domingo, abril 10, 2022
"UCRANIA EN LLAMAS," EL DOCUMENTAL PRODUCIDO POR OLIVER STONE
jueves, marzo 10, 2022
NI LA SANCIONES, NI EL «BOTÓN NUCLEAR» FINANCIERO DETENDRÁN A PUTIN
El mundo vive una situación cada día más complicada y peligrosa como consecuencia de tres circunstancias principales, cada una de ellas más irracional que las otras: se ha dejado crecer un monstruo, se ha alimentado su ira innecesariamente desde hace años y, quienes supuestamente deberían contenerlo, se han hecho cada vez más dependientes de sus decisiones y suministros.
Que el expresidente de la nación más poderosa del planeta,
cuyo partido puede ganar las elecciones legislativas de noviembre próximo y él
mismo volver a la presidencia, no deje de halagar a Putin cuando acaba de
invadir un país soberano (como también están haciendo, además de Trump, otros
líderes políticos occidentales), es buena prueba de lo primero. Haber ayudado a
que fuerzas claramente nazis se hayan hecho con resortes fundamentales de poder
en Ucrania, permitir que un gobierno fruto de un golpe de Estado haya llevado a
cabo miles de acciones violentas contra población ucraniana no ya pro rusa sino
con pasaporte ruso, o alentar constantemente la entrada de Ucrania en la OTAN
prueban, entre cosas razones, lo segundo. Y que un excanciller del país más
poderoso de la Unión Europea, Gerhard Schröder, sea el presidente del consejo
de administración de la mayor petrolera de Rusia, o que la estrategia
energética de la Unión Europea se haya basado desde 1990 en el suministro de
las autocracias y oligarquías corruptas de su lado oriental, confirman lo
tercero.
Cuando se ha llegado a una situación de máxima tensión por
la invasión militar rusa de Ucrania, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea
prestan a esta última una ayuda militar que es (como toda la anterior)
materialmente inútil para hacer frente a la gran superioridad del ejército
ruso. Y, para intentar frenarla, recurren a sanciones económicas que podrían
llegar al llamado «botón nuclear» financiero, consistente en expulsar a Rusia
del sistema SWIFT para impedir que las entidades bancarias o el gobierno ruso
puedas realizar cobros y pagos con el exterior.
La pregunta es si estas medidas pueden frenar a Rusia y la
respuesta, en mi modesta opinión, es no, por varias razones.
No es la primera vez que se establecen sanciones económicas
contra un país y sabemos que su efecto es siempre limitado. Una economía
minúscula y con muchísimos menos recursos que la rusa, como la cubana, lleva
sobreviviendo 61 años a un embargo durísimo, e Irán tampoco se vino abajo
cuando se le aplicó la misma exclusión financiera con la que ahora se amenaza a
Rusia,.
Un estudio exhaustivo de doscientos cuatro casos de
sanciones occidentales modernas ha demostrado que son «parcialmente exitosas en
el 34 por ciento de los casos» (aquí).
No son inocuas, desde luego, pero no se puede considerar que sean total y
definitivamente eficaces.
De hecho, no se puede olvidar que Rusia soporta sanciones
económicas desde hace años.
Diversos estudios han mostrado que las aplicadas por los
países occidentales sobre los principales ejes estratégicos de la economía rusa
(finanzas, defensa, petróleo y patrimonios de algunos oligarcas) han tenido un
coste económico muy importante.
Aunque a su efecto hay que añadir el de la crisis de 2008 y
el de la caída en el precio del petróleo, lo cierto es que el PIB de Rusia
había disminuido un 35% de 2013 a 2020 y su renta disponible real un 10%. A
pesar de ello, sin embargo, las entidades financieras internacionales y el
propio Fondo Monetario Internacional no han dejado de alabar la estabilidad
macroeconómica de Rusia porque había logrado contener la deuda pública (19,2%
del PIB a finales del 2020) y aumentar sus reservas internacionales, unos
600.000 millones de dólares en ese mismo año, casi diez veces más que España, a
pesar de tener un PIB solo ligeramente superior.
Según el último reporte del Congreso de Estados Unidos (aquí), a
Rusia le afectan actualmente quince programas de sanciones cuyo efecto es
limitado por varias razones: los políticos rusos están dispuestos a asumir el
coste de las sanciones, pueden tener el efecto no deseado de aumentar el apoyo
al gobierno ruso, y este ha limitado sus efectos mediante ayudas, contratos
preferenciales y políticas de sustitución de importaciones y mercados
alternativos. Dicho informe afirma que «los estudios sugieren que las sanciones
han tenido un impacto negativo pero relativamente modesto sobre el crecimiento
en Rusia»; en parte, porque se han adoptado tratando de «minimizar su impacto
sobre el pueblo ruso y sobre los intereses económicos de los países que las
imponen.»
Esto último es una segunda razón de por qué las sanciones a
Rusia no terminan de ser efectivas. Es cierto que Estados Unidos y los
países europeos las han establecido no solo sobre objetivos económicos sino
también sobre intereses concretos de algunos oligarcas rusos en el exterior.
Pero lo han hecho muy limitadamente porque no han querido renunciar al gran
negocio que Rusia les reporta. Aunque sea peccata minuta, recordemos que en
España, sin ir más lejos, los millonarios chinos y rusos son los principales
acaparadores de visados por compra de viviendas, una forma indirecta
establecida por los gobiernos para que introduzcan aquí (como en otros muchos
países) las fortunas que soportan el poder de la autocracia rusa.
Se ha calculado (aquí)
que los oligarcas rusos tienen riqueza fuera de su país por un valor
equivalente al 85% de su PIB, es decir, alrededor de 1,1 billones de dólares. Y
ese dinero no es un patrimonio pasivo sino la fuente de grandísimos negocios de
los que no solo se benefician los oligarcas sino también las entidades
financieras y las grandes corporaciones y fondos de inversión occidentales.
Utilizan para ello los paraísos fiscales cuyas puertas no se quieren abrir
porque, si se hiciera, no se podría perseguir solo a unos («los malos») y no a
otros (nuestros «buenos»).
Lo mismo que los países europeos no han querido frenar al
monstruo nacionalista ruso durante las últimas tres décadas, porque querían
aprovecharse y hacer caja con sus suministros, tampoco se ha querido acabar con
la extraordinaria fuerza financiera en el exterior de la autocracia rusa: los
negocios son los negocios.
La lucha del presidente Draghi para que la industria del
lujo italiana quede fuera del alcance de las sanciones es la más patética
expresión de la ética que guía la respuesta europea contra la autocracia.
La sanciones económicas no van a detener a Rusia mientras
los países que las imponen no estén dispuestos a sufrir en sus carnes, o mejor
dicho, en las carnes de sus propias oligarquías, las consecuencias y los costes
de imponer un orden de justicia y paz en el planeta.
Además, resulta francamente impensable que los dirigentes
rusos no hayan considerado los costes financieros que sus decisiones agresivas
iban a llevar consigo, de modo que es muy poco realista creer que se hayan
visto sorprendidos por ellos y que se vayan a detener por su causa.
Incluso me atrevo a pensar que algo parecido puede ocurrir con
el llamado «botón nuclear» financiero. Aunque no cabe duda de que expulsar a
Rusia del sistema de comunicaciones en que se basan los cobros y pagos
internacionales tendría consecuencias gravísimas, me parece que no solo podrá
esquivarlas sino que incluso pudiera tener efectos no deseados para occidente.
En primer lugar, por la razón antes aludida: Europa no está
en condiciones de renunciar, al menos a medio plazo, al suministro de gas y
otras materias primas rusas y la subida de precios subsiguiente la va a llevar
a una situación económica muy delicada.
En segundo lugar, porque Rusia lleva años preparándose para
esta eventualidad, creando un sistema nacional alternativo y otro en
colaboración con China. El resultado de expulsar a Rusia del mecanismo le hará
mucho daño, sin duda, pero puede abrir una brecha de incalculables
consecuencias en el sistema financiero internacional que ha sido el soporte del
comercio internacional globalizado de las últimas décadas. Un efecto que no
estoy seguro de que los grandes poderes económicos y financieros de occidente
estén dispuestos a asumir, al menos de momento. Y no se puede olvidar que es
muy probable que las autoridades rusas controlen indirectamente o en la sombra
miles de millones de dólares en el exterior con los que podrían provocar
situaciones de gran inestabilidad en las finanzas internacionales.
Rusia no ha tomado la decisión de invadir Ucrania pensando
que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN se iban a cruzar de brazos.
Contaba con las medidas y sanciones económicas que se están anunciando y
adoptando; por cierto, de la manera menos efectiva, es decir, advirtiendo de
ellas con antelación y aplicándolas con cuentagotas.
Me gustaría que esas medidas fueran lo suficientemente
disuasorias como para frenar la invasión y poder retomar el conflicto desde
otras coordenadas que no implicaran la guerra, la destrucción y la muerte de
seres humanos. Me temo, como he dicho, que no lo serán y lo verdaderamente
preocupante es que el nacionalismo ruso ha señalado ya muy claramente cuáles
son sus dos principios de actuación: uno, que se cree con derecho a reconstruir
el viejo imperio, y otro que si Estados Unidos pudo usar el arma nuclear cuando
lo consideró oportuno, Rusia también puede utilizarla cuando lo crea conveniente.
La situación creada por la autocracia rusa es verdaderamente
criminal y desastrosa y nada se puede equiparar a su responsabilidad en el caso
de Ucrania. Pero la lógica que guía a occidente a la hora de frenarla tampoco
es ejemplar, y no ha estado basada ni en la coherencia, ni en la prudencia, ni
en la cultura de la paz que es la única que puede poner un poco de sensatez en
este planeta”.
Juan Torres López
Es licenciado en Ciencias
Económicas y Empresariales en la Universidad de Málaga, carrera que estudió
siempre como becario, y doctor en Ciencias Económicas y Empresariales desde
1981. Dos años más tarde obtuvo la plaza de profesor Adjunto de Economía Política
y Hacienda Pública en la Universidad de Granada. En octubre de 1984 se
incorporó a la de Málaga como catedrático contratado, plaza que ocupó
definitivamente como funcionario en diciembre de 1986 en el área de Economía
Aplicada. Desde octubre de 2008 es catedrático en la Universidad de Sevilla en
el Departamento de Análisis Económico y Economía Política.
Ha sido Director de Departamento,
Vicedecano, Decano de la Facultad de Derecho y Vicerrector de Ordenación
Académica y Profesorado de la Universidad de Málaga. Ha ocupado también el
cargo de Secretario General de Universidades e Investigación de la Junta de
Andalucía.
Entre los libros de los que es
autor (listado aquí)
destacan los manuales Economía Política (siete ediciones) e Introducción
a la Economía, ampliamente utilizados por miles de estudiantes universitarios
de España y América Latina.
miércoles, enero 26, 2022
¿POR QUÉ UCRANIA ES TAN IMPORTANTE PARA RUSIA?
Ucrania es fundamental para Rusia
por una serie de factores históricos, geopolíticos y económicos. Moscú
sostiene que ambos países comparten un origen y una
identidad, por lo que considera que los ucranianos son una parte
inseparable de la nación rusa. En el ámbito geopolítico, el control ruso de
Ucrania es esencial para evitar la adhesión
ucraniana a la OTAN y a la Unión Europea, lo que pondría en riesgo el
papel de Rusia como potencia. Además, Moscú cuenta con intereses económicos en
el país vecino. El Estado
ucraniano representa una de las principales economías del espacio
postsoviético y alberga gran parte de la red
de gasoductos rusos que suministran gas a Europa.
UN VÍNCULO MILENARIO
El nacimiento de Rusia y Ucrania
se sitúa hace 1.200 años en la Rus de Kiev. Esta
federación de tribus eslavas dominó el noreste de Europa durante la Edad Media
y tenía su epicentro en la capital ucraniana. Para el nacionalismo ruso supuso
el comienzo de su historia. Moscú cree que todos los eslavos orientales
comparten una
única cultura basada en el cristianismo ortodoxo, las raíces eslavas y
el idioma ruso. Ucrania y Bielorrusia estarían incluidas en esa cultura, con
los nombres tradicionales de ‘Rusia
Pequeña’ y ‘Rusia Blanca’,
respectivamente.
Los lazos históricos y culturales
han marcado la actitud paternalista del Kremlin hacia Ucrania. Para el
presidente ruso Vladímir
Putin, el Estado ucraniano se encuentra en la esfera de influencia de
Moscú; de ahí que cualquier injerencia occidental le resulte inaceptable. Otro
aspecto relevante es la demografía de Ucrania: un 17% de la
población del país se identifica con la etnia rusa y casi un tercio
habla ruso como lengua nativa. La mayoría de estos habitantes se ubican en la
península de Crimea,
que Rusia se anexionó de facto en 2014, y especialmente en el Donbás.
En esta región del este de Ucrania, Kiev y los
separatistas libran una guerra desde el mismo año. Y con el pretexto
de proteger a esa población rusa en Ucrania, el Gobierno ruso ha efectuado
acciones militares en el país vecino.
EVITAR LA ALIANZA CON OCCIDENTE
La postura de Moscú respecto a
Ucrania también esconde intereses geopolíticos. La idea de que existan bases de
la OTAN en el corazón de la cultura rusa es una línea roja para Putin.
Después de que las repúblicas
bálticas —Lituania, Letonia y Estonia— pasaran de la Unión Soviética a
la órbita europea, una hipotética adhesión de Ucrania al bloque occidental
dañaría la posición de Rusia en la zona y colocaría a Estados Unidos a las
puertas de su frontera occidental. En ese sentido, una Ucrania hostil
podría amenazar
la supervivencia de Rusia.
La unión de Ucrania a Occidente,
de paso, podría debilitar la estabilidad del Gobierno ruso. El Kremlin teme que
la difusión de los ideales liberales en países vecinos se extienda hacia su
territorio, como ya demostró Putin al usar la fuerza para reprimir los
movimientos prooccidentales en Georgia y
Ucrania. Ahora, con el recrudecimiento de las tensiones en el Donbás y
las protestas
de la oposición contra el régimen de Aleksandr Lukashenko en
Bielorrusia, la posibilidad de una intervención militar contra Ucrania vuelve a
estar presente. Los altos
costes de la guerra, no obstante, dificultan esa opción.
LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA Y EL
GAS, DOS ELEMENTOS CLAVE
La economía desempeña otro papel
trascendental en las relaciones entre Ucrania y Rusia. Moscú ha intentado
reconstruir su influencia en el espacio postsoviético con diferentes proyectos
de integración política y económica. Tras la caída
de la Unión Soviética en 1991, surgieron la Comunidad
de Estados Independientes y la Comunidad Económica Euroasiática,
actual Unión Económica Euroasiática. Sin embargo, la creación de un bloque que
rivalice con la Unión
Europea resulta inviable sin la participación
de Ucrania. Putin sabe que el éxito de una futura
Unión Euroasiática depende de integrar a una de las economías más
importantes de la antigua URSS. Con ello, Rusia no solo reconstruiría el
mercado común soviético, sino que terminaría con cualquier posibilidad de
adhesión ucraniana a la Unión Europea.
La crisis
energética que vive Europa, además, ha acentuado la importancia de
Ucrania, ya que Rusia es el principal proveedor de gas natural del continente,
con un 40%
de sus importaciones. Este suministro se realiza a través de los gasoductos
que cruzan Ucrania. Gracias a ello, el Estado ucraniano cobra miles de millones
de euros en peajes, pero este rol subordina el abastecimiento a las disputas
políticas entre Kiev y Moscú. Para no depender de su vecino, el Kremlin está
diversificando las rutas de suministro con nuevos gasoductos como
el Nord
Stream 2 y el TurkStream.
Con estas infraestructuras, Rusia lograría abastecer a Alemania y Turquía, sus
dos clientes principales, sin cruzar la frontera ucraniana. En el caso del Nord
Stream 2, Rusia conseguiría aislar a Ucrania, dejándola expuesta con menos relevancia
geopolítica para Europa y sin gran parte de su poder de negociación con las dos
partes.
Autores del articulo: El Orden Mundial (Grupo de jóvenes analistas especializados en distintas áreas de Relaciones Internacionales. Nuestro objetivo: comprender cómo funciona el mundo).
lunes, enero 24, 2022
RUSIA & UCRAINA, CLAVES PARA ENTENDER LA SITUACIÓN
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cree que su homólogo ruso, Vladimir Putin, intervendrá en Ucrania, pero no quiere una guerra en toda regla. EE.UU. reafirma, junto a la Unión Europea, la OTAN y la OSCE, la defensa de la arquitectura de seguridad europea existente y su determinación de resolver por la vía diplomática la crisis con un frente transatlántico fuerte, claro y unido. Debido a esta tención geoestratégica, Europa está más cerca de la guerra ahora de lo que ha estado desde la desintegración de la antigua Yugoslavia. Es la dura realidad de las tensiones actuales con de Rusia y Ucrania. Saltan las preguntas:
¿POR QUÉ ESTÁ RUSIA AMENAZANDO
A UCRANIA?
Ucrania comparte fronteras tanto con la Unión Europea como con Rusia, pero como antigua república soviética tiene profundos lazos sociales y culturales con Rusia, y hay una amplia población de habla rusa. Rusia se ha resistido durante mucho tiempo al acercamiento de Ucrania hacia las instituciones europeas y la OTAN en particular. Cuando los ucranianos depusieron a su presidente prorruso a principios de 2014, Rusia se anexó la península de Crimea, en el sur de Ucrania, y respaldó a los separatistas que capturaron grandes extensiones del este de Ucrania. Desde entonces, los rebeldes prorrusos han luchado contra el ejército ucraniano en un conflicto que se ha cobrado más de 14.000 vidas.
¿QUÉ QUIERE RUSIA DE LA OTAN?
Para Rusia es absolutamente obligatorio garantizar que Ucrania nunca se convierta en miembro de la OTAN. Moscú acusa a los países de la OTAN de "inyectar" en Ucrania armas y a involucrar Estados Unidos de avivar las tensiones. El presidente Putin se ha quejado de que “Rusia ya no tiene ningún otro lugar al que retirarse. ¿Piensan que nos quedaremos de brazos cruzados?". Rusia quiere que la OTAN regrese a las fronteras que tenía antes de 1997 y exige que la alianza no tenga más expansión hacia el Este y también quiere el fin de la actividad militar de la OTAN en Europa del Este. Eso significaría que las unidades de combate se retirarían de Polonia y de las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, y no se desplegarían misiles en países como Polonia y Rumania. Rusia también ha propuesto un tratado con Estados Unidos que prohíba el despliegue de armas nucleares más allá de sus territorios nacionales.
¿QUÉ QUIERE RUSIA CON UCRANIA?
Rusia se apoderó de Crimea en 2014 argumentando que tenía un reclamo histórico sobre la península. Ucrania era parte de la Unión Soviética, que colapsó en diciembre de 1991, y Putin dijo que el evento fue la "desintegración de la Rusia histórica". Putin llamó a los rusos y ucranianos "una nación" y calificó a los líderes actuales de Ucrania de llevar a cabo un "proyecto antirruso".
¿PUEDE DETENERSE LA ACCIÓN
MILITAR RUSA?
Los funcionarios rusos han
advertido que el rechazo occidental a sus demandas clave está conduciendo a un
"callejón sin salida". La pregunta es hasta dónde llegará Rusia. Una
invasión a gran escala sería un desastre para Rusia. Pero una incursión
menor terminaría en desacuerdo sobre cómo proceder. Rusia tiene otras armas, como
ataques los cibernéticos y las tácticas paramilitares. En este sentido, el
Pentágono acusó a Rusia de preparar una "operación de bandera falsa"
(algo que EE.UU ha hecho infinidad de veces con otros países y conflictos para
su interés), para tener un pretexto para la invasión. Rusia evidentemente lo
niega. Rusia también ha entregado 500.000 pasaportes en áreas controladas por
los rebeldes, por lo que, si no obtiene lo que quiere, podría justificar
cualquier acción con el pretexto de proteger a sus propios ciudadanos.
Sin embargo, si el único objetivo de Rusia es obligar a la OTAN a alejarse de su "patio trasero", no hay señales de que vaya a tener éxito. Los 30 miembros de la OTAN han rechazado rotundamente cualquier intento de ceder ante Rusia. No permitirá que nadie cierre la política de puertas abiertas de la OTAN. Ucrania está buscando unirse y la OTAN y según ésta Rusia no tiene veto, ni derecho a interferir en ese proceso. Suecia y Finlandia, que no son miembros de la OTAN, también han rechazado el intento de Rusia de impedir que refuercen sus lazos con la alianza.
¿HASTA DÓNDE LLEGARÁ OCCIDENTE POR UCRANIA?
Estados Unidos ha dejado en claro que está comprometido a ayudar a Ucrania a defender su territorio soberano. Las principales herramientas de Occidente parecen ser las sanciones y la ayuda militar en forma de asesores y armas. El mayor golpe económico sería desconectar el sistema bancario de Rusia del sistema internacional de pagos Swift. Otra amenaza clave es impedir la apertura del gasoducto ‘Nord Stream 2’ de Rusia en Alemania. El regulador de energía alemán está decidiendo actualmente su aprobación. Si hay una mayor escalada rusa, este gasoducto no podría entrar en servicio. También podría haber medidas dirigidas al Fondo Ruso de Inversión Directa o restricciones a los bancos que convierten rublos en moneda extranjera.
lunes, noviembre 15, 2021
¿CHINA Y ESTADOS UNIDOS ATRAPADOS EN LA TRAMPA DE TUCÍDIDES?
El rápido
ascenso de Pekín pone en peligro la preponderancia de Washington. La historia
nos enseña que en los próximos años el riesgo de una guerra entre ambos será
muy real, pero también que hay maneras de evitarla
El prestigioso analista Graham
Allison, exdecano de la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard,
publicó hace cuatro años el libro Destined for War: Can America and
China Escape Thucydides's Trap?, cuya lectura estremece la cal de los
huesos. Esta obra documenta que China y Estados Unidos se encaminan hacia una
guerra que ninguno de los dos quiere. Ambas potencias están atrapadas en lo que
el autor llama la trampa de Tucídides.
El propio historiador
griego Tucídides en su Historia de la guerra del Peleponeso
atribuyó la casus belli de aquel conflicto a que la emergencia de
Atenas como potencia provocó el recelo de Esparta (la hasta entonces potencia
hegemónica), que se sintió forzada a ir a la guerra. Ese remoto precedente de
hace 2.500 años ha servido a Allison para llamar la trampa
de Tucídides a ciertas coyunturas históricas de alto riesgo. Son
aquellas en las que una nueva potencia desafía la supremacía de otra ya
consolidada y estalla la guerra (...) No se trata de una fatalidad histórica,
sólo es un patrón aterrador que se ha repetido 16 veces en los últimos 500
años.
No se trata de una fatalidad
histórica, sólo es un patrón aterrador que se ha repetido 16 veces en los
últimos 500 años. Doce de esos momentos se resolvieron a cañonazos. ¿Cómo se
resolverá ahora el decimoséptimo caso: el creciente desafío chino a Estados
Unidos? Cada vez que se lo preguntan a Allison, su respuesta hiela la sangre en
las venas: "Apueste usted por lo peor".
Joseph Nye —otro acreditado
geopolitólogo estadounidense— no se mostró tan pesimista hace unos meses en un
artículo publicado en Project Syndicate (una plataforma
de opinión integrada por 439 periódicos de todo el mundo). Aunque no descarta
un error de cálculo, no se adscribe al nutrido club de aguafiestas que ven a la
humanidad caminando sonámbula hacia la catástrofe, como sucedió en la
Primera Guerra Mundial. En su opinión, la interdependencia económica y
ecológica reduce mucho la probabilidad de una guerra caliente, porque
ambos países tienen un incentivo para cooperar en muchas áreas.
EL VUELCO CHINO
Diversos expertos, libros,
artículos y documentos de todo el mundo debaten sobre si China y Estados Unidos
pueden evitar caer en la trampa de Tucídides o meterán al mundo en lo que
podría ser la colisión más grande de todos los tiempos. Unos y otros están
de acuerdo en que desde que Xi Jinping se convirtió en presidente de
China, en 2013, su política ha dado un vuelco escalofriante al tablero
geoestratégico.
Mientras entre el 11 de
septiembre de 2001 y la crisis de las hipotecas subprime en
2008 Estados Unidos se agotaba militar y financieramente en una Guerra
contra el Terror, el PIB del dragón asiático se disparaba en un promedio
de casi un 11% anual. La Unión Europea y Estados Unidos crecían un 2%.
China se enriquecía suministrando
productos y crédito a la superpotencia americana, que destinaba un 7,2% de su
PIB a gasto militar. Como avisa el historiador de la Universidad de Yale Paul
Kennedy en un libro ya clásico, Auge y caída de las grandes
potencias, los imperios crepusculares responden instintivamente
gastando más en seguridad y, por lo tanto, desvían recursos potenciales de la
inversión y agravan su dilema a largo plazo. El coste que supone
para Estados Unidos el mantenimiento de un sistema globalizado y
unipolar alimenta su propio declive. El registro histórico sugiere que hay
una conexión evidente entre la caída económica de una gran potencia y su ocaso inexorable
como gendarme mundial.
Y viceversa. China, que entre
2001 y 2008 gastó en defensa menos de un 2% de su PIB, pudo escalar a segunda
economía por tamaño del PIB, salir al rescate del dólar en la Gran
Recesión y convertirse en el principal exportador global. En 2014 los
organismos internacionales certificaron que su economía había adelantado a la
de Estados Unidos en paridad de poder adquisitivo. La desbancará como la
mayor del mundo en 2028.
HEGEMONÍA MILITAR
Ante esta situación, Pekín está
programando su hegemonía militar. Ha renunciado a un perfil militar bajo
y aspira a completar la renovación de sus fuerzas en 2035 para
convertirlas en un ejército digno de una superpotencia y capaz de
rivalizar con Estados Unidos en 2049, coincidiendo con el centenario de la
República Popular. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para
la Investigación de la Paz (SIPRI), el gasto miliar de
China, el segundo mayor del mundo, llegó a los 252 mil millones de dólares
en 2020, lo que representa un incremento del 76% respecto a la década anterior.
El proceso de modernización del Ejército
Popular de Liberación (EPL) galopa a uña de caballo. Cada pocos
días se anuncia un nuevo avance: misiles balísticos hipersónicos, submarinos
nucleares, portaaviones, 200 silos subterráneos que albergan misiles
balísticos con alcance intercontinental, drones Dragón Rampante de
reconocimiento a gran altura, cazas J-20 de despegue vertical o
aviones J16D para la guerra electrónica.
El Financial Times reveló
hace poco que Pekín completó este verano dos pruebas de un misil que
entró en órbita y dio la vuelta al mundo antes de golpear su objetivo. Se trata
de un ingenio hipersónico indetectable que, al volar a más de cinco veces
la velocidad del sonido, golpea en pocos minutos pasando por el polo sur y
evitando las defensas de alerta temprana norteamericanas concentradas en el
polo norte. El sistema de defensa antimisiles estadounidense será
inútil cuando se desplieguen estas máquinas.
En 1962, en pleno conflicto en la
frontera con India, Mao encargó la construcción del primer
submarino nuclear chino 091. Cuando se botó en 1974 produjo más risa que
miedo porque —ineficiente, ruidoso y radiactivo— parecía más peligroso para su
tripulación que para el enemigo. Menos de medio siglo después, los
submarinos chinos son un tremendo dolor de cabeza para Washington.
El aumento del gasto
militar en los últimos años —casi 10 veces mayor que a mediados de los
noventa según el SIPRI— ha permitido un desarrollo exponencial de las
capacidades militares chinas por tierra, mar y aire. Según el Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres, desde
2014 China ha botado más submarinos, destructores y barcos de apoyo o anfibios
que el total de la flota británica.
¿LA ARMADA INVENCIBLE?
Esa Armada Invencible acongoja
ya a sus vecinos que, entre la envidia y el pánico, vigilan de cerca los
ejercicios militares en su región. La cuestión naval ocupa el grueso del
último informe del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre el
poderío militar chino. En el documento se destaca que Pekín es capaz de
destruir con misiles DF-21 cualquier barco que navegue a menos de
1.500 kilómetros de sus costas.
Un foco de tensión regional es el
Mar de la China Meridional, 3,5 millones de kilómetros cuadrados por donde
fluye más del 50% del tráfico mercante mundial. El petróleo que circula desde
el Índico y que tiene su destino final en los puertos del Pacífico asiático,
supone más de seis veces el que transcurre por el Canal de Suez. Además, en el
subsuelo existen reservas petrolíferas y de gas natural similares a las de
Catar.
Esa Gran Muralla de Arena — tal
como como la llamó en 2015 el comandante en jefe de Estados Unidos en el
Pacífico — resulta inexpugnable gracias al creciente poderío submarino de
Pekín, que constituye la vanguardia de la capacidad ofensiva de una armada que
cuenta con 79 submarinos frente a los 68 de Estados Unidos. El poder de fuego
de la Armada China crece a un ritmo sin parangón en ninguna
otra marina del mundo.
BIDEN & TRUMP
Para contener el avance de
China, Joe Biden ha reforzado la posición dura de Donald
Trump. El pacto estratégico bautizado como Aukus (acrónimo
en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos) tiene en la mira resistir
a Pekín en el Indo Pacífico.
Volvamos a la Gran Cuestión:
¿están condenados Estados Unidos y China a una guerra global? Tucídides no sólo
atribuyó la guerra que desintegró el antiguo mundo griego al ascenso de la
nueva potencia ateniense, sino también al miedo que generó en Esparta. La
segunda causa es tan importante como la primera. La arrogancia
norteamericana es un peligro, pero también lo es el miedo exagerado, que puede
conducir a una reacción descomedida. Las grandes potencias se temen. Se
miran con recelo. Anticipan el peligro. Hay poco espacio para la confianza.
Sin embargo, en el XIX
Congreso Nacional del PCCh de 2017, Xi Jinping confirmó
que el ejército chino ejército tiene carácter defensivo. Su
desarrollo no amenaza a ningún país. Sea cual sea su grado de desarrollo,
China jamás aspirará a la hegemonía ni practicará la expansión.
Henry Kissinger lo
creyó. En una crítica a la estrategia de contención de Estados Unidos, el ex
secretario de Estado norteamericano sostenía que el imperialismo
militar no es el estilo chino, que busca sus objetivos con paciencia y
acumulación de matices. Rara vez China se arriesga a un enfrentamiento donde el
ganador se lo lleva todo.
Xi Jinping no ignora
que, si retara la hegemonía global estadounidense, Washington aplicaría un
golpe de efecto súbito atacando la debilidad geográfica del Reino Medio: China
es vulnerable a un posible asedio estratégico. Japón le impide el acceso al
océano Pacífico, Rusia la separa de Europa y la India se eleva sobre un océano
que lleva su nombre y que es el principal acceso de China a Oriente Medio.
La trama de la novela Never, de Ken
Follett, recuerda a las películas de Hollywood o a las novelas
de Tom Clancy. Follet imagina a una analista de la CIA,
una presidenta de Estados Unidos, un agente encubierto y un ministro chino
tratando de evitar la Tercera Guerra Mundial. Pero en caso de que
sucediera, lo más probable sería que la evitaran el sentido común de
los estadistas y la presión de la opinión pública.
Paul Valéry escribió que la
guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes
que sí se conocen pero que no se masacran. En una Tercera Guerra
Mundial, ni estos últimos se salvarían. La sola posibilidad del suicidio de
la Humanidad —la Mutua Destrucción Asegurada— es una garantía. Como dijo
el poeta, allí donde aumenta el riesgo, aumenta la posibilidad de lo que
nos salva.
LOS EJEMPLOS HISTÓRICOS
A lo largo de la historia muchos
han sido los casos donde las potencias dominantes se han liberado de caer en la
trampa de Tucídides. Por ejemplo:
España contra Portugal,
finales del s.XV. Durante la mayor parte del s.XV, Portugal lideró la
exploración del planeta y el comercio internacional. En la década de 1490,
culminado su proceso de unificación territorial, España desafió el dominio de
su vecino y reclamó la supremacía en el Nuevo Mundo. La mediación del
papa Alejandro VI en el Tratado de Tordesillas evitó la guerra entre las
dos potencias ibéricas.
EEUU contra Reino Unido,
principios del s.XX. En las últimas décadas del siglo XIX, el poder
económico estadounidense superó al del Imperio Británico. A comienzos del s.XX,
la flota norteamericana desafiaba a la Royal Navy. Cuando EEUU arrebató
a Reino Unido la supremacía en su propio hemisferio, los británicos afrontaban
otras amenazas en su imperio colonial, así que consintieron el ascenso de su
antigua colonia en América. El acercamiento sentó las bases para las alianzas
entre ambas potencias en dos guerras mundiales y la duradera "relación
especial" entre los dos países.
Unión Soviética contra EEUU,
1945-1989. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU emergió
como la superpotencia global incontestable. Producía la mitad del PIB mundial,
tenía la mayor potencia de fuego y el monopolio de la bomba nuclear. Esa
hegemonía fue desafiada por la Unión Soviética. A pesar de que tensionó el
mundo, la Guerra Fría fue un éxito porque evitó la trampa
de Tucídides.
Alemania contra Reino Unido y
Francia, desde los 90 hasta hoy. Al acabar la Guerra Fría, se temía
que una Alemania reunificada volviera a sus ambiciones hegemónicas y amenazara
a Francia y Reino Unido. Sin embargo, sus sucesivos gobiernos, conscientes de
haber caído dos veces seguidas en la trampa de Tucídides,
eligieron liderar la economía europea renunciando al dominio militar.
CONCLUSIÓN
El sentido común de los estadistas y la presión de la sociedades, son dos factores vitales que pueden evitar la caída en la trampa de historiador griego. Esperemos que así sea y que la Historia demuestre una vez más que el ser humano antepone la inteligencia a la ambición y al poder.
viernes, octubre 16, 2020
EL ORIGEN DEL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELI

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