, etc. Las identidades asesinas son la clave para comprender por qué en la historia de la humanidad la afirmación del 'uno' ha significado siempre la negación del 'otro'.

 

       Pero lo más chocante de toda esta vorágine es saber que la humanidad tiene hoy en día todos los medios necesarios para resolver sus problemas pero lamentablemente no sabe aplicarlos, ni sabe hacia dónde va ni lo que quiere construir. Es por esta razón que Maalouf se siente consternado acerca de la evolución de la historia, pues a estas alturas las sociedades deberían haber logrado una forma de vida coherente y equilibrada. Sin embargo, estamos a un paso de una nueva Guerra Fría y de una carrera armamentística sin precedentes. Y esto es una realidad aterradora en manos de esas identidades asesinas que pueden hacer lo peor en cualquier momento. Debemos saber que las relaciones entre las personas y sociedades que proceden de orígenes distintos, no mejoran, más bien se están deteriorando y ningún país está haciendo un verdadero esfuerzo para que esta coyuntura peligrosa cambie.

       El estallido de la pandemia debería habernos enseñado algo positivo, por ejemplo, considerar esta pausa como una oportunidad para empezar desde cero. No sucede a menudo que la humanidad esté en pausa durante un año y deberíamos aceptar esto como una señal. Tenemos la posibilidad de repensar nuestro mundo. Y para Maalouf este trabajo es tarea una indispensable de todos: Espero, por el bien del futuro de la humanidad, que se produzca un combate verdadero del pensamiento positivo para cambiar la forma de concebir el mundo, para que este tipo de actos peligrosos sean impedidos en su propio entorno. El mundo de hoy necesita ser repensado, reinventado, re-imaginado. Y por ello necesitamos mucha empatía, voluntad e imaginación. Esa gran tríade para crear un mundo nuevo post COVID es la que nos salvará. Por una cuestión de principios, no hay futuro para la humanidad mientras quienes la gobiernan son socialmente inútiles.

       Como conclusión cabe decir que a pesar de que los avances tecnológicos, de que el Tercer Mundo se esté desarrollando y de que se dispongan de los medios para conducir a la humanidad hacia una era de libertad y progreso, el mundo parece ir en dirección opuesta, hacia la destrucción de todo lo conseguido hasta ahora. Es por ello que cabe preguntarse ¿cómo hemos llegado hasta aquí y por qué aún seguimos lastrando el constante desajuste de la humanidad en manos de identidades asesinas que convierten el presente y el futuro en un naufragio de la aventura humana? Queda abierta pues la difícil puerta de la esperanza para que el mundo vuelva a orientarse y recobre su sentido perdido, Tal como escribió Amin Maalouf en su novela Los desorientados: Más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación.

Amin Maalouf, nacido en Líbano en 1949, es uno de los escritores más brillantes y clarividentes de las actuales letras francesas. Novelista, periodista, ensayista, pensador..., es miembro de la Academia Francesa, y toda su obra está traducida a más de cuarenta idiomas. Entre los numerosos premios que ha recibido cabe destacar el ‘Goncourt’ por ‘La roca de Tanios’, y el ‘Aujourd'hui 2019’ al mejor libro de geopolítica por ‘El naufragio de las civilizaciones’; así como el ‘Príncipe de Asturias 2010’ en reconocimiento a toda su obra y a su labor estrechando lazos entre Oriente y Occidente. Estudió Economía Política y Sociología en la Universidad de San José de Beirut y es miembro de la Academia Francesa, ocupando la silla número 29, en la que sucedió a Claude Lévi-Strauss.

viernes, octubre 02, 2020

LOS NUEVE APUNTES VITALES DE BYUNG-CHUL HAN SOBRE LA PANDEMIA

Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida. Después de la pandemia: Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada

BYUNG CHUL HAN

(Filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales. Profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia)


Byung-Chul Han, filósofo coreano nacido en Seúl y autor del libro “la desesperación de los rituales” y de otras obras, es una de las mentes más innovadoras y críticas de la sociedad actual. Según él nuestra vida está impregnada de hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información y de una positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del cansancio. El pensador expresa asimismo su preocupación por que el coronavirus imponga regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, la pérdida de libertad, el in del buen vivir y una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo. "La muerte no es democrática", advierte este pensador. La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, ya que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y “el capital el enemigo del ser humano”. La pandemia “ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos, y lo sigue haciendo”. Está convencido de que "la pandemia hará que el poder mundial se desplace hacia Asia” frente a lo que se ha llamado históricamente el Occidente. Comienza una nueva era. En este sentido Byung Chul Han da nueve apuntes muy a tener en cuenta.


UNO: “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo".

DOS: “La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.

TRES: “El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.

CUATRO: “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierte en objetos de vigilancia digital. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.

CINCO: “El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.

SEIS: “La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana. A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida”.

SIETE: “Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación. La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”. 

OCHO: “El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad”.

NUEVE: “La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.


viernes, septiembre 18, 2020

LA GENTE YA NO CREE EN LOS HECHOS (NOAM CHOMSKY)

Creo que toda autoridad tiene que justificarse. Que toda jerarquía es ilegítima hasta que no demuestre lo contrario. A veces, puede justificarse, pero la mayoría de las veces no. Y eso…, eso es anarquismo. 

LA GENTE SE PERCIBE MENOS REPRESENTADA Y LLEVA UNA VIDA PRECARIA. EL RESULTADO ES UNA MEZCLA DE ENFADO Y MIEDO

Hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones. La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie. La mayoría de medios está sirviendo a los intereses de Trump.

Mire la televisión y las portadas de los diarios. No hay más que Trump, Trump, Trump. Los medios han caído en la estrategia que ha diseñado Trump. Cada día les da un aliciente o una mentira para situarse él bajo los focos y ocupar el centro de atención. Entretanto, el flanco salvaje de los republicanos va desarrollando su política de extrema derecha, recortando derechos de los trabajadores y abandonando la lucha contra el cambio climático, que precisamente es aquello que puede terminar con todos nosotros.

Trump es un riesgo para la democracia, un peligro grave. Ha liberado consciente y deliberadamente olas de racismo, xenofobia y sexismo que estaban latentes pero que nadie había legitimado. Es posible que vuelva a ganar las próximas elecciones, si consigue retardar el efecto letal de sus políticas. Es un consumado demagogo y showman que sabe cómo mantener activa su base de adoradores. A su favor juega también que los demócratas están sumidos en la confusión y puede que no sean capaces de presentar un programa convincente.

El senador demócrata Bernie Sanders es un hombre decente. Usa el término socialista, pero en él significa más bien new deal demócrata. Sus propuestas, de hecho, no le serían extrañas a Eisenhower [presidente por el Partido Republicano de 1953 a 1961]. Su éxito, más que el de Trump, fue la verdadera sorpresa de las elecciones de 2016. Por primera vez en un siglo hubo alguien que estuvo a punto de ser candidato sin apoyo de las corporaciones ni de los medios, solo con el respaldo popular.

En la élite del espectro político sí que se ha registrado ese corrimiento hacia la derecha; pero no en la población general. Desde los años ochenta se vive una ruptura entre lo que la gente desea y las políticas públicas. Es fácil verlo en el caso de los impuestos. Las encuestas muestran que la mayoría quiere impuestos más altos para los ricos. Pero esto nunca se lleva a cabo. Frente a esto se ha promovido la idea de que reducir impuestos trae ventajas para todos y que el Estado es el enemigo. ¿Pero quién se beneficia de que recorten en carreteras, hospitales, agua limpia y aire respirable?

TRUMP HA LIBERADO DELIBERADAMENTE OLAS DE RACISMO, XENOFOBIA Y SEXISMO LATENTES PERO NO LEGITIMADAS

El neoliberalismo existe, pero solo para los pobres. El mercado libre es para ellos, no para nosotros. Esa es la historia del capitalismo. Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero con los valores invertidos. Los principios del libre mercado son estupendos para aplicárselos a los pobres, pero a los muy ricos se los protege. Las grandes industrias energéticas reciben subvenciones de cientos de millones de dólares, la economía high-tech se beneficia de las investigaciones públicas de décadas anteriores, las entidades financieras logran ayudas masivas tras hundirse… Todos ellos viven con un seguro: se les considera demasiado grandes para caer y se los rescata si tienen problemas. Al final, los impuestos sirven para subvencionar a estas entidades y con ellas a los ricos y poderosos. Pero además se le dice a la población que el Estado es el problema y se reduce su campo de acción. ¿Y qué ocurre? Su espacio es ocupado por el poder privado y la tiranía de las grandes entidades resulta cada vez mayor.

Hasta George Orwell estaría asombrado. Vivimos la ficción de que el mercado es maravilloso porque nos dicen que está compuesto por consumidores informados que adoptan decisiones racionales. Pero basta con poner la televisión y ver los anuncios: ¿buscan informar al consumidor y que tome decisiones racionales? ¿O buscan engañar? Pensemos, por ejemplo, en los anuncios de coches. ¿Ofrecen datos sobre sus características? ¿Presentan informes realizados por entidades independientes? Porque eso sí que generaría consumidores informados capaces de tomar decisiones racionales. En cambio, lo que vemos es un coche volando, pilotado por un actor famoso. Tratan de socavar al mercado. Los negocios no quieren mercados libres, quieren mercados cautivos. De otro modo, colapsarían.

Hay muchos movimientos populares muy activos, pero no se les presta atención porque las élites no quieren que se acepte el hecho de que la democracia puede funcionar. Eso les resulta peligroso. Puede amenazar su poder. Lo mejor es imponer una visión que te dice que el Estado es tu enemigo y que tienes que hacer lo que puedas tú solo. Estados Unidos es el único país donde por criticar al Gobierno te llaman antiamericano. Y eso supone un control ideológico, encender hogueras patrióticas por doquier.

LAS GRANDES CORPORACIONES HAN EMPRENDIDO LA LUCHA DE CLASES, SON MARXISTAS PERO CON LOS VALORES INVERTIDOS

¿Hay que temer al nacionalismo? Depende, si significa estar interesado en tu cultura local, es bueno. Pero si es un arma contra otros, sabemos a dónde puede conducir, lo hemos visto y experimentado ¿Puede que se repita lo que ocurrió en los años treinta? La situación se ha deteriorado; tras la elección de Barack Obama se desencadenó una reacción racista de enorme virulencia, con campañas que negaban su ciudadanía e identificaban al presidente negro con el anticristo. Ha habido muchas manifestaciones de odio. Sin embargo, Estados Unidos no es la República de Weimar. Hay que estar preocupados, pero las probabilidades de que se repita algo así no son altas.

Hubo un tiempo en el que todo estaba peor que ahora, pero había un sentimiento de que todo iría mejor y había un sentimiento de que todos estábamos juntos en ello. Había un presidente comprensivo con el sufrimiento, los sindicatos estaban organizados, había movimientos populares… Se tenía la idea de que juntos se podía vencer a la crisis. Y eso se ha perdido. Ahora vivimos la sensación de que estamos solos, de que no hay nada que hacer, de que el Estado está contra nosotros… Hay esperanza. Aún hay movimientos populares, gente dispuesta a luchar… Las oportunidades están ahí, la cuestión es si somos capaces de tomarlas. Si no conseguimos un Green New Deal, sucederá una desgracia.

NOAM CHOMSKY

EXISTE MÁS QUE NUNCA UN GRAN RIESGO DE EXTINCIÓN HUMANA (NOAM CHOMSKY)

“La humanidad está amenazada por tres grandes crisis que se han vuelto aún más graves durante la presidencia de Donald Trump al frente de EE.UU. El mundo vive actualmente el momento más peligroso de su historia, ya que la humanidad tiene que lidiar simultáneamente con la amenaza de una guerra nuclear, la inminencia de una catástrofe medioambiental y, además, el creciente el fuerte deterioro de la democràcia y el avance del autoritarismo de ciertos governantes y paises. Los peligros de hoy incluso sobrepasan aquellos de la década de 1930. Tengo edad suficiente para recordar, muy vívidamente, la amenaza de que el nazismo pudiera volver a apoderarse de gran parte de Eurasia. La humanidad se encuentra ante una asombrosa confluencia de estas crisis. Estados Unidos abandonó el tratado nuclear INF con Rusia, intensificó el uso de combustibles fósiles, mientras que su poder ejecutivo se quedó sin una sola voz disidente y se convirtió en un grupo de aduladores. La única esperanza de hacer frente a las dos crisis existenciales, que sí amenazan con la extinción, es abordarlas a través de una democracia vibrante, con ciudadanos comprometidos e informados que participen en el desarrollo de programas para hacer frente a estas crisis.”

jueves, mayo 21, 2020

LA VIDA SIN SERES HUMANOS

Canal de Historia imagina “La vida sin nosotros” - AMC Networks

¿Qué pasaría si todos los humanos desaparecieran? La serie documental 'La vida sin nosotros' es la historia de lo qué pasaría en un mundo si de repente la humanidad desapareciera, por la razón que fuere: guerra, catástrofe, pandemia... Siguiendo el éxito conseguido con el reportaje especial y libro del mismo título, esta serie continua explorando un mundo sin ningún ser humano, analizando cada detalle de esta situación. Usamos la tecnología de CGI para revelar el destino de cada aspecto del mundo creado por el hombre.

La vida sin nosotros - Documental | Marcianos

¿Qué pasaría con los animales que antes comíamos, con los productos químicos que teníamos guardados, o con los satélites que orbitaban alrededor de la Tierra? Cada episodio analiza las horas, días y años después de la desaparición del ser humano, observando el desarrollo de los animales salvajes y el colapso de las estructuras creadas por el hombre. Aprovechando la situación pandémica que vivimos cabe preguntarse… ¿Qué dejaremos atrás si un día desaparecemos como especie? ¿El mundo volverá a ser como fue antes de la aparición del ser humano? ¿Cómo sería la vida después de la humanidad? ¿Somos realmente el centro del universo o la cola del mismo? Bienvenidos a la Tierra, población cero.

VISIONADO DE TODOS LOS EPISODIOS (click en enlace)
Doblado al castellano

miércoles, septiembre 17, 2014

LA ECONOMÍA DESENMASCARADA



Manfred Max-Neef, economista, ambientalista y político chileno e impulsor de la teoría del Desarrollo a escala humana, presenta su nuevo libro escrito junto al físico Philip B. Smith.

El libro desmonta la idea dominante de la economía como una ciencia exacta y como el único modo de vida posible, y presenta una propuesta para organizar de una nueva manera la actividad económica: el Desarrollo a Escala Humana, un modelo construido por Max-Neef basado en las necesidades y los satisfactores.

El sistema económico en el que vivimos no sólo obliga a la mayoría de la humanidad a vivir sus vidas en la indignidad y la pobreza, sino que además amenaza a todas las formas de vida del planeta. La economía desenmascarada ofrece una convincente crítica del sistema económico dominante, demostrando que las construcciones teóricas de la economía ortodoxa tienden principalmente a generar injusticias. La despiadada arremetida contra los ecosistemas globales de las últimas décadas, provocada por el masivo incremento en la producción de bienes, y el consiguiente agotamiento de las reservas de la naturaleza, no son una característica fortuita del sistema económico; son el resultado directo del pensamiento económico neoliberal, que solo reconoce valor a los objetos materiales. La obsesión por el crecimiento no es un concepto erróneo que los economistas ortodoxos puedan desaprender, sino algo inherente a su visión de la vida. Pero un sistema socioeconómico basado en la obsesión por el crecimiento nunca podrá ser sostenible ni propiciará la felicidad de las personas.

Este libro detalla los fundamentos de una nueva economía, donde la justicia, la dignidad humana, la compasión y la reverencia por la vida sean los valores rectores. Contrariamente a la absurda suposición de los economistas ortodoxos de que la economía es una ciencia exenta de valores éticos, una nueva economía debe explicitar sus valores.

Manfred Max-Neef es economista y músico chileno-alemán especializado en el área de desarrollo internacional, fundador y director del Centro de Alternativas de Desarrollo, CEPAUR, donde se dieron a luz la Teoría del Desarrollo a Escala Humana y los principios de la Economía Descalza, por los que fue galardonado en 1983 con el Premio Nobel Alternativo. Su obra Desarrollo a escala humana ha sido considerada por la Universidad de Cambridge como uno de los 50 libros más importantes en materia de SOSTENIBILIDAD.

FUHEN



Agradecimientos a YouTube y FUHEN

jueves, enero 09, 2014

¿POR QUÉ NO ESTALLA UNA REVOLUCIÓN?



¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?

¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?

¿Te has preguntado por qué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial.



Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención.  Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario.

SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.
La información ya no tiene relevancia.


Desvelar los más oscuros secretos y sacarlos a la luz ya no produce ningún efecto, ninguna respuesta por parte de la población. Por más terribles e impactantes que sean los secretos revelados.

Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos sucios, podían cambiar las cosas. Que podían alterar el devenir de la historia.


De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos. Y quizás durante un tiempo ha sido así.

Pero actualmente, la “evolución” de la sociedad y sobretodo de la psicología de las masas nos ha llevado a un nuevo estado de cosas. Un estado mental de la población que no se habría atrevido a imaginar ni el más enajenado de los dictadores. El sueño húmedo de todo tirano sobre la faz de la tierra: no tener que ocultar ni justificar nada ante su pueblo.


Poder mostrar públicamente toda su corrupción, maldad y prepotencia sin tener que preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos a los que oprime. Ésta es la realidad del mundo en el que vivimos. Y si crees que esto es una exageración, observa a tu alrededor. El caso de España es palmario.


Un país inmerso en un estado de putrefacción generalizado, devorado hasta los huesos por los gusanos de la corrupción en todos los ámbitos: el judicial, el empresarial, el sindical y sobretodo el político.

Un estado de descomposición que ha rebosado todos los límites imaginables, hasta salpicar con su pestilencia a todos los partidos políticos de forma irreparable.
  



Y sin embargo, a pesar de hacerse públicos de forma continuada todos estos escándalos de corrupción política, los españoles siguen votando mayoritariamente a los mismos partidos, derivando, como mucho, algunos de sus votos a partidos subsidiarios que de ninguna manera representan una alternativa real.

Ahí está el alucinante caso de la Comunidad Valenciana, la región más representativa del saqueo desvergonzado perpetrado por el Partido Popular y donde, a pesar de todo, este partido de auténticos forajidos y bandoleros sigue ganando las elecciones con mayoría absoluta. Una vergüenza inimaginable en cualquier nación mínimamente democrática.

Y desgraciadamente, el caso de Valencia es solo un ejemplo más del estado general del país: ahí tenemos el indignante caso de Andalucía dominada desde hace décadas por la otra gran mafia del estado, el PSOE, que junto con sus socios de los Sindicatos y el apoyo puntual de Izquierda Unida han robado a manos llenas durante años y años.

O el caso de Cataluña con Convergencia y Unió, un partido de elitistas ladrones de guante blanco, por poner otro ejemplo más. Y es que podríamos seguir así por todas las comunidades autónomas o por el propio gobierno central, donde las dos grandes familias político-criminales del país, PP y PSOE, se han dedicado a saquear sin ningún tipo de recato.


Y a pesar de hacerse públicos todos estos casos de corrupción generalizada; a pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y empresariales, con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse por activa y por pasiva que: 

la máxima respuesta de la ciudadanía ha sido “ejercer el legítimo derecho de manifestación”, una actividad muy parecida a la que hace la hinchada cuando su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para celebrarlo.


Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto picar cacerolas. Y el caso de la corrupción política desvelada en España y la nula reacción de la población es solo un ejemplo de entre muchos tantos a lo largo y ancho del mundo.
     



Ahí está el caso del deporte de masas, azotado como está por la sospecha de la corrupción, de la manipulación y del dopaje y por la más que probable adulteración de todas las competiciones bajo el control comercial de las grandes marcas…y a pesar de ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento no solo no se ve afectado, sino que sigue creciendo cada vez más y más y más…

Pero todos estos casos empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden y confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho, a la cara, con luz y taquígrafos, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente hacia la pesadilla del Gran Hermano vaticinada por George Orwell en “1984”. Y lo que es más alucinante del caso: una vez “filtradas” estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas. ¡Ni mucho menos!



Todos los medios de comunicación, los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real e indiscutible. Como mucho han prometido, de forma poco convincente y con la boca pequeña que no van a seguir haciéndolo… ¡Incluso se han permitido el lujo de dar algunos detalles técnicos! ¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado esa verdad? ¿Cuál ha sido la reacción general al recibir estas informaciones? Ninguna.




Todo el mundo sigue absorto con su smartphone, sigue revolcándose en el dulce fango de las redes sociales y sigue navegando las infestadas aguas de Internet sin mover ni una sola pestaña… Así pues, ¿De qué sirve saber la verdad?

En el caso hipotético de que Edward Snowden o Julian Assange sean personajes reales y no creaciones mediáticas con una misión oculta, ¿De qué habrá servido su sacrificio?

¿Qué utilidad tiene acceder a la información y desvelar la verdad si no provoca ningún cambio, ninguna alteración, ni ninguna transformación?

¿De qué sirve saber de forma explícita y documentada que la energía nuclear solo nos puede traer desgracias, como nos demuestran los terribles accidentes de Chernobyl y Fukushima, si tales revelaciones no surten ni el más mínimo efecto?


¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al saqueo masivo si seguimos utilizándolos? ¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos comiéndola?


¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones? No nos engañemos más, por duro que sea aceptarlo. Afrontemos la realidad tal y como es.

En la sociedad actual, saber la verdad ya no significa nada. Informar de los hechos que verdaderamente acontecen, no tiene ninguna utilidad real.

Es más, la mayoría de la población ha llegado a tal nivel de degradación psicológica que, como demostraremos, la propia revelación de la verdad y el propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad de respuesta y su atonía mental.


La gran pregunta es ¿POR QUÉ? ¿Qué nos ha conducido a todos nosotros, como individuos, a este estado de apatía generalizado?

Y la respuesta, como siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más inquietante. Y está relacionada, directamente, con el condicionamiento psicológico al que está sometido el Individuo en la sociedad actual.

Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos. Y resultan de lo más cotidiano.


Simplemente todo se basa en un exceso de información. En un bombardeo de estímulos tan exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban desembocando en una flagrante falta de respuesta. En pura apatía.

Y para luchar contra este fenómeno, resulta clave saber cómo se desarrolla el proceso…


¿CÓMO SE DESARROLLA EL PROCESO?

Para empezar, debemos entender que todo estímulo sensorial que recibimos está cargado de información. Nuestro cuerpo está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos sensoriales, pero la clave del asunto radica en la percepción de información de carácter lingüístico, entendiendo por “lingüístico”: todo sistema organizado con el fin de codificar y transmitir información de cualquier clase.

Por ejemplo, escuchar una frase o leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de carácter lingüístico. Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico o oír la sirena de una ambulancia, por poner algunos ejemplos…


Una persona en el mundo actual, está sometida a miles y miles de estímulos lingüísticos de este tipo a lo largo de un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero la inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados por nuestro cerebro. El proceso de captación y procesamiento de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases: percepción, valoración y respuesta.

Percepción

Sin lugar a dudas, formamos parte de la generación con mayor capacidad de procesamiento de información a nivel cerebral de la toda historia de la humanidad, con muchísima diferencia, sobre todo a nivel visual y auditivo. Es más, a medida que nacen y crecen nuevas generaciones, éstas adquieren una mayor velocidad de percepción de información. Una muestra de ello la podemos encontrar en el propio cine.


Visualiza un antiguo western de John Wayne, en una secuencia cualquiera de acción, como por ejemplo, un tiroteo. Y después visualiza una secuencia de un tiroteo o de una persecución de coches en una película actual. Cualquier secuencia de acción de una película actual está trufada de sucesiones rapidísimas de planos de corta duración.

En tan solo 3 o 4 segundos verás diferentes planos: la cara del protagonista conduciendo, la del acompañante gritando, la mano en el cambio de marcha, el pie pisando el pedal, el coche esquivando un peatón, el perseguidor que derrapa, el malo que agarra la pistola, como dispara por la ventanilla, etc…y cada plano habrá durado apenas décimas de segundo. Las imágenes se suceden a toda velocidad como los disparos de una ametralladora. Y sin embargo eres capaz de verlas todas y procesar el mensaje que contienen.


Ahora ponte la película de John Wayne. No encontrarás sucesiones de planos a ritmo de ametralladora, sino sucesiones de planos mucho más largos en duración y con mayor tamaño de campo visual. Probablemente, un espectador de la época de John Wayne se habría mareado viendo una película actual, pues no estaría acostumbrado a procesar tanta información visual a tanta velocidad.



Esto es un ejemplo sencillo del bombardeo de información al que está sometido el cerebro de alguien en la actualidad, en comparación con el de una persona de hace tan solo 50 años.

Añádele a esto todas las fuentes de información que te rodean, como la televisión, la radio, la música, la omnipresente publicidad de todo tipo, las señales de tráfico, los diferentes y variados ropajes que viste cada una de las personas con las que te cruzas por la calle y que representan, cada uno de ellos una serie de códigos lingüísticos para tu cerebro, la información que ves en tu móvil, en la tablet, en Internet y añádele, además, tus compromisos sociales, tus facturas, tus preocupaciones y los deseos que te han programado tener, etc.  etc. etc.


Se trata de una auténtica inundación de información que debe procesar tu cerebro continuadamente. Y todo ello en un cerebro del mismo tamaño y capacidad que el de ese espectador de los westerns de John Wayne hace 50 años.

Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos estímulos. Ahí no radica el problema. De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos convertido en adictos al bombardeo de estímulos. El problema aparece en la siguiente fase.



Valoración

Es cuando debemos valorar la información recibida, es decir, cuando llega la hora de juzgar y analizar sus implicaciones, que nos topamos con nuestras limitaciones. Porque, literalmente:

No disponemos de tiempo material para hacer una valoración en profundidad de esa información.

Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios propios, pueda juzgar de forma más o menos profunda la información que recibimos, somos bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos distraen e inundan nuestra mente.

Es por esta razón que nunca llegamos a valorar en su justa medida, la información que recibimos, por importantes que sean sus posibles implicaciones. Para comprenderlo mejor, vamos a utilizar una analogía, en forma de pequeña historia.

Imaginemos a una persona muy introvertida, que pasa la mayor parte de su tiempo encerrada en casa. Prácticamente no tiene amigos ni entabla relaciones sociales de ningún tipo. Ahora supongamos que esa persona baja al supermercado a comprar una botella de leche y cuando va a pagarla, se le cae al suelo y la rompe, causando gran estruendo y manchando su ropa a ojos de todos los clientes y de la cajera. Cuando esa persona vuelva a su casa, aislada de toda relación y estímulo social, probablemente dará un gran valor a lo acontecido en el supermercado.

Se preguntará por qué le cayó la leche y qué movimiento en falso realizó para que eso sucediera; se preguntará si fue culpa suya o fue culpa de la botella que era demasiado resbaladiza; analizará en su cabeza la mirada de la cajera y los gestos y comentarios de todos y cada uno de los clientes; incluso observará las manchas en su ropa e intentará adivinar lo que pensaban sobre ella las demás personas al verla en esa situación.

Se sentirá ridícula y juzgará aquel acontecimiento meramente anecdótico como mucho más importante de lo que realmente es. Simplemente porque para ella, ese ridículo en el supermercado será el gran acontecimiento social del día o de la semana. Y quizás no lo olvide nunca más en su vida.

Ahora sustituyamos a la persona introvertida y sin relaciones por un modelo opuesto. Una persona extrovertida, que pasa el día entero rodeada de gran cantidad de personas y acontecimientos, interactuando frenéticamente con clientes y compañeros de trabajo, hablando por teléfono, concertando citas, comprando, vendiendo, haciendo reuniones, riendo, enfadándose y rematando el día tomando copas con los amigos.

Supongamos que esta persona va a comprar la leche y también se le cae causando gran estruendo y manchándose la ropa. La valoración que hará del hecho será meramente anecdótica, pues representará un evento más de entre los muchos acontecimientos de carácter social que experimenta a lo largo de la jornada. Y en pocas horas se habrá olvidado de lo sucedido.

Una persona en la sociedad actual se asemeja mucho al segundo modelo, sometido a gran cantidad de estímulos sensoriales, sociales y lingüísticos. Para nosotros, toda información recibida es rápidamente digerida y olvidada, arrastrada por la corriente incesante de información que entra en nuestro cerebro como un torrente.

Porque vivimos inmersos en la cultura del “twitt”, un mundo donde toda reflexión sobre un evento dura 140 caracteres. Y esa es la profundidad máxima a la que llega nuestra limitada capacidad de análisis.


Es por esta razón, por nuestra impotencia a la hora de valorar y juzgar por nosotros mismos el volumen de información al que estamos sometidos, que la propia información que nos es transmitida lleva incorporada la opinión que debemos tener sobre ella, es decir, aquello que deberíamos pensar tras realizar una valoración profunda de los hechos.

Es decir, el emisor de la información le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar.

Ese es el procedimiento que utilizan los grandes medios de comunicación y en un mundo con individuos auténticamente pensantes sería calificado de manipulación y lavado de cerebro.

La televisión es un claro ejemplo de ello. Fijémonos en un noticiario cualquiera. Todas las noticias de todas las cadenas estan narradas de forma tendenciosa, de manera que contengan en su redactado y presentación no solo la información que debe ser transmitida, sino la opinión que debe generar en el espectador.


O más claramente aún, el ejemplo de las omnipresentes tertulias políticas, donde los tertulianos son calificados como “generadores de opinión”. Es decir, su función es generar la opinión que deberías fabricar por ti mismo. Así pues, el bombardeo continuo e incesante de información en nuestro cerebro nos impide juzgar adecuadamente el valor de los hechos, con criterio propio y según nuestros códigos internos.

Nos quita el tiempo que deberíamos tomarnos para sopesar las consecuencias de un acontecimiento y lo fragmenta en pedacitos de 140 caracteres y con ello, convierte en breve y superficial cualquier juicio que emitamos sobre una información recibida.

Resumiendo: nos hace pensar “en titulares” y por norma general, esos titulares ni tan solo los pensamos nosotros mismos, sino que nos son inoculados con la propia información.


Respuesta

Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.

Aquí entran en juego las emociones y los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción. Y es que al fragmentar y reducir nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos la carga emocional que asociamos a esa información.

Observemos nuestras propias reacciones: podemos indignarnos mucho al conocer una noticia cualquiera, ofrecida en un noticiario, como por ejemplo el desahucio forzoso de una familia sin recursos, pero al cabo de unos segundos de recibir esa información, somos bombardeados por otra información distinta que nos lleva a sentir otra emoción superficial diferente, olvidando así la emoción anterior.


Para decirlo de forma gráfica y clara: de la misma manera que nuestra capacidad de juicio y análisis queda reducida a un “twitt”, nuestra respuesta emocional queda reducida a un emoticono.


Y aquí es donde reside la clave del asunto. Es en este punto donde queda desactivada nuestra posible respuesta. Para comprenderlo mejor, volvamos a la analogía de las personas introvertida y extrovertida que rompían la botella de leche en el supermercado.

La persona introvertida encerrada en su hogar, que ha otorgado un valor más profundo a los hechos acontecidos en el supermercado seguirá dándole vueltas al asunto una y otra vez.

Es decir, no olvidará fácilmente las emociones vinculadas al ridículo que sintió en ese momento y con mucha probabilidad, esa exposición continuada a sus propias emociones acabará desembocando en un sentimiento de incomodidad ante la posibilidad de volver al lugar de los hechos.
Así pues, es muy posible que esa persona no vuelva durante un tiempo a comprar en ese supermercado, aunque eso implique que ha que ir bastante más lejos a comprar la leche. Hasta el punto de llegar a fabricar un sentimiento de repulsa hacia el propio establecimiento y las personas que la vieron hacer el ridículo.

Es decir, la energía emocional que habrá volcado sobre ese hecho concreto, habrá terminado desembocando en una reacción efectiva ante el hecho en sí.

Sin embargo, la persona extrovertida volverá sin ningún problema al supermercado a comprar leche, pues en su mente, el suceso llevará asociada muy poca carga emocional. Como mucho, quizás se ruborice un poco al ver a la cajera o a algún cliente. Es decir, la persona extrovertida, no emprenderá acciones efectivas y tangibles derivadas del suceso de la botella de leche.

Más allá de las valoraciones que hagamos sobre estos personajes inventados, estos ejemplos nos sirven para demostrar que el bombardeo incesante de información al que estamos sometidos acaba desembocando en una fragmentación de nuestra energía emocional y por ello acabamos ofreciendo una respuesta superficial o nula.

Una respuesta que en momentos como el que vivimos, intuimos debería ser mucho más contundente y que sin embargo, no llegamos a generar porque carecemos de energía suficiente para hacerlo.


Y todos observamos desesperados a los demás y nos preguntamos ¿Por qué no reaccionan? ¿Por qué no reacciono yo? Y esa impotencia desemboca, al final, en una sensación de frustración y apatía generalizadas.

Ésta parece ser la razón básica por la que no se produce una Revolución cuando, por la lógica propia de los acontecimientos, debería producirse. Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico.


Éste es el mecanismo básico que aborta toda respuesta de la población ante los continuos abusos recibidos. La BASE sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos sometidos actualmente. El mecanismo psicológico que mantiene a la población idiotizada, dócil y sumisa. Lo podríamos resumir así:

El excesivo bombardeo de información nos impide tomarnos el tiempo necesario para otorgar el valor adecuado a cada información recibida y con ello, nos impide asociarle la suficiente carga emocional como para generar una reacción efectiva y real.


¿CONSPIRACIÓN O FENÓMENO SOCIAL?

Poco importa si todo esto forma parte de una gran conspiración para controlarnos o si hemos llegado a este punto por la propia evolución de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente las mismas: los más poderosos harán lo posible por mantener estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como puedan su desarrollo, simplemente porque les beneficia.

De hecho, la propia revelación de la verdad favorece estos mecanismos. A los más poderosos ya no les importa mostrarse tal y cómo son ni desvelar sus secretos, por sucios y oscuros que éstos sean. Revelar estas verdades ocultas contribuye en gran medida a aumentar el volumen de información con el que somos bombardeados.

Cada secreto sacado a la luz crea nuevas oleadas de información, que puede ser manipulada e intoxicada con datos adicionales falsos, contribuyendo con ello a la confusión y al caos informativo y con ello a nuevas oleadas secundarias de información que nos aturden aún mas y nos suman más profundamente en la apatía.

Si combinamos esta apatía, fruto de la poca energía emocional con la que intentamos responder, con las tremendas dificultades que el propio sistema nos pone a la hora de castigar a los responsables, se generan nuevas oleadas de frustración, cada vez más acusadas, que nos llevan, paso a paso, a la rendición definitiva y a la sumisión absoluta.

Así pues, no lo dudes: a las personas que ostentan el poder les interesa bombardearte con enormes volúmenes de información lo más superficial posible. Porqué una vez instaurada en la sociedad esta forma de interactuar con la información recibida, todos nosotros nos convertimos en adictos a ese incesante intercambio de datos.



El bombardeo de estímulos representa una auténtica droga para nuestro cerebro, que cada vez necesita más velocidad en el intercambio de informaciones y exige menos tiempo para tener que procesarlas.


Nos sucede a todos: cada vez nos cuesta más dedicar tiempo a leer un artículo largo cargado de información estructurada y razonada. Exigimos que sea más resumido, más rápido, que se lea en una sola línea y que se ingiera como una pastilla y no como un ágape decente.

  
Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar. Ya no queremos hacernos preguntas. Solo queremos respuestas rápidas y fáciles.

  

Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas. Pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior. Hacia ahí se dirige el ser humano de forma acelerada. ¿Vamos a permitirlo?


CONCLUSIÓN

Quizás todo lo expuesto anteriormente no es lo que querías escuchar. Es poco estimulante y resulta algo complicado y farragoso, pero las realidades complejas no pueden reducirse a un ingenioso titular en forma de “twitt”.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad


Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa. Nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Como acabamos de ver, la información y la verdad ya no tienen importancia, porque nuestros mecanismos de respuesta están averiados. Debemos descender hasta ellos y repararlos; y para conseguirlo, debemos saber cómo funcionan. Para ello no será necesario:

Hacer un complejo curso de psicología: observando con atención y razonando por nosotros mismos podemos conseguirlo.

Porque no se trata de algo esotérico ni fundamentado en creencias extrañas de carácter Místico, Religioso o New Age. Es pura lógica:

No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual. Porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

¿Tú lo vas a hacer?

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