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jueves, marzo 10, 2022

NI LA SANCIONES, NI EL «BOTÓN NUCLEAR» FINANCIERO DETENDRÁN A PUTIN

El mundo vive una situación cada día más complicada y peligrosa como consecuencia de tres circunstancias principales, cada una de ellas más irracional que las otras: se ha dejado crecer un monstruo, se ha alimentado su ira innecesariamente desde hace años y, quienes supuestamente deberían contenerlo, se han hecho cada vez más dependientes de sus decisiones y suministros.

Que el expresidente de la nación más poderosa del planeta, cuyo partido puede ganar las elecciones legislativas de noviembre próximo y él mismo volver a la presidencia, no deje de halagar a Putin cuando acaba de invadir un país soberano (como también están haciendo, además de Trump, otros líderes políticos occidentales), es buena prueba de lo primero. Haber ayudado a que fuerzas claramente nazis se hayan hecho con resortes fundamentales de poder en Ucrania, permitir que un gobierno fruto de un golpe de Estado haya llevado a cabo miles de acciones violentas contra población ucraniana no ya pro rusa sino con pasaporte ruso, o alentar constantemente la entrada de Ucrania en la OTAN prueban, entre cosas razones, lo segundo. Y que un excanciller del país más poderoso de la Unión Europea, Gerhard Schröder, sea el presidente del consejo de administración de la mayor petrolera de Rusia, o que la estrategia energética de la Unión Europea se haya basado desde 1990 en el suministro de las autocracias y oligarquías corruptas de su lado oriental, confirman lo tercero.

Cuando se ha llegado a una situación de máxima tensión por la invasión militar rusa de Ucrania, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea prestan a esta última una ayuda militar que es (como toda la anterior) materialmente inútil para hacer frente a la gran superioridad del ejército ruso. Y, para intentar frenarla, recurren a sanciones económicas que podrían llegar al llamado «botón nuclear» financiero, consistente en expulsar a Rusia del sistema SWIFT para impedir que las entidades bancarias o el gobierno ruso puedas realizar cobros y pagos con el exterior.

La pregunta es si estas medidas pueden frenar a Rusia y la respuesta, en mi modesta opinión, es no, por varias razones.

No es la primera vez que se establecen sanciones económicas contra un país y sabemos que su efecto es siempre limitado. Una economía minúscula y con muchísimos menos recursos que la rusa, como la cubana, lleva sobreviviendo 61 años a un embargo durísimo, e Irán tampoco se vino abajo cuando se le aplicó la misma exclusión financiera con la que ahora se amenaza a Rusia,.

Un estudio exhaustivo de doscientos cuatro casos de sanciones occidentales modernas ha demostrado que son «parcialmente exitosas en el 34 por ciento de los casos» (aquí). No son inocuas, desde luego, pero no se puede considerar que sean total y definitivamente eficaces.

De hecho, no se puede olvidar que Rusia soporta sanciones económicas desde hace años.

Diversos estudios han mostrado que las aplicadas por los países occidentales sobre los principales ejes estratégicos de la economía rusa (finanzas, defensa, petróleo y patrimonios de algunos oligarcas) han tenido un coste económico muy importante.

Aunque a su efecto hay que añadir el de la crisis de 2008 y el de la caída en el precio del petróleo, lo cierto es que el PIB de Rusia había disminuido un 35% de 2013 a 2020 y su renta disponible real un 10%. A pesar de ello, sin embargo, las entidades financieras internacionales y el propio Fondo Monetario Internacional no han dejado de alabar la estabilidad macroeconómica de Rusia porque había logrado contener la deuda pública (19,2% del PIB a finales del 2020) y aumentar sus reservas internacionales, unos 600.000 millones de dólares en ese mismo año, casi diez veces más que España, a pesar de tener un PIB solo ligeramente superior.

Según el último reporte del Congreso de Estados Unidos (aquí), a Rusia le afectan actualmente quince programas de sanciones cuyo efecto es limitado por varias razones: los políticos rusos están dispuestos a asumir el coste de las sanciones, pueden tener el efecto no deseado de aumentar el apoyo al gobierno ruso, y este ha limitado sus efectos mediante ayudas, contratos preferenciales y políticas de sustitución de importaciones y mercados alternativos. Dicho informe afirma que «los estudios sugieren que las sanciones han tenido un impacto negativo pero relativamente modesto sobre el crecimiento en Rusia»; en parte, porque se han adoptado tratando de «minimizar su impacto sobre el pueblo ruso y sobre los intereses económicos de los países que las imponen.»

Esto último es una segunda razón de por qué las sanciones a Rusia no terminan  de ser efectivas. Es cierto que Estados Unidos y los países europeos las han establecido no solo sobre objetivos económicos sino también sobre intereses concretos de algunos oligarcas rusos en el exterior. Pero lo han hecho muy limitadamente porque no han querido renunciar al gran negocio que Rusia les reporta. Aunque sea peccata minuta, recordemos que en España, sin ir más lejos, los millonarios chinos y rusos son los principales acaparadores de visados por compra de viviendas, una forma indirecta establecida por los gobiernos para que introduzcan aquí (como en otros muchos países) las fortunas que soportan el poder de la autocracia rusa.

Se ha calculado (aquí) que los oligarcas rusos tienen riqueza fuera de su país por un valor equivalente al 85% de su PIB, es decir, alrededor de 1,1 billones de dólares. Y ese dinero no es un patrimonio pasivo sino la fuente de grandísimos negocios de los que no solo se benefician los oligarcas sino también las entidades financieras y las grandes corporaciones y fondos de inversión occidentales. Utilizan para ello los paraísos fiscales cuyas puertas no se quieren abrir porque, si se hiciera, no se podría perseguir solo a unos («los malos») y no a otros (nuestros «buenos»).

Lo mismo que los países europeos no han querido frenar al monstruo nacionalista ruso durante las últimas tres décadas, porque querían aprovecharse y hacer caja con sus suministros, tampoco se ha querido acabar con la extraordinaria fuerza financiera en el exterior de la autocracia rusa: los negocios son los negocios.

La lucha del presidente Draghi para que la industria del lujo italiana quede fuera del alcance de las sanciones es la más patética expresión de la ética que guía la respuesta europea contra la autocracia.

La sanciones económicas no van a detener a Rusia mientras los países que las imponen no estén dispuestos a sufrir en sus carnes, o mejor dicho, en las carnes de sus propias oligarquías, las consecuencias y los costes de imponer un orden de justicia y paz en el planeta.

Además, resulta francamente impensable que los dirigentes rusos no hayan considerado los costes financieros que sus decisiones agresivas iban a llevar consigo, de modo que es muy poco realista creer que se hayan visto sorprendidos por ellos y que se vayan a detener por su causa.

Incluso me atrevo a pensar que algo parecido puede ocurrir con el llamado «botón nuclear» financiero. Aunque no cabe duda de que expulsar a Rusia del sistema de comunicaciones en que se basan los cobros y pagos internacionales tendría consecuencias gravísimas, me parece que no solo podrá esquivarlas sino que incluso pudiera tener efectos no deseados para occidente.

En primer lugar, por la razón antes aludida: Europa no está en condiciones de renunciar, al menos a medio plazo, al suministro de gas y otras materias primas rusas y la subida de precios subsiguiente la va a llevar a una situación económica muy delicada.

En segundo lugar, porque Rusia lleva años preparándose para esta eventualidad, creando un sistema nacional alternativo y otro en colaboración con China. El resultado de expulsar a Rusia del mecanismo le hará mucho daño, sin duda, pero puede abrir una brecha de incalculables consecuencias en el sistema financiero internacional que ha sido el soporte del comercio internacional globalizado de las últimas décadas. Un efecto que no estoy seguro de que los grandes poderes económicos y financieros de occidente estén dispuestos a asumir, al menos de momento. Y no se puede olvidar que es muy probable que las autoridades rusas controlen indirectamente o en la sombra miles de millones de dólares en el exterior con los que podrían provocar situaciones de gran inestabilidad en las finanzas internacionales.

Rusia no ha tomado la decisión de invadir Ucrania pensando que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN se iban a cruzar de brazos. Contaba con las medidas y sanciones económicas que se están anunciando y adoptando; por cierto, de la manera menos efectiva, es decir, advirtiendo de ellas con antelación y aplicándolas con cuentagotas.

Me gustaría que esas medidas fueran lo suficientemente disuasorias como para frenar la invasión y poder retomar el conflicto desde otras coordenadas que no implicaran la guerra, la destrucción y la muerte de seres humanos. Me temo, como he dicho, que no lo serán y lo verdaderamente preocupante es que el nacionalismo ruso ha señalado ya muy claramente cuáles son sus dos principios de actuación: uno, que se cree con derecho a reconstruir el viejo imperio, y otro que si Estados Unidos pudo usar el arma nuclear cuando lo consideró oportuno, Rusia también puede utilizarla cuando lo crea conveniente.

La situación creada por la autocracia rusa es verdaderamente criminal y desastrosa y nada se puede equiparar a su responsabilidad en el caso de Ucrania. Pero la lógica que guía a occidente a la hora de frenarla tampoco es ejemplar, y no ha estado basada ni en la coherencia, ni en la prudencia, ni en la cultura de la paz que es la única que puede poner un poco de sensatez en este planeta”.

Juan Torres López

Es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Málaga, carrera que estudió siempre como becario, y doctor en Ciencias Económicas y Empresariales desde 1981. Dos años más tarde obtuvo la plaza de profesor Adjunto de Economía Política y Hacienda Pública en la Universidad de Granada. En octubre de 1984 se incorporó a la de Málaga como catedrático contratado, plaza que ocupó definitivamente como funcionario en diciembre de 1986 en el área de Economía Aplicada. Desde octubre de 2008 es catedrático en la Universidad de Sevilla en el Departamento de Análisis Económico y Economía Política.

Ha sido Director de Departamento, Vicedecano, Decano de la Facultad de Derecho y Vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la Universidad de Málaga. Ha ocupado también el cargo de Secretario General de Universidades e Investigación de la Junta de Andalucía.

Entre los libros de los que es autor (listado aquí) destacan los manuales Economía Política (siete ediciones) e Introducción a la Economía, ampliamente utilizados por miles de estudiantes universitarios de España y América Latina.

Mas información en su web: https://juantorreslopez.com

jueves, marzo 03, 2022

¿POR QUÉ ESTADOS UNIDOS Y LA OTAN NUNCA HAN SIDO SANCIONADOS POR INICIAR GUERRAS?

La guerra no es defendible, es espantosa y condenable en todos sus aspectos. Es el resultado de la carencia de inteligencia para resolver los conflictos. Lamentablemente forma parte del ADN humano. Por ello, siempre que estallan, hay que comprender que no se producen de un día para otro, sino por acumulación de causas diversas, que llevan tiempo gestándose como advertencias pero que, por razones de intereses, ambiciones e inoperancias, no se toman en cuenta y  fracasan.

Lo que está sucediendo en Ucrania tiene una casuística muy clara y es que los verdaderos culpables son aquellos que mueven los hilos del conflicto desde la puerta trasera y sacan tajada de ello. Es la llamada realidad silenciada donde los “malos” y los “buenos” siempre son los mismos. Es justo lo que opinan muchos analistas, entre ellos el periodista estadounidense Robert Bridge en su artículo de opinión: Estados Unidos y la OTAN nunca han sido sancionados por iniciar guerras. ¿Por qué? A continuación transcribo dicho articulo en castellano.

Carlos Flaqué Monllonch

Robert Bridge es un escritor y periodista estadounidense. Él es el autor de 'Medianoche en el Imperio Americano', 'Cómo las Corporaciones y sus Servidores Políticos están Destruyendo el Sueño Americano'. 

“Occidente ha tomado una postura extrema contra Rusia por su invasión a Ucrania. Esta reacción expone un alto grado de hipocresía considerando que las guerras en el extranjero lideradas por Estados Unidos nunca recibieron la respuesta punitiva que merecían.

Si los acontecimientos actuales en Ucrania han demostrado algo, es que Estados Unidos y sus socios transatlánticos son capaces de pasar por encima de un planeta azotado por las bombas —en Afganistán, Irak, Libia y Siria, por nombrar algunos de los puntos críticos— con impunidad casi total. Mientras tanto, Rusia y Vladimir Putin están siendo retratados en casi todas las publicaciones de los principales medios de comunicación hoy como la segunda venida de la Alemania nazi por sus acciones en Ucrania.

Primero, seamos claros en algo. La hipocresía y los dobles raseros por sí solos no justifican la apertura de hostilidades por parte de ningún país. En otras palabras, el hecho de que los países del bloque de la OTAN hayan estado abriendo un camino de destrucción desenfrenada en todo el mundo desde 2001 sin consecuencias graves, esto no le da a Rusia, ni a ningún otro país, licencia moral para comportarse de manera similar. Debe haber una razón convincente para que un país autorice el uso de la fuerza, comprometiéndose así a lo que podría considerarse 'una guerra justa'. Por lo tanto, la pregunta: ¿Pueden las acciones de Rusia hoy ser consideradas 'justas' o, al menos, comprensibles? Dejaré esa respuesta al mejor juicio del lector, pero sería ocioso no considerar algunos detalles importantes.

Solo a los consumidores de comida rápida de los principales medios les sorprendería que Moscú haya estado advirtiendo sobre la expansión de la OTAN durante más de una década. En su ahora famoso discurso ante la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, Vladimir Putin preguntó conmovedoramente a los poderosos globales reunidos, ¿por qué es necesario poner infraestructura militar en nuestras fronteras durante esta expansión de la OTAN? ¿Puede alguien responder a esta pregunta? Más adelante en el discurso, dijo que la expansión de los activos militares hasta la frontera rusa no está relacionada de ninguna manera con las opciones democráticas de los estados individuales.

Las preocupaciones del líder ruso no solo fueron recibidas con la cantidad predecible de desprecio en medio del sonido ensordecedor de los grillos, sino que la OTAN ha otorgado la membresía a cuatro países más desde ese día (Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte). Como un experimento mental que incluso un idiota podría realizar, imagine la reacción de Washington si Moscú estuviera construyendo un bloque militar en continua expansión en América del Sur, por ejemplo. 

Sin embargo, la verdadera causa de la alarma de Moscú se produjo cuando EE. UU. y la OTAN comenzaron a inundar a la vecina Ucrania con una deslumbrante variedad de armamento sofisticado en medio de los pedidos de membresía en el bloque militar. ¿Qué diablos podría salir mal? En la mente de Moscú, Ucrania comenzaba a representar una amenaza existencial para Rusia. 

En diciembre, Moscú, acercándose rápidamente al final de su paciencia, entregó borradores de tratados a EE. UU. y la OTAN, exigiendo que detuvieran cualquier expansión militar hacia el este, incluso mediante la adhesión de Ucrania o cualquier otro estado. Incluía la declaración explícita de que la OTAN no llevará a cabo ninguna actividad militar en el territorio de Ucrania u otros estados de Europa del Este, el sur del Cáucaso y Asia Central. Una vez más, las propuestas de Rusia fueron recibidas con arrogancia e indiferencia por parte de los líderes occidentales.

Si bien las personas tendrán diferentes opiniones sobre las acciones impactantes que tomó Moscú a continuación, nadie puede decir que no fueron advertidos. Después de todo, no es que Rusia se despertara el 24 de febrero y de repente decidiera que era un día maravilloso para iniciar una operación militar en el territorio de Ucrania. Así que sí, se podría argumentar que Rusia se preocupaba por su propia seguridad como justificación de sus acciones. Desafortunadamente, lo mismo puede ser más difícil de decir de los Estados Unidos y sus secuaces de la OTAN con respecto a su comportamiento beligerante en el transcurso de las últimas dos décadas.

Considere el ejemplo más notorio, la invasión de Irak en 2003. Esta desastrosa guerra, que los hackers de los medios occidentales han calificado como un desafortunado 'fallo de inteligencia', representa uno de los actos más atroces de agresión no provocada en la historia reciente. Sin profundizar demasiado en los detalles turbios, Estados Unidos, que acababa de sufrir los ataques del 11 de septiembre, acusó a Saddam Hussein de Irak de albergar armas de destrucción masiva. Sin embargo, en lugar de trabajar en estrecha colaboración con los inspectores de armas de la ONU, que se encontraban en Irak tratando de verificar las afirmaciones, EE. UU., junto con el Reino Unido, Australia y Polonia, lanzaron un bombardeo de conmoción y terror. campaña contra Irak el 19 de marzo de 2003. En un abrir y cerrar de ojos, más de un millón de iraquíes inocentes sufrieron la muerte, lesiones o el desplazamiento por esta flagrante violación del derecho internacional.

El Centro para la Integridad Pública informó que la administración Bush, en su esfuerzo por reforzar el apoyo público a la carnicería inminente, hizo más de 900 declaraciones falsas entre 2001 y 2003 sobre la supuesta amenaza de Irak a Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, de alguna manera los medios de comunicación occidentales, que se han convertido en los más rabiosos proliferadores de agresión militar sin excepción, no lograron encontrar ninguna falla en el argumento a favor de la guerra, es decir, hasta después de que las botas y la sangre estuvieran en el suelo, por supuesto.

Podría esperarse, en un mundo más perfecto, que EE. UU. y sus aliados estuvieran sujetos a algunas sanciones severas a raíz de este 'error' prolongado de ocho años contra inocentes. De hecho, hubo sanciones, pero no contra Estados Unidos. Irónicamente, las únicas sanciones que resultaron de esta loca aventura militar fueron contra Francia, un miembro de la OTAN que había rechazado la invitación, junto con Alemania, para participar en el baño de sangre iraquí. La hiperpotencia global no está acostumbrada a tal rechazo, especialmente de sus supuestos amigos (...)

Ahora compare este enfoque de los EE. UU. y sus aliados con guantes de seda con la situación actual que involucra a Ucrania, donde la balanza de la justicia está claramente contra Rusia, y a pesar de sus advertencias razonables de que se siente amenazada por los avances de la OTAN. Independientemente de lo que una persona pueda pensar sobre el conflicto que ahora se libra entre Rusia y Ucrania, no se puede negar que la hipocresía y el doble rasero que sus perennes detractores lanzan contra Rusia es tan impactante como predecible. La diferencia hoy, sin embargo, es que las bombas están explotando.

Además de las severas sanciones a las personas rusas y a la economía rusa, tal vez mejor resumidas por el ministro de economía francés, quien dijo que su país está comprometido a librar una guerra económica y financiera total contra Rusia, ha habido un esfuerzo profundamente inquietante para silenciar las noticias y la información procedente de esas fuentes rusas que podrían dar al público occidental la opción de ver las motivaciones de Moscú. El martes 1 de marzo, YouTube decidió bloquear los canales de RT y Sputnik para todos los usuarios europeos, lo que permitió que el mundo occidental se apoderara de otra parte de la narrativa global. 

Teniendo en cuenta la forma en que Rusia ha sido vilipendiada en el imperio de las mentiras, como Vladimir Putin llamó a la tierra de sus perseguidores por motivos políticos, algunos pueden creer que Rusia merece las amenazas continuas que ahora recibe. De hecho, nada podría estar más lejos de la verdad. Este tipo de fanfarronería global, que se asemeja a una especie de campaña sin sentido de señalización de virtudes ahora tan popular en las capitales liberales, además de inflamar innecesariamente una situación ya volátil, asume que Rusia está totalmente equivocada, punto.

Un enfoque tan imprudente, que no deja espacio para el debate, ni espacio para la discusión, ni espacio para ver el lado de Rusia en esta situación extremadamente compleja, solo garantiza más enfrentamientos, si no una guerra global en toda regla, más adelante. A menos que Occidente esté buscando activamente el estallido de la Tercera Guerra Mundial, sería recomendable detener la horrible hipocresía y el doble rasero contra Rusia y escuchar pacientemente sus opiniones y versiones de los hechos (incluso las presentadas por medios extranjeros). No es tan increíble como algunas personas pueden desear creer".


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