Son mujeres
taoístas que
absorben
juventud a través del sexo oral
e intentan alcanzar la inmortalidad espiritual practicando
felaciones. No es el argumento de una película porno, es la filosofía de una
sociedad secreta que, según muchos, todavía existe.
El
universo de las filosofías –en su mayoría orientales– que contemplan el sexo
como algo más que un sistema de reproducción de la especie o de disfrute
personal está lleno de fascinantes teorías, asombrosas doctrinas y curiosos
personajes y seguidores. Si hubiera que elegir alguna de ellas por su
originalidad y misterio habría que hablar de las Tigresas Blancas, una sociedad
secreta taoísta formada exclusivamente por mujeres, cuyo objetivo es restaurar
su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo, ya que la energía
sexual, según creen, es la más poderosa de todas las que dispone el ser humano.
Existe
todo un protocolo y unas fases para hacerse tigresa blanca y su principal
actividad es practicar el mayor número de felaciones posibles, porque esta es
la manera más rápida y eficaz de absorber la energía sexual masculina. Su
nombre hace referencia al tigre, el símbolo de la mujer y del yin. Las hembras
de esta especie deben copular más de cien veces para quedarse preñadas, ya que
necesitan una cantidad superior de esperma al de otros animales, por eso se
dice que tienen una gran capacidad de seducción, ya que deben atraer a muchos
machos. El color las relaciona con los tigres blancos, muy poco comunes, nada
convencionales y solitarios, como las integrantes de este colectivo.
Cuando una habla de esta sociedad no sabe muy
bien que tiempo verbal utilizar, porque aunque se cree que tuvo su origen en la
época del Emperador Amarillo (2.500 a.c.) en China, su estado actual se
desconoce totalmente.
Valérie Tasso trató de contactar con alguna de estas mujeres cuando escribía El otro lado del sexo (Plaza Janés), libro en el que habla de estas discípulas taoístas, además de otros temas, pero sus esfuerzos no fueron recompensados y solo descubrió a Jade Lee, escritora americana de origen chino de novela erótica, que cuenta con una serie de libros –La tigresa blanca, La tigresa ardiente, la tigresa arrinconada (Leisure Books)– inspirados en esta hermandad secreta.
¿Existen todavía?. ¿Cuántas tigresas blancas quedan en la
actualidad? Son preguntas sin respuesta que acrecientan la leyenda y el interés
por esta sociedad secreta.
Valérie Tasso trató de contactar con alguna de estas mujeres cuando escribía El otro lado del sexo (Plaza Janés), libro en el que habla de estas discípulas taoístas, además de otros temas, pero sus esfuerzos no fueron recompensados y solo descubrió a Jade Lee, escritora americana de origen chino de novela erótica, que cuenta con una serie de libros –La tigresa blanca, La tigresa ardiente, la tigresa arrinconada (Leisure Books)– inspirados en esta hermandad secreta.
Fotomontaje tigre y modelo Carlos Flaqué Monllonch
El único documento fiable sobre este colectivo lo constituye el libro Enseñanzas sexuales de la tigresa blanca: los secretos de las maestras taoístas, de Hsi Lai (Obelisco), publicado en España en 2003. El autor, un experto en taoísmo, pudo introducirse en este mundo gracias a que alguien le puso en contacto con Madame Lin, la matriarca de un distinguido linaje de tigresas blancas, quien le reveló algunos de los muchos protocolos y métodos que utilizan estas mujeres para conseguir sus fines. Las conversaciones tuvieron lugar en 1986 en Taipei y, por aquella época todavía existían, según cuenta el autor, grupos de estas mujeres en Taiwan, Japón, Tailandia, Hong Kong, Corea y EEUU.
La leyenda afirma que si se siguen los métodos
de este grupo, una mujer puede rejuvenecer entre cinco y quince años. Este colectivo
rechaza la cirugía estética y recurre a métodos naturales para mantenerse
joven. Sus prácticas tratan de imitar el comportamiento sexual de las
adolescentes, ya que el sexo debe tener esa parte lúdica de la primera
juventud, cuando hay una excitación y exploración sin límites. Lo que ocurre es
que con los años, la mayor parte de la gente pierde este espíritu y entonces
empieza a envejecer.
Pero obtener una buena condición física y engañar al reloj biológico ni es el fin último de una tigresa, sino un requisito para poder poner en práctica enseñanzas más avanzadas. Como en el yoga o las artes marciales, primero se trabaja el plano físico para luego, pasar al ámbito de lo espiritual.
Las tigresas blancas tratan de alimentar constantemente el
deseo y eso es lo que les permite retrasar al máximo la menopausia. Muchas, se
dice, la hacen hasta desaparecer.
Pero obtener una buena condición física y engañar al reloj biológico ni es el fin último de una tigresa, sino un requisito para poder poner en práctica enseñanzas más avanzadas. Como en el yoga o las artes marciales, primero se trabaja el plano físico para luego, pasar al ámbito de lo espiritual.
Convertirse
en una tigresa blanca es un proceso laborioso que requiere de nueve años,
divididos en tres periodos de tres años cada uno. En el primero, llamado de
restauración, se trata de retrasar el envejecimiento, al mismo tiempo que se
tienen el mayor número posible de contactos sexuales con hombres para
practicarles la felación y aprovechar los múltiples beneficios de la energía
sexual. Los otros dos periodos: de conservación y de refinamiento, se dedicarán
a acumular el chi (energía vital) y a refinar el shen (espíritu y conciencia),
respectivamente.
respectivamente.
La tigresa blanca es un ser solitario y no
tiene pareja estable. Dispone de amantes con los que se ve, única y
exclusivamente, para practicar el sexo, llamados dragones verdes. Antiguamente,
la mayor parte de las tigresas no trabajaban y se buscaban un mecenas que
pudiera mantenerlas durante los duros años de prácticas, a esta figura se la
conoce como Dragón de Jade y también se beneficia de los avances y
conocimientos de la tigresa. Estos dos personajes no suelen vivir juntos y, si
lo hacen, solo tienen relaciones sexuales una vez por semana. El Dragón de Jade
presencia, sin ser visto, las felaciones de su tigresa pero no puede
masturbarse ni eyacular y hay todo un reglamento que define minuciosamente como
debe ser la relación entre una tigresa y un dragón de jade. Como dice el libro
de Hsi Lai...
“Según la tradición popular china, el tigre es el animal más
dominante de la tierra. Su homólogo, el dragón, es considerado el animal más
dominante del cielo. En sentido metafórico, siempre están luchando entre sí,
intentando dominarse el uno al otro. Cuando sin embargo se unen y entremezclan
en un éxtasis lleno de dicha, alcanzan la armonía suprema”.
Ante la pregunta de por qué esa fijación de
las tigresas con la felación, habiendo tanta variedad de prácticas sexuales,
hay varias respuestas. Primero porque nos devuelve a la fase bucal tan propia
de la infancia, en la que la boca es nuestro órgano de exploración primordial.
El sexo oral aumenta la circulación sanguínea en la cara del que lo practica,
además de poner en funcionamiento un montón de músculos faciales, que
generalmente no utilizamos. Se coge aire por la nariz y no por la boca, que es
como deberíamos respirar siempre, y se segregan varias sustancias muy
beneficiosas: saliva, líquido seminal –el que se expulsa antes de la
eyaculación- y semen. De las propiedades de este primer fluido se habla en el libro
de Hsi Lai: “Según el departamento de biomedicina del King’s College de
Londres...
En sí, la saliva no proviene del agua sino que es un producto del metabolismo de una proteína llamada urea. Lo más importante de las glándulas salivales es que, mediante un proceso de ósmosis, literalmente extraen dichos nutrientes del cuerpo y los redistribuyen por él“.
"La saliva extrae del cuerpo, a través de sus glándulas, altas
concentraciones de proteínas, calcio, potasio, cloro y sodio, es decir, unos
elementos básicos para la nutrición y desarrollo humanos".
En sí, la saliva no proviene del agua sino que es un producto del metabolismo de una proteína llamada urea. Lo más importante de las glándulas salivales es que, mediante un proceso de ósmosis, literalmente extraen dichos nutrientes del cuerpo y los redistribuyen por él“.
El
líquido seminal, llamado también lágrimas de dragón por los taoístas, se cree
que ayuda a que la mujer recupere su juventud y vitalidad. Las propiedades del
semen, de todos conocidas, son también muy valiosas. Sin embargo las tigresas
nunca se lo tragan, sino que se lo esparcen por la cara y los pechos a modo de
mascarilla de belleza, ya que se cree que ayuda a mantener la piel tersa y sin
arrugas. “Mediante el coito, la mujer concibe un hijo carnal. Mediante el sexo
oral, vuelve a engendrar las tendencias de su niñez”, dice el Manual de la
Tigresa Blanca, un libro muy antiguo que recoge la filosofía de este grupo y
que Madame Lin, dejó ojear a Hsi Lai para que escribiera su obra. La
promiscuidad de las tigresas se explica también en el manual anterior, en la
siguiente sentencia,
“Un encuentro furtivo, clandestino y apasionado con un
extraño fuera del hogar reporta más beneficios que hacerlo cien veces tranquila
y relajadamente en casa con la pareja”.
Fotomontaje tigre y modelo: Carlos Flaqué Monllonch
La otra herramienta para conseguir dragones
verdes es el exhibicionismo, y en esto las tigresas son grandes maestras,
eligiendo ropa provocativa y aprovechando cualquier circunstancia para activar
el deseo. Físicamente casi todas comparten, o al menos compartían antiguamente,
ciertos rasgos: una melena infinita que no pueden cortar, labios rojos y
carnosos, uñas largas y pintadas, pubis afeitado y cintura muy estrecha. Entre
sus muchas practicas están los ejercicios para conseguir una cintura de sauce,
que combinados con los de flexibilidad y yoga permiten a algunas tigresas
hacerse un cunnilingus a ellas mismas.
Otra de
las principales preocupaciones de estas taoístas es mantener una buena salud y
un fuerte sistema inmunológico para evitar coger enfermedades de trasmisión
sexual. Según cuenta el libro de Lai esto se consigue mediante automasajes, la
practica del kung fu, dieta especializada, preparados a base de hierbas que
curan y previenen enfermedades o ejercicios de yoga.
Hay una practica muy
sencilla, al alcance de todas, que consiste en meterse un pepino por la vagina
o por la boca para prevenir infecciones. El zumo de este vegetal es muy ácido y
la mayor parte de los virus no pueden sobrevivir en un medio con un elevado
nivel de acidez.
Aunque la felación es la actividad sexual más
productiva para estas mujeres, no rechazan otras, que practican, eso sí, en
contadas ocasiones como el sexo anal, en grupo (en el que solo puede haber una
mujer) y los azotes en las nalgas, “porque despiertan y reavivan las
terminaciones nerviosas que hay en los glúteos” según Lai. Muchas de estas
discípulas son bisexuales ya que así pueden aplazar sus encuentros con los
dragones verdes y comprender mejor lo que puede experimentar un hombre cuando
está en compañía de una mujer.
A lo largo de la historia las tigresas blancas
han sido despreciadas por casi todas las ideologías. El taoísmo más moralista
las tachó de prostitutas. El confucionismo, patriarcal hasta la médula, consideraba
a las mujeres como meros medios para conceder hijos varones a los hombres. La
revolución de Mao, en 1949, arrestó a miembros de distintos grupos de cultos
sexuales, entre ellos a Madame Lin, que pasó un breve periodo en prisión. Mao
era un líder decente y moralista e ilegalizó la tenencia de concubinas,
consortes o cortesanas para ganarse el apoyo del pueblo, aunque esta regla no
contaba para él, cosa que la mayoría no supo hasta después de su muerte. Este
rechazo general fue lo que provocó el enorme secretismo de esta organización y
la simpatía, que muchos le profesamos.
Texto:
Rita
Abundancia (Periodista freelance)
Fuente: El País
Fotomontajes (tigres y modelos): Carlos Flaqué Monllonch.-
Fuente: El País
Fotomontajes (tigres y modelos): Carlos Flaqué Monllonch.-