jueves, diciembre 02, 2021
lunes, enero 18, 2021
LA IDIOTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD COMO ESTRATEGIA DE DOMINACIÓN
El filósofo alemán, Martin Heidegger, dijo una vez: Hay un enorme sistema que piensa todo por nosotros ahorrándonos la terrible tarea de pensar
Hace unas décadas creíamos que la ignorancia de la población se debía a la falta de información. Bajo el lema la información es poder considerábamos que cuanto más informado uno estuviera, mayores eran las posibilidades de autoemanciparse. Pero hoy vemos cuán equivocados estábamos. Resulta que el hecho de estar informándonos permanentemente es lo que dificulta el pensamiento. Esto se da porque la información que nos llega es efímera y es solapada rápidamente por otra, que nos hace olvidar de inmediato las noticias importantes e indagar sobre el fondo de la cuestión.
La relevancia de los instrumentos de comunicación como mediadores de la “realidad”, ha generado un efecto de sumisión en la población, internalización del poder y la incapacidad, de concebir alternativas a los criterios impuestos por el sistema de dominación vigente. Una de las claves más importantes para la progresiva idiotización y adormecimiento de la sociedad es el entretenimiento vacío. Las noticias de suma relevancia donde se juega el futuro de la sociedad, son transmitidas de puntillas por los medios; por el contrario, se procede a crear un debate ficticio de noticias sin importancia para manipular a los usuarios y que estos se enfrenten creyendo estar en posesión de la verdad absoluta, cuando no son más que peones del sistema. El objetivo del entretenimiento vacío es abotagar nuestra sensibilidad social y mantenernos dormidos, volviéndonos incapaces de pensar, reflexionar e investigar, para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.
El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan al mundo. Específicamente para que no nos cuestionemos nuestros modos de vivir ni cuestionemos al sistema en el cual nos vemos inmersos. Es decir, que todo está pensado para que el individuo sea funcional y soporte estoicamente, el sistema establecido sin rechistar. ¿Cómo se consigue esto? La búsqueda del no pensar resulta clave para el éxito de la idiotización de la sociedad. Cuando la realidad resulta angustiante y durante todo el día eres explotado en tu trabajo, tienes una hipoteca que pagar y deudas que se acumulan en tu haber, se vuelve imperioso obtener divertimento, satisfacción inmediata.
El filósofo Theodor Adorno sostiene que, Con cada risa, el espectador está más cerca de seguir a las fuerzas totalitarias. Así, el entretenimiento vacío se vuelve una especie de anestesia que nos permite soportar la realidad sin hacer nada para cambiarla. Y es que, de eso se trata: de convencernos de que nada puede hacerse para cambiar el mundo y que el capitalismo y el poder opresor del Estado, son algo natural y necesario para el correcto funcionamiento de la sociedad. De esta manera, la violencia que consumimos a través de los medios y producciones culturales, tiene el fin de acostumbrar al consumidor a la violencia a la que es sometido en la sociedad con el fin de no darle jamás, la sensación de que es posible oponer resistencia.
La manera en que funciona es muy sutil. Cada noticia,
programa o film, reúne los valores del sistema establecido, y sin darnos
cuenta, nos introducen sus valores en nuestras mentes; y, si seguimos
permitiendo que el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras
conciencias -y por lo tanto, también el mundo a su antojo- terminará
destruyéndonos. Y es que lo que se busca, es evitar toda intención del
pensamiento, todo esfuerzo intelectual, para crear una sociedad de hombres y
mujeres que abandonen los ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse
con la satisfacción de unas necesidades inducidas por los intereses de las
élites dominantes. No obstante, si queremos revertir tal situación de
enajenamiento a la que estamos sometidos, solo queda tomar desde lo personal
una posición crítica, que consiga cuestionar lo dado y reflexionar sobre
la sociedad que queremos construir.
viernes, octubre 02, 2020
LOS NUEVE APUNTES VITALES DE BYUNG-CHUL HAN SOBRE LA PANDEMIA
Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena
vida. Después de la pandemia: Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como
si estuviéramos en un estado de guerra permanente. El ocio se ha convertido en
un insufrible no hacer nada
BYUNG CHUL HAN
(Filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales. Profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia)
Byung-Chul Han, filósofo coreano nacido en Seúl y autor del
libro “la desesperación de los rituales” y de otras obras, es una de las mentes más innovadoras y
críticas de la sociedad actual. Según él nuestra vida está impregnada de
hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información y de una
positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del cansancio. El
pensador expresa asimismo su preocupación por que el coronavirus imponga
regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, la pérdida de libertad, el in
del buen vivir y una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo
colectivo. "La muerte no es democrática", advierte este pensador. La
Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, ya que “el principio de
la globalización es maximizar las ganancias” y “el capital el enemigo del ser
humano”. La pandemia “ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos, y
lo sigue haciendo”. Está convencido de que "la pandemia hará que el poder
mundial se desplace hacia Asia” frente a lo que se ha llamado históricamente el
Occidente. Comienza una nueva era. En este sentido Byung Chul Han da nueve apuntes
muy a tener en cuenta.
UNO: “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo".
DOS: “La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.
TRES: “El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.
CUATRO: “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de
vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro
cuerpo, nuestro estado de salud se convierte en objetos de vigilancia digital.
El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel
mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro
cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también
se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.
CINCO: “El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.
SEIS: “La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana. A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida”.
SIETE: “Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación. La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”.
OCHO: “El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad”.
NUEVE: “La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.
LEER A NIETZSCHE NOS ENSEÑA A AMAR LA VIDA
En la historia de las ideas es común que autor y obra se confundan, que la biografía se inmiscuya en la impresión que podemos tener del trabajo realizado y entonces tengamos también una idea equivocada de ambos, vida y corpus. Entre los varios ejemplos que podrían citarse al respecto, quizá uno de los más conocidos y asequibles para varios sea el de Friedrich Nietzsche, filósofo a quien encontramos bajo diversos avatares a lo largo de la historia según la lectura que se dio a su legado. Así, por ejemplo, lo mismo lo hallamos como un melómano entusiasta que como un implacable detractor de la música, como una suerte de ideólogo avant la lettre del régimen nazi, como heredero del pesimismo de Schopenhauer y también como el nihilista absoluto que, por eso mismo, inspiró en parte la idea del absurdo de la existencia de Camus, etcétera.
Como se ve, la obra de Nietzsche ha admitido varias lecturas, muchas de ellas cercanas al denominador común de la exaltación del sufrimiento y el dolor como constantes de esta vida y, por otro lado, la voluntad de poder como antídoto contra dicha regla, conceptos que de suyo poseen una carga negativa contra la cual es difícil ir durante un primer acercamiento. ¿Quién quiere aceptar que la existencia es esencialmente dolorosa? ¿Quién podría tomar de buen modo a un sujeto que sólo en el ejercicio del poder ha encontrado la forma de sobreponerse a ese destino? ¿No suenan ambas cosas un tanto radicales, en el extremo del pesar o en el extremo de la voluntad egoísta?
Aun con estar más o menos extendida, esa puede considerarse
una lectura sumamente sesgada. Nietzsche habló de poder, es cierto, pero no en
la manera en que podríamos identificarlo desde un punto de vista totalitario e
instrumental. La idea de poder del filósofo era a un tiempo más elevada y más
profunda: en uno de los videos de difusión de sus ideas que reseñamos este año
se explica cómo la voluntad de poder es la forma en que podemos salir del
laberinto del eterno retorno y así devenir Superhombres:
Desde otra perspectiva, esa tesis podría compararse con el esfuerzo por salir de la repetición que se busca en el psicoanálisis o, con más ambición aún, con la epifanía de romper con la dialéctica del amo y el esclavo. En todos los casos, incluido el cese del eterno retorno pregonado por Nietzsche, la recompensa última de poner nuestra voluntad en ello es el encuentro con la libertad auténtica, liberados de la fatalidad, de la repetición, del mundo del Amo, volcados de lleno sobre nuestro propio destino.
Esa es quizá una de las lecturas más ricas que podemos hacer de Nietzsche. Mirando desde otra perspectiva su pesimismo y su nihilismo, menos como una declaración de derrota que (mejor) como el antecedente necesario para celebrar la riqueza de la vida. En el sitio Brain Pickings, Maria Popova recupera un par de fragmentos de la obra nietzscheana que nos alientan a aceptar y entender el fracaso antes que querer huir de él; el primero de estos, el número 905 de La voluntad de poder, dice:
Aquellos hombres que en definitiva me interesan son a los que les deseo sufrimientos, abandono, enfermedad, malos tratos, desprecio: yo deseo, además, que no desconozcan el profundo desprecio de sí mismos, el martirio de la desconfianza de sí mismos, la miseria del vencido; y no tengo compasión de ellos, porque les deseo lo que revela el valor de un hombre: ¡que uno mismo perdura!
Aquí podemos emparentar a Nietzsche con la filosofía estoica y su mirada cruda sobre las cosas del mundo, en especial el dolor y el sufrimiento. Como el alemán, los estoicos también creían que éstos eran parte natural de la existencia y que por ello mismo había que experimentarlos del mismo modo como aceptamos la felicidad o la alegría; por definición el dolor y el sufrimiento son más pesarosos, pero al final son también los que fortalecen nuestro espíritu y, al menos en teoría, nos hacen más sabios y más justos, templan nuestro carácter como la espada en la forja, situándonos en el camino de la “plenitud del ser” (eudaimonia) y de aquello que de verdad queremos para nuestra vida.
En una de sus Epístolas morales a Lucilio, la número XVIII, Séneca aconsejó dedicar algunos días a vivir con lo mínimo posible, comer apenas lo necesario y tomar “un vestido áspero y rugoso”, y pasado un tiempo decir: “¿Es esto lo que temía?” (hoc est quod timebatur?), esto es, reconocer no sólo que para vivir basta lo esencial, sino también que a pesar de la adversidad la existencia continúa y que, quizá, así es mejor; por eso Nietzsche, al final del fragmento citado, celebra esa perseverancia de la voluntad en medio de la adversidad propia de la existencia: conocerla, padecerla y abrazarla como parte de nuestra vida para entender todos los aspectos de ésta, para entender a cabalidad lo mismo el disfrute que el dolor, el placer y el sufrimiento, y los matices entre ambos. Escribe el filósofo, en el parágrafo 12 de La gaya ciencia:
¿Tenemos que aceptar que la finalidad de la ciencia sea procurar al hombre el mayor número de placeres posible y el menor desencanto posible? Pero, ¿cómo hacerlo, si el placer y el desencanto se encuentran tan unidos que quien quisiera tener el mayor número de placeres posible debe sufrir, al menos, la misma cantidad de desencanto; que quien quisiera aprender a "dar saltos de alegría" debe prepararse para "estar triste hasta la muerte"? Tal vez así suceda. Al menos eso creían los estoicos, consecuentes en la medida en que deseaban el menor placer posible para conseguir de la vida el menor desencanto que se pueda (la sentencia que tenían constantemente en la boca, "el virtuoso es el más feliz", podía servir tanto de enseñanza de escuela dirigida a la gran masa, como de casuística sutil para los refinados).
Antes que a una especie de balance teleológico, una idea de
“karma” o de desendeudamiento de la culpa por las obras malas a través de las
obras buenas (según lo explica Byung-Chul Han en La agonía del Eros), Nietzsche
refuerza aquí la idea del temple de la voluntad en el sufrimiento para la mejor
apreciación del disfrute.
El filósofo, en ese sentido, no es ajeno a la idea de fatalidad, pero quizá no en el sentido en que usualmente la entendemos, como algo inevitable y casi siempre pesaroso, sino más bien como aquello que por formar parte del mundo (el odio, el amor, el dolor, la felicidad), vamos a experimentar siquiera una vez en la vida, necesariamente. En otro texto exploramos la noción de amor fati (“amor al destino”), que Nietzsche expuso en un par de fragmentos de La gaya ciencia y de Ecce homo; en la sección 10 de esta última obra encontramos:
Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]: el no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es mendacidad frente a lo necesario― sino amarlo.
Y ese es el puente que nos permite unir la fatalidad de la vida en el mundo con el amor que podemos dedicarle no a la fatalidad, sino a nuestra propia vida. Mejor que aborrecer nuestra suerte, maldecir nuestro destino, rehuir al dolor y querer alejarnos del sufrimiento, Nietzsche nos enseña a amar la vida, nuestra vida, que en sí misma no podemos cambiar, porque ya es nuestra y es a la que damos cuerpo e historia con nuestros actos cotidianos pero que, en otro sentido, sí podemos transformar en función del lugar desde donde nos coloquemos con respecto a ella. Si somos capaces de amar aun (en) el infortunio, ¿qué no será cuando la felicidad se instale con plenitud en nuestra vida?
Para terminar, cerramos con este fragmento inquietantemente reflexivo de La gaya ciencia, subtitulado “La carga más pesada” (341):
¿Qué dirías si un día
o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te
dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, deberás
vivirla una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que
habrán de volver a ti cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada gemido,
todo lo que hay en la vida de inefablemente pequeño y de grande, todo en el
mismo orden e idéntica sucesión, aun esa araña, y ese claro de luna entre los
árboles, y ese instante y yo mismo. Al eterno reloj de arena de la existencia
se lo da vuelta una y otra vez y a ti con él, ¡grano de polvo del polvo!"?
¿No te tirarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te hablara? ¿O vivirías un formidable instante en el que serías capaz de responder: "Tú eres un dios; nunca había oído cosas más divinas"? Si te dominara este pensamiento, te transformaría, convirtiéndote en otro diferente al que eres, hasta quizás torturándote. ¡La pregunta hecha en relación con todo y con cada cosa: "¿quieres que se repita esto una e innumerables veces más?" pesaría sobre tu obrar como la carga más pesada! ¿De cuánta benevolencia hacia ti y hacia la vida habrías de dar muestra para no desear nada más que confirmar y sancionar esto de una forma definitiva y eterna?
Y nosotros, ¿cómo responderíamos? ¿Quisiéramos vivir una y otra vez este instante? ¿O esa pregunta nos empujaría a darle otro sentido a nuestra existencia de manera tal que, si la idea del eterno retorno es cierta, querríamos vivir una y otra vez todos los instantes de aquélla?
Fuente: PIJAMA SURF
jueves, octubre 24, 2013
LAS TIGRESAS BLANCAS, DIOSAS DEL SEXO ORAL
Valérie Tasso trató de contactar con alguna de estas mujeres cuando escribía El otro lado del sexo (Plaza Janés), libro en el que habla de estas discípulas taoístas, además de otros temas, pero sus esfuerzos no fueron recompensados y solo descubrió a Jade Lee, escritora americana de origen chino de novela erótica, que cuenta con una serie de libros –La tigresa blanca, La tigresa ardiente, la tigresa arrinconada (Leisure Books)– inspirados en esta hermandad secreta.
El único documento fiable sobre este colectivo lo constituye el libro Enseñanzas sexuales de la tigresa blanca: los secretos de las maestras taoístas, de Hsi Lai (Obelisco), publicado en España en 2003. El autor, un experto en taoísmo, pudo introducirse en este mundo gracias a que alguien le puso en contacto con Madame Lin, la matriarca de un distinguido linaje de tigresas blancas, quien le reveló algunos de los muchos protocolos y métodos que utilizan estas mujeres para conseguir sus fines. Las conversaciones tuvieron lugar en 1986 en Taipei y, por aquella época todavía existían, según cuenta el autor, grupos de estas mujeres en Taiwan, Japón, Tailandia, Hong Kong, Corea y EEUU.
Pero obtener una buena condición física y engañar al reloj biológico ni es el fin último de una tigresa, sino un requisito para poder poner en práctica enseñanzas más avanzadas. Como en el yoga o las artes marciales, primero se trabaja el plano físico para luego, pasar al ámbito de lo espiritual.
respectivamente.

En sí, la saliva no proviene del agua sino que es un producto del metabolismo de una proteína llamada urea. Lo más importante de las glándulas salivales es que, mediante un proceso de ósmosis, literalmente extraen dichos nutrientes del cuerpo y los redistribuyen por él“.
Fuente: El País
Fotomontajes (tigres y modelos): Carlos Flaqué Monllonch.-
viernes, septiembre 27, 2013
CORRIDAS DE TOROS, HERENCIA SALVAJE DE CULTURAS OBSOLETAS
Entrada destacada
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