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lunes, enero 18, 2021

LA IDIOTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD COMO ESTRATEGIA DE DOMINACIÓN

El filósofo alemán, Martin Heidegger, dijo una vez: Hay un enorme sistema que piensa todo por nosotros ahorrándonos la terrible tarea de pensar

Hace unas décadas creíamos que la ignorancia de la población se debía a la falta de información. Bajo el lema la información es poder considerábamos que cuanto más informado uno estuviera, mayores eran las posibilidades de autoemanciparse. Pero hoy vemos cuán equivocados estábamos. Resulta que el hecho de estar informándonos permanentemente es lo que dificulta el pensamiento. Esto se da porque la información que nos llega es efímera y es solapada rápidamente por otra, que nos hace olvidar de inmediato las noticias importantes e indagar sobre el fondo de la cuestión.

La relevancia de los instrumentos de comunicación como mediadores de la “realidad”, ha generado un efecto de sumisión en la población, internalización del poder y la incapacidad, de concebir alternativas a los criterios impuestos por el sistema de dominación vigente.  Una de las claves más importantes para la progresiva idiotización y adormecimiento de la sociedad es el entretenimiento vacío. Las noticias de suma relevancia donde se juega el futuro de la sociedad, son transmitidas de puntillas por los medios; por el contrario, se procede a crear un debate ficticio de noticias sin importancia para manipular a los usuarios y que estos se enfrenten creyendo estar en posesión de la verdad absoluta, cuando no son más que peones del sistema. El objetivo del entretenimiento vacío es abotagar nuestra sensibilidad social y mantenernos dormidos, volviéndonos incapaces de pensar, reflexionar e investigar, para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.

 

El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan al mundo. Específicamente para que no nos cuestionemos nuestros modos de vivir ni cuestionemos al sistema en el cual nos vemos inmersos. Es decir, que todo está pensado para que el individuo sea funcional y soporte estoicamente, el sistema establecido sin rechistar. ¿Cómo se consigue esto? La búsqueda del no pensar resulta clave para el éxito de la idiotización de la sociedad. Cuando la realidad resulta angustiante y durante todo el día eres explotado en tu trabajo, tienes una hipoteca que pagar y deudas que se acumulan en tu haber, se vuelve imperioso obtener divertimento, satisfacción inmediata.

El filósofo Theodor Adorno sostiene que, Con cada risa, el espectador está más cerca de seguir a las fuerzas totalitarias. Así, el entretenimiento vacío se vuelve una especie de anestesia que nos permite soportar la realidad sin hacer nada para cambiarla. Y es que, de eso se trata: de convencernos de que nada puede hacerse para cambiar el mundo y que el capitalismo y el poder opresor del Estado, son algo natural y necesario para el correcto funcionamiento de la sociedad.  De esta manera, la violencia que consumimos a través de los medios y producciones culturales, tiene el fin de acostumbrar al consumidor a la violencia a la que es sometido en la sociedad con el fin de no darle jamás, la sensación de que es posible oponer resistencia.

La manera en que funciona es muy sutil. Cada noticia, programa o film, reúne los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, nos introducen sus valores en nuestras mentes; y, si seguimos permitiendo que el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias -y por lo tanto, también el mundo a su antojo- terminará destruyéndonos. Y es que lo que se busca, es evitar toda intención del pensamiento, todo esfuerzo intelectual, para crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes.  No obstante, si queremos revertir tal situación de enajenamiento a la que estamos sometidos, solo queda tomar desde lo personal una posición crítica, que consiga cuestionar lo dado y reflexionar sobre la sociedad que queremos construir.


viernes, octubre 02, 2020

LOS NUEVE APUNTES VITALES DE BYUNG-CHUL HAN SOBRE LA PANDEMIA

Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida. Después de la pandemia: Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada

BYUNG CHUL HAN

(Filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales. Profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia)


Byung-Chul Han, filósofo coreano nacido en Seúl y autor del libro “la desesperación de los rituales” y de otras obras, es una de las mentes más innovadoras y críticas de la sociedad actual. Según él nuestra vida está impregnada de hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información y de una positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del cansancio. El pensador expresa asimismo su preocupación por que el coronavirus imponga regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, la pérdida de libertad, el in del buen vivir y una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo. "La muerte no es democrática", advierte este pensador. La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, ya que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y “el capital el enemigo del ser humano”. La pandemia “ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos, y lo sigue haciendo”. Está convencido de que "la pandemia hará que el poder mundial se desplace hacia Asia” frente a lo que se ha llamado históricamente el Occidente. Comienza una nueva era. En este sentido Byung Chul Han da nueve apuntes muy a tener en cuenta.


UNO: “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo".

DOS: “La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.

TRES: “El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.

CUATRO: “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierte en objetos de vigilancia digital. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.

CINCO: “El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.

SEIS: “La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana. A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida”.

SIETE: “Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación. La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”. 

OCHO: “El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad”.

NUEVE: “La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.


LEER A NIETZSCHE NOS ENSEÑA A AMAR LA VIDA



En la historia de las ideas es común que autor y obra se confundan, que la biografía se inmiscuya en la impresión que podemos tener del trabajo realizado y entonces tengamos también una idea equivocada de ambos, vida y corpus. Entre los varios ejemplos que podrían citarse al respecto, quizá uno de los más conocidos y asequibles para varios sea el de Friedrich Nietzsche, filósofo a quien encontramos bajo diversos avatares a lo largo de la historia según la lectura que se dio a su legado. Así, por ejemplo, lo mismo lo hallamos como un melómano entusiasta que como un implacable detractor de la música, como una suerte de ideólogo avant la lettre del régimen nazi, como heredero del pesimismo de Schopenhauer y también como el nihilista absoluto que, por eso mismo, inspiró en parte la idea del absurdo de la existencia de Camus, etcétera.

Como se ve, la obra de Nietzsche ha admitido varias lecturas, muchas de ellas cercanas al denominador común de la exaltación del sufrimiento y el dolor como constantes de esta vida y, por otro lado, la voluntad de poder como antídoto contra dicha regla, conceptos que de suyo poseen una carga negativa contra la cual es difícil ir durante un primer acercamiento. ¿Quién quiere aceptar que la existencia es esencialmente dolorosa? ¿Quién podría tomar de buen modo a un sujeto que sólo en el ejercicio del poder ha encontrado la forma de sobreponerse a ese destino? ¿No suenan ambas cosas un tanto radicales, en el extremo del pesar o en el extremo de la voluntad egoísta?

Aun con estar más o menos extendida, esa puede considerarse una lectura sumamente sesgada. Nietzsche habló de poder, es cierto, pero no en la manera en que podríamos identificarlo desde un punto de vista totalitario e instrumental. La idea de poder del filósofo era a un tiempo más elevada y más profunda: en uno de los videos de difusión de sus ideas que reseñamos este año se explica cómo la voluntad de poder es la forma en que podemos salir del laberinto del eterno retorno y así devenir Superhombres:

 

Desde otra perspectiva, esa tesis podría compararse con el esfuerzo por salir de la repetición que se busca en el psicoanálisis o, con más ambición aún, con la epifanía de romper con la dialéctica del amo y el esclavo. En todos los casos, incluido el cese del eterno retorno pregonado por Nietzsche, la recompensa última de poner nuestra voluntad en ello es el encuentro con la libertad auténtica, liberados de la fatalidad, de la repetición, del mundo del Amo, volcados de lleno sobre nuestro propio destino.

Esa es quizá una de las lecturas más ricas que podemos hacer de Nietzsche. Mirando desde otra perspectiva su pesimismo y su nihilismo, menos como una declaración de derrota que (mejor) como el antecedente necesario para celebrar la riqueza de la vida. En el sitio Brain Pickings, Maria Popova recupera un par de fragmentos de la obra nietzscheana que nos alientan a aceptar y entender el fracaso antes que querer huir de él; el primero de estos, el número 905 de La voluntad de poder, dice:

Aquellos hombres que en definitiva me interesan son a los que les deseo sufrimientos, abandono, enfermedad, malos tratos, desprecio: yo deseo, además, que no desconozcan el profundo desprecio de sí mismos, el martirio de la desconfianza de sí mismos, la miseria del vencido; y no tengo compasión de ellos, porque les deseo lo que revela el valor de un hombre: ¡que uno mismo perdura!

Aquí podemos emparentar a Nietzsche con la filosofía estoica y su mirada cruda sobre las cosas del mundo, en especial el dolor y el sufrimiento. Como el alemán, los estoicos también creían que éstos eran parte natural de la existencia y que por ello mismo había que experimentarlos del mismo modo como aceptamos la felicidad o la alegría; por definición el dolor y el sufrimiento son más pesarosos, pero al final son también los que fortalecen nuestro espíritu y, al menos en teoría, nos hacen más sabios y más justos, templan nuestro carácter como la espada en la forja, situándonos en el camino de la “plenitud del ser” (eudaimonia) y de aquello que de verdad queremos para nuestra vida.

En una de sus Epístolas morales a Lucilio, la número XVIII, Séneca aconsejó dedicar algunos días a vivir con lo mínimo posible, comer apenas lo necesario y tomar “un vestido áspero y rugoso”, y pasado un tiempo decir: “¿Es esto lo que temía?” (hoc est quod timebatur?), esto es, reconocer no sólo que para vivir basta lo esencial, sino también que a pesar de la adversidad la existencia continúa y que, quizá, así es mejor; por eso Nietzsche, al final del fragmento citado, celebra esa perseverancia de la voluntad en medio de la adversidad propia de la existencia: conocerla, padecerla y abrazarla como parte de nuestra vida para entender todos los aspectos de ésta, para entender a cabalidad lo mismo el disfrute que el dolor, el placer y el sufrimiento, y los matices entre ambos. Escribe el filósofo, en el parágrafo 12 de La gaya ciencia:

¿Tenemos que aceptar que la finalidad de la ciencia sea procurar al hombre el mayor número de placeres posible y el menor desencanto posible? Pero, ¿cómo hacerlo, si el placer y el desencanto se encuentran tan unidos que quien quisiera tener el mayor número de placeres posible debe sufrir, al menos, la misma cantidad de desencanto; que quien quisiera aprender a "dar saltos de alegría" debe prepararse para "estar triste hasta la muerte"? Tal vez así suceda. Al menos eso creían los estoicos, consecuentes en la medida en que deseaban el menor placer posible para conseguir de la vida el menor desencanto que se pueda (la sentencia que tenían constantemente en la boca, "el virtuoso es el más feliz", podía servir tanto de enseñanza de escuela dirigida a la gran masa, como de casuística sutil para los refinados).

Antes que a una especie de balance teleológico, una idea de “karma” o de desendeudamiento de la culpa por las obras malas a través de las obras buenas (según lo explica Byung-Chul Han en La agonía del Eros), Nietzsche refuerza aquí la idea del temple de la voluntad en el sufrimiento para la mejor apreciación del disfrute.

El filósofo, en ese sentido, no es ajeno a la idea de fatalidad, pero quizá no en el sentido en que usualmente la entendemos, como algo inevitable y casi siempre pesaroso, sino más bien como aquello que por formar parte del mundo (el odio, el amor, el dolor, la felicidad), vamos a experimentar siquiera una vez en la vida, necesariamente. En otro texto exploramos la noción de amor fati (“amor al destino”), que Nietzsche expuso en un par de fragmentos de La gaya ciencia y de Ecce homo; en la sección 10 de esta última obra encontramos:

Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]: el no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es mendacidad frente a lo necesario― sino amarlo.

Y ese es el puente que nos permite unir la fatalidad de la vida en el mundo con el amor que podemos dedicarle no a la fatalidad, sino a nuestra propia vida. Mejor que aborrecer nuestra suerte, maldecir nuestro destino, rehuir al dolor y querer alejarnos del sufrimiento, Nietzsche nos enseña a amar la vida, nuestra vida, que en sí misma no podemos cambiar, porque ya es nuestra y es a la que damos cuerpo e historia con nuestros actos cotidianos pero que, en otro sentido, sí podemos transformar en función del lugar desde donde nos coloquemos con respecto a ella. Si somos capaces de amar aun (en) el infortunio, ¿qué no será cuando la felicidad se instale con plenitud en nuestra vida?

Para terminar, cerramos con este fragmento inquietantemente reflexivo de La gaya ciencia, subtitulado “La carga más pesada” (341):

¿Qué dirías si un día o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, deberás vivirla una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que habrán de volver a ti cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada gemido, todo lo que hay en la vida de inefablemente pequeño y de grande, todo en el mismo orden e idéntica sucesión, aun esa araña, y ese claro de luna entre los árboles, y ese instante y yo mismo. Al eterno reloj de arena de la existencia se lo da vuelta una y otra vez y a ti con él, ¡grano de polvo del polvo!"?

¿No te tirarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te hablara? ¿O vivirías un formidable instante en el que serías capaz de responder: "Tú eres un dios; nunca había oído cosas más divinas"? Si te dominara este pensamiento, te transformaría, convirtiéndote en otro diferente al que eres, hasta quizás torturándote. ¡La pregunta hecha en relación con todo y con cada cosa: "¿quieres que se repita esto una e innumerables veces más?" pesaría sobre tu obrar como la carga más pesada! ¿De cuánta benevolencia hacia ti y hacia la vida habrías de dar muestra para no desear nada más que confirmar y sancionar esto de una forma definitiva y eterna?

Y nosotros, ¿cómo responderíamos? ¿Quisiéramos vivir una y otra vez este instante? ¿O esa pregunta nos empujaría a darle otro sentido a nuestra existencia de manera tal que, si la idea del eterno retorno es cierta, querríamos vivir una y otra vez todos los instantes de aquélla?

Fuente: PIJAMA SURF

jueves, octubre 24, 2013

LAS TIGRESAS BLANCAS, DIOSAS DEL SEXO ORAL





Son mujeres taoístas que absorben juventud a través del sexo oral e intentan alcanzar la inmortalidad espiritual practicando felaciones. No es el argumento de una película porno, es la filosofía de una sociedad secreta que, según muchos, todavía existe.

El universo de las filosofías –en su mayoría orientales– que contemplan el sexo como algo más que un sistema de reproducción de la especie o de disfrute personal está lleno de fascinantes teorías, asombrosas doctrinas y curiosos personajes y seguidores. Si hubiera que elegir alguna de ellas por su originalidad y misterio habría que hablar de las Tigresas Blancas, una sociedad secreta taoísta formada exclusivamente por mujeres, cuyo objetivo es restaurar su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo, ya que la energía sexual, según creen, es la más poderosa de todas las que dispone el ser humano.

Existe todo un protocolo y unas fases para hacerse tigresa blanca y su principal actividad es practicar el mayor número de felaciones posibles, porque esta es la manera más rápida y eficaz de absorber la energía sexual masculina. Su nombre hace referencia al tigre, el símbolo de la mujer y del yin. Las hembras de esta especie deben copular más de cien veces para quedarse preñadas, ya que necesitan una cantidad superior de esperma al de otros animales, por eso se dice que tienen una gran capacidad de seducción, ya que deben atraer a muchos machos. El color las relaciona con los tigres blancos, muy poco comunes, nada convencionales y solitarios, como las integrantes de este colectivo.

Cuando una habla de esta sociedad no sabe muy bien que tiempo verbal utilizar, porque aunque se cree que tuvo su origen en la época del Emperador Amarillo (2.500 a.c.) en China, su estado actual se desconoce totalmente.


¿Existen todavía?. ¿Cuántas tigresas blancas quedan en la actualidad? Son preguntas sin respuesta que acrecientan la leyenda y el interés por esta sociedad secreta. 

Valérie Tasso trató de contactar con alguna de estas mujeres cuando escribía El otro lado del sexo (Plaza Janés), libro en el que habla de estas discípulas taoístas, además de otros temas, pero sus esfuerzos no fueron recompensados y solo descubrió a Jade Lee, escritora americana de origen chino de novela erótica, que cuenta con una serie de libros –La tigresa blanca, La tigresa ardiente, la tigresa arrinconada (Leisure Books)– inspirados en esta hermandad secreta.



Fotomontaje tigre y modelo Carlos Flaqué Monllonch

El único documento fiable sobre este colectivo lo constituye el libro Enseñanzas sexuales de la tigresa blanca: los secretos de las maestras taoístas, de Hsi Lai (Obelisco), publicado en España en 2003. El autor, un experto en taoísmo, pudo introducirse en este mundo gracias a que alguien le puso en contacto con Madame Lin, la matriarca de un distinguido linaje de tigresas blancas, quien le reveló algunos de los muchos protocolos y métodos que utilizan estas mujeres para conseguir sus fines. Las conversaciones tuvieron lugar en 1986 en Taipei y, por aquella época todavía existían, según cuenta el autor, grupos de estas mujeres en Taiwan, Japón, Tailandia, Hong Kong, Corea y EEUU.

La leyenda afirma que si se siguen los métodos de este grupo, una mujer puede rejuvenecer entre cinco y quince años. Este colectivo rechaza la cirugía estética y recurre a métodos naturales para mantenerse joven. Sus prácticas tratan de imitar el comportamiento sexual de las adolescentes, ya que el sexo debe tener esa parte lúdica de la primera juventud, cuando hay una excitación y exploración sin límites. Lo que ocurre es que con los años, la mayor parte de la gente pierde este espíritu y entonces empieza a envejecer.


Las tigresas blancas tratan de alimentar constantemente el deseo y eso es lo que les permite retrasar al máximo la menopausia. Muchas, se dice, la hacen hasta desaparecer.  

Pero obtener una buena condición física y engañar al reloj biológico ni es el fin último de una tigresa, sino un requisito para poder poner en práctica enseñanzas más avanzadas. Como en el yoga o las artes marciales, primero se trabaja el plano físico para luego, pasar al ámbito de lo espiritual.

Convertirse en una tigresa blanca es un proceso laborioso que requiere de nueve años, divididos en tres periodos de tres años cada uno. En el primero, llamado de restauración, se trata de retrasar el envejecimiento, al mismo tiempo que se tienen el mayor número posible de contactos sexuales con hombres para practicarles la felación y aprovechar los múltiples beneficios de la energía sexual. Los otros dos periodos: de conservación y de refinamiento, se dedicarán a acumular el chi (energía vital) y a refinar el shen (espíritu y conciencia),
respectivamente.






La tigresa blanca es un ser solitario y no tiene pareja estable. Dispone de amantes con los que se ve, única y exclusivamente, para practicar el sexo, llamados dragones verdes. Antiguamente, la mayor parte de las tigresas no trabajaban y se buscaban un mecenas que pudiera mantenerlas durante los duros años de prácticas, a esta figura se la conoce como Dragón de Jade y también se beneficia de los avances y conocimientos de la tigresa. Estos dos personajes no suelen vivir juntos y, si lo hacen, solo tienen relaciones sexuales una vez por semana. El Dragón de Jade presencia, sin ser visto, las felaciones de su tigresa pero no puede masturbarse ni eyacular y hay todo un reglamento que define minuciosamente como debe ser la relación entre una tigresa y un dragón de jade. Como dice el libro de Hsi Lai...


“Según la tradición popular china, el tigre es el animal más dominante de la tierra. Su homólogo, el dragón, es considerado el animal más dominante del cielo. En sentido metafórico, siempre están luchando entre sí, intentando dominarse el uno al otro. Cuando sin embargo se unen y entremezclan en un éxtasis lleno de dicha, alcanzan la armonía suprema”.


Ante la pregunta de por qué esa fijación de las tigresas con la felación, habiendo tanta variedad de prácticas sexuales, hay varias respuestas. Primero porque nos devuelve a la fase bucal tan propia de la infancia, en la que la boca es nuestro órgano de exploración primordial. El sexo oral aumenta la circulación sanguínea en la cara del que lo practica, además de poner en funcionamiento un montón de músculos faciales, que generalmente no utilizamos. Se coge aire por la nariz y no por la boca, que es como deberíamos respirar siempre, y se segregan varias sustancias muy beneficiosas: saliva, líquido seminal –el que se expulsa antes de la eyaculación- y semen. De las propiedades de este primer fluido se habla en el libro de Hsi Lai: “Según el departamento de biomedicina del King’s College de Londres... 


"La saliva extrae del cuerpo, a través de sus glándulas, altas concentraciones de proteínas, calcio, potasio, cloro y sodio, es decir, unos elementos básicos para la nutrición y desarrollo humanos".

En sí, la saliva no proviene del agua sino que es un producto del metabolismo de una proteína llamada urea. Lo más importante de las glándulas salivales es que, mediante un proceso de ósmosis, literalmente extraen dichos nutrientes del cuerpo y los redistribuyen por él“.

El líquido seminal, llamado también lágrimas de dragón por los taoístas, se cree que ayuda a que la mujer recupere su juventud y vitalidad. Las propiedades del semen, de todos conocidas, son también muy valiosas. Sin embargo las tigresas nunca se lo tragan, sino que se lo esparcen por la cara y los pechos a modo de mascarilla de belleza, ya que se cree que ayuda a mantener la piel tersa y sin arrugas. “Mediante el coito, la mujer concibe un hijo carnal. Mediante el sexo oral, vuelve a engendrar las tendencias de su niñez”, dice el Manual de la Tigresa Blanca, un libro muy antiguo que recoge la filosofía de este grupo y que Madame Lin, dejó ojear a Hsi Lai para que escribiera su obra. La promiscuidad de las tigresas se explica también en el manual anterior, en la siguiente sentencia, 


“Un encuentro furtivo, clandestino y apasionado con un extraño fuera del hogar reporta más beneficios que hacerlo cien veces tranquila y relajadamente en casa con la pareja”.

Evidentemente, si lo que se busca es la excitación, la aventura y el juego, variar de partenaire resultará esencial para este propósito. Conseguir dragones verdes, es decir amantes, es una de las principales tareas de estas mujeres, que despliegan –a su juicio– dos armas infalibles para tal fin: la sumisión y el exhibicionismo. Claro que la primera cualidad hay que entenderla al modo oriental –me hago la complaciente, aunque en el fondo soy yo quien lleva las riendas– y no a la manera occidental –soy tu esclava y no pinto nada–. En el libro de Lai, Madame Lin compara la sumisión con “un vaso vacío dentro del cual se pueden introducir nuevas experiencias y sabiduría”, y continúa, “la sumisión es el estado más natural y beneficioso en el que puede sumirse una mujer, ya que el hecho de someterse es la forma más poderosa de dominar al otro”. La práctica misma de la felación puede ser vista por muchos como un acto, un tanto servil, de la mujer hacia el hombre. Sin embargo, ¿quién tiene en realidad el poder cuando el miembro de él está en la boca y entre los dientes de ella?


Fotomontaje tigre y modelo: Carlos Flaqué Monllonch

La otra herramienta para conseguir dragones verdes es el exhibicionismo, y en esto las tigresas son grandes maestras, eligiendo ropa provocativa y aprovechando cualquier circunstancia para activar el deseo. Físicamente casi todas comparten, o al menos compartían antiguamente, ciertos rasgos: una melena infinita que no pueden cortar, labios rojos y carnosos, uñas largas y pintadas, pubis afeitado y cintura muy estrecha. Entre sus muchas practicas están los ejercicios para conseguir una cintura de sauce, que combinados con los de flexibilidad y yoga permiten a algunas tigresas hacerse un cunnilingus a ellas mismas.


Otra de las principales preocupaciones de estas taoístas es mantener una buena salud y un fuerte sistema inmunológico para evitar coger enfermedades de trasmisión sexual. Según cuenta el libro de Lai esto se consigue mediante automasajes, la practica del kung fu, dieta especializada, preparados a base de hierbas que curan y previenen enfermedades o ejercicios de yoga.


Hay una practica muy sencilla, al alcance de todas, que consiste en meterse un pepino por la vagina o por la boca para prevenir infecciones. El zumo de este vegetal es muy ácido y la mayor parte de los virus no pueden sobrevivir en un medio con un elevado nivel de acidez.

Aunque la felación es la actividad sexual más productiva para estas mujeres, no rechazan otras, que practican, eso sí, en contadas ocasiones como el sexo anal, en grupo (en el que solo puede haber una mujer) y los azotes en las nalgas, “porque despiertan y reavivan las terminaciones nerviosas que hay en los glúteos” según Lai. Muchas de estas discípulas son bisexuales ya que así pueden aplazar sus encuentros con los dragones verdes y comprender mejor lo que puede experimentar un hombre cuando está en compañía de una mujer.

A lo largo de la historia las tigresas blancas han sido despreciadas por casi todas las ideologías. El taoísmo más moralista las tachó de prostitutas. El confucionismo, patriarcal hasta la médula, consideraba a las mujeres como meros medios para conceder hijos varones a los hombres. La revolución de Mao, en 1949, arrestó a miembros de distintos grupos de cultos sexuales, entre ellos a Madame Lin, que pasó un breve periodo en prisión. Mao era un líder decente y moralista e ilegalizó la tenencia de concubinas, consortes o cortesanas para ganarse el apoyo del pueblo, aunque esta regla no contaba para él, cosa que la mayoría no supo hasta después de su muerte. Este rechazo general fue lo que provocó el enorme secretismo de esta organización y la simpatía, que muchos le profesamos.

Texto:  Rita Abundancia  (Periodista freelance)
Fuente: El País

Fotomontajes (tigres y modelos): Carlos Flaqué Monllonch.-

viernes, septiembre 27, 2013

CORRIDAS DE TOROS, HERENCIA SALVAJE DE CULTURAS OBSOLETAS

La fiesta de los toros será declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de España y no Bien de Interés Cultural, según el texto de una enmienda al articulado que ha presentado hoy el Grupo Popular (26 septiembre del 2013).
                                    



Hace siglos atrás algunas culturas hicieron ya de la tortura un espectáculo público, algo que las civilizaciones venideras describieron como inhumanas y no propias de una civilización avanzada. Sin embargo la tortura como fiesta ha estado siempre presente en diversas sociedades. Las corridas de toros son un claro ejemplo de ello y por más que sus defensores insistan en justificarlas, a fechas de hoy deberían estar completamente erradicadas.

¿Cuál es el límite entre el arte, la tortura, el derecho a la vida y la libertad? El control social se debilita cuando se corta el vínculo entre los actos realizados y sus consecuencias. Cuando se desactiva el control moral, la persona puede llevar a cabo acciones crueles que no haría en condiciones normales, cambiando su comportamiento hacia otros individuos. El control moral se desactiva cuando la persona siente que sus conductas reprobables son justificadas o desvincula sus conductas reprobables con las consecuencias negativas para otros. Cada persona debe identificar y rechazar las actitudes en su sociedad que estimulan el trato desigual y la agresión.

Negligencias, abandonos, tenencia irresponsable, espectáculos crueles, brutales procedimientos industriales, investigaciones científicas sin escrúpulos, son algunos actos de crueldad con animales que demuestran aun más la posible y denigrante condición humana. ¿Por qué razón personas comunes cambian su comportamiento y apoyan acciones crueles contra otros seres vivos?

La sola idea de que una cosa cruel pueda ser útil es ya de por sí inmoral.
Marco Tulio Cicerón

La crueldad es la fuerza de los cobardes.
Proverbio árabe

http://youtu.be/dPnhPZvDY3o



La crueldad humana es un misterio. Nadie sabe aún en que parte de nuestro cerebro habita ese impulso que obliga a las personas a exterminarse, un raro honor que sólo compartimos con las ratas. El placer sádico de la tortura, la atracción festiva de la muerte, el rito religioso instituido en torno a la matanza de seres de la misma especie sólo se da en los humanos.

Las ratas también se autoaniquilan pero, al contrario que los hombres, no toman esa característica como un hecho cultural o timbre de gloria ni jalonan ese largo camino de sangre, que se llama historia, con estatuas de héroes y mártires. Habrá que aceptar humildemente que la crueldad humana es algo natural, efecto de una descompensación de minerales en algún bulbo del cerebro.

Actualmente tenemos la sociedad española dividida por un tema de cuernos, no por cuestión de infidelidades de pareja sino por una ilógica infidelidad al sentido común: las corridas de toros. Parece ser que para a ciertos “humanos” el acto de torturar y matar ciertos animales como parte esencial de un espectáculo y cultura únicos, es considerado una tradición milenaria, un supuesto “arte” o “belleza plástica”, plena de riquezas y cualidades “humanas”, con una simbología especial y un folklore insustituible.

El sufrimiento o la muerte de un ser vivo nunca debería ser un espectáculo ni imagen de una cultura. No valen las justificaciones y comparaciones ni siquiera las reminiscencias históricas; en la época de los romanos los hombres se enfrentaban a la muerte con leones en las arenas del Coliseo y sin embargo a pesar de formar parte de una cultura hoy en día sería impensable. Hay cosas y tradiciones que con el tiempo se superan porque el ser humano debe evolucionar y aprender a diferenciar lo salvaje de lo civilizado. La historia de la Humanidad está llena de tradiciones sangrientas que con el paso de los tiempos han sido suprimidas.

Imaginemos por un instante que los papeles se invierten … En una sociedad taurina los hombres más bravos son criados especialmente para luego morir frente la audacia de un toro, máximo símbolo de la cultura dominante. Mientras el humano muere desnudo públicamente los toros aplauden con sus negras pezuñas agitando enfebrecidos sus rabos.



Pongamos otro ejemplo. Imaginemos que unos extraterrestres de una raza muy superior a la nuestra nos consideran como animales especiales para sus tradiciones culturales, entre las que destaca la Humanotaquia, un tradición de años luz donde se celebran las famosas Corridas de Humanos Intergalácticas; los humanos, en el centro de un ruedo de arena cósmica, una vez picoteados con lanzas y banderillas luminosas, deben sortear los capeos del Matador galáctico y finalmente morir tras una fina estocada de espada cuántica. Como símbolo de valor, al humano se le cortan las orejas y el rabo (el que tiene entre las piernas). Sólo al humano más bravo y fuerte se le perdona la vida para que fecunde de nuevo a mas hembras humanas con el fin de dar nuevas crías que en un futuro terminarán también bajo la sórdida luz de la muerte. De forma irónica hay quien piensa de otra forma.

“Sería más interesante que matasen al torero, el espectáculo ganaría mucho”.
Quim Monzó
Escritor

“¿Qué es el placer de ver a un animal herido hasta la muerte?”
Ricky Gervais
Actor de la serie The Office

“El toro cuando se enfrenta al torero ya le merman las fuerzas porque antes de entrar al ruedo ya ha sufrido, golpes, pinchazos, raspaduras, etc. Cuando el toro entra en la plaza ya es un medio cadáver andante que se enfrenta a un payaso con una espada que lo matara despiadadamente en nombre cobarde del arte y la cultura”.
Linea 36


Gerard Quintana, líder del grupo de música Sopa de Cabra, hace una brillante reflexión en torno al tema: “las razones por las que he tomado postura a favor de la prohibición de las corridas de toros son las mismas por las que lo hice a favor de la prohibición de la tortura, o del escarnio público, o del abuso de poder, llegado el caso. La imagen de un ser vivo convertido en objeto de entretenimiento mientras su sistema nervioso le va transmitiendo el dolor de las heridas gratuitas, rodeado por las gradas que aplauden a su verdugo, me subleva con toda la empatía que me transmite la víctima introducida en un mecanismo de tortura y agonía en el que su torturador es el único que puede salvarla. Como el César que tiene el derecho a dar y tomar la vida. Me parece totalmente anacrónico, y no tendré ningún argumento que pueda justificar esta aberración, cuando mis hijos me pregunten qué ha hecho esa pobre bestia para recibir un castigo tan humillante.

El agravante de mantener el espectáculo de la muerte como fiesta nacional y señal de identidad -exhibida durante años en la televisión pública-,, con sus sucedáneos enquistados en muchas fiestas populares en forma de toros embolados y otras crueldades parecidas, en las que una multitud se enfrenta a un solitario ser vivo, distinto, fuerte, mítico, para, finalmente, ser sometido y ejecutado en la plaza pública, me hizo tomar la decisión de comprometerme con esta iniciativa popular.

El hombre ha puesto a prueba su valor, ha demostrado su habilidad y sangre fría y que es el rey de esta selva. Pero, llegados a este momento en el que debemos plantearnos nuestro papel en este nuevo mundo global, y en el que debemos alcanzar una nueva conciencia en la relación con nuestro entorno y nuestros coetáneos por pura supervivencia, me parece que las tradiciones y los modelos de futuro deben ser otros. Debemos dar un salto evolutivo. Los modelos tradicionales deben evolucionar con nosotros y, con el tamiz de la experiencia, debemos elegir entre lo que nos resulta útil y lo que es un lastre, para seguir un camino de futuro en el que crueldad y tortura no sean el ejemplo.

Es cierto que incluso Goya y Picasso pintaron sus tauromaquias, como es cierto también que plasmaron los horrores de la guerra en Los fusilamientos del 3 de mayo y el Guernica. El mundo del arte a menudo ha observado fascinado el rostro vivo de la muerte. Hay que pensar si el animal es un objeto de entretenimiento o un ser vivo. Es una cuestión de sensibilidad, no de libertad”.

El toro ha sido la excepción de muchas prohibiciones, hasta el momento. Solo su silueta sigue observándonos por las carreteras de la casualmente llamada piel de toro, mientras todos los demás símbolos publicitarios fueron desterrados de nuestra vista en nombre de la seguridad vial. Solo él sigue muriendo en un espectáculo público en Catalunya, mientras el resto de animales ha sido desterrado de los circos en nombre de unos derechos que curiosamente no protegen ni al toro ni al caballo, los dos protagonistas de las corridas.

Quizá ya es hora de apartar las manos de sus cuernos y considerarlo como lo que es. Un ser vivo más y no algo que algunos pueden utilizar como símbolo sangriento. Recordemos que, en el juego de las simbologías, la respuesta desde Catalunya fue otro símbolo extraído del mundo animal y estampado en los coches: el burro catalán, una especie protegida que no necesita sangrar para vivir. Incluso en la India, las vacas son el símbolo y eso significa que son más respetadas, en lugar de torturadas. No es extraño que Gandhi, un hombre que fue timón y ejemplo de ese país y del mundo entero con su sentido incorruptible de la ética, dijera: «La evolución de una nación puede verse en el trato que reciben sus animales".


Karl Flaqué Monllonch






Nada repugna tanto al sentido moral como la tortura, el dolor atroz infligido de un modo intencional e innecesario. El no ser torturado constituye el único derecho humano al que la declaración de la ONU no reconoce excepciones y el derecho animal que más adhesiones suscita. El hacer de la tortura pública de pacíficos rumiantes un espectáculo de la crueldad, autorizado y presidido por la autoridad gubernativa, es una anomalía moral intolerable.

Los espectáculos de la crueldad con animales humanos (herejes, brujas, delincuentes) y no humanos (toros, osos, perros, gallos) eran habituales en toda Europa, hasta que la Ilustración acabó con ellos. En la España dieciochesca, mientras los aristócratas abandonaban el alanceamiento de los toros a caballo, sus peones introdujeron la variedad plebeya o a pie del toreo, fomentada luego por Fernando VII, creador de las escuelas taurinas e impulsor de la tauromaquia plebeya o a pie. España había perdido el tren de la Ilustración: "¡Vivan las cadenas!". En las últimas décadas nuestro país ha progresado mucho, pero hemos sido incapaces de eliminar las bolsas de crueldad que todavía quedan entre nosotros, como el maltrato a las mujeres y la tauromaquia.

Soy partidario de la máxima libertad en todas las interacciones voluntarias (comerciales, lingüísticas, sexuales, etcétera) entre ciudadanos. Soy contrario a todo prohibicionismo, excepto en los casos extremos, como la violación de niños o la tortura de animales. Pero es que las corridas de toros son un caso extremo. Por muy liberales que seamos, si no tenemos completamente embotada nuestra sensibilidad moral y nuestra capacidad de compasión, tenemos que exigir el final de esta salvajada.

No existe argumento alguno para mantener las corridas de toros. En su defensa se alternan las chorradas ampulosas (como que el hombre necesita torturar al toro para autoafirmarse como hombre, y supongo que necesita maltratar a la mujer y apalear al inmigrante para autoafirmarse como macho y como patriota) con la crasa apelación al interés de los toreros, que necesitan ganarse la vida. 

Además de su cursilería estética y de su abyección moral, toda la huera y relamida retórica taurina se basa en una sarta de mitos y falsedades incompatibles con la ciencia más elemental. No, el toro de lidia no constituye una especie aparte, sino que pertenece a la misma especie y subespecie (Bos primigenius taurus) que el resto de los toros, bueyes y vacas, aunque no haya sido sometido a los extremos de selección artificial que han sufrido las vacas lecheras, por lo que conserva un aspecto relativamente parecido al del toro salvaje. Convendría que la abolición de la tauromaquia fuese acompañada de la creación de un gran Parque Nacional de las Dehesas en Extremadura, que incluyera manadas de toros en libertad.

Sí, el toro sí sufre. Tiene un sistema límbico muy parecido al nuestro y segrega los mismos neurotransmisores que nosotros cuando se le causa dolor. No, el llamado toro bravo no es bravo, no es una fiera agresiva, sino un apacible rumiante, más proclive a la huida que al ataque. Dos no pelean si uno no quiere, y el toro nunca quiere pelear. Como la corrida de toros es un simulacro de combate y los toros no quieren combatir, el espectáculo taurino resultaría imposible, a no ser por toda la panoplia de torturas (los golpes previos en riñones y testículos, el doble arpón de la divisa al salir al ruedo, la tremenda garrocha del picador, las banderillas sobre las heridas que manan sangre a borbotones) a las que se somete al pacífico bovino, a fin de irritarlo, lacerarlo y volverlo loco de dolor, a ver si de una vez se decide a pelear.

A pesar de los terribles puyazos, con frecuencia el toro se queda quieto y "no cumple" con las expectativas del público. Antes como "castigo" se le ponían banderillas de fuego, es decir, cartuchos de pólvora y petardos, que estallaban en su interior, quemándole las carnes y exasperando aún más su dolor, a ver si así se decidía a embestir. Más tarde las banderillas de fuego fueron suprimidas, sobre todo para no horrorizar a los turistas, a los que se suponía una sensibilidad menos embotada que a los encallecidos aficionados hispanos. De todos modos, el actual reglamento taurino prevé que sigan empleándose banderillas negras o "de castigo" con arpones todavía más lacerantes para castigar aún más al pobre bovino, "culpable" de mansedumbre y de no simular ser el animal feroz que no es.

Jesús Mosterín 
Profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC.
Miembro del Center for Philosophy of Science de Pittsburgh.
Miembro de la Academia Europea de Londres, del Institut International de Philosophie de París y de la International Academy of Philosophy of Science.

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