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domingo, junio 05, 2022

UCRANIA: ¿CÓMO HEMOS LLEGADO A ESTA SITUACIÓN?

La conferencia dura unas dos horas y la presentación es en euskera y castellano (por si a alguno le molesta). La conferencia y el turno de preguntas es en castellano. Son jornadas sobre ‘Derechos Humanos’ celebrada en el Museo de San Telmo de San Sebastián. José Antonio Zorrilla fue diplomático y cónsul general de España en Milán, Shanghái y Moscú, así como embajador para Georgia y Estados del Cáucaso. Zorrilla, que se sale del discurso oficial para certificar que Occidente no ha hecho sus deberes con respecto a Rusia, provocar a la bestia del Kremlin para que desate su poder destructivo y que ampliar la OTAN, sin consenso, es un «gravísimo error» de tremendas consecuencias.

Ucrania no es lo que tratan de vendernos. Siempre he tenido claro lo que se expone en la conferencia. Mis continuas referencias en mi muro desde hace tiempo son prueba de ello. La conferencia es larga pero IMPRESCINDIBLE porque expresa los puntos clave de todo el conflicto actual. Las cosas nunca vienen por si solas, siempre hay intereses de poder que mueven las fichas. ¿Y cuál es la gran mano que mueve estas fichas en su afán de controlar el mundo? Creo que está más claro que el agua.

jueves, marzo 10, 2022

VIETNAM: EL AGENTE NARANJA SIGUE MATANDO Y EL MUNDO SIGUE SIN SANCIONAR A EEUU



Por Silvia Cattori Fuentes: www.silviacattori.net

En el pasado Estados Unidos luchó en Vietnam utilizando armas químicas devastadoras contra el comunismo, un régimen que entonces encarnaba la lucha por la independencia nacional del pueblo vietnamita que se oponía a su dominación. Hoy prosiguen las mismas políticas tan absurdas como injustificables: desde Afganistán a Iraq pasando por Serbia, desde Líbano a Gaza, Estados Unidos, la OTAN e Israel arrojan armas de fósforo, de fragmentación o de uranio empobrecido sobre poblaciones civiles que se niegan a someterse a sus dictados. Ahora bien, es sabido que estas armas provocan sobre todo cánceres y malformaciones monstruosas en los recién nacidos, y que van a seguir afectando a la salud de una cantidad cada vez mayor de personas. En su reciente obra Agent Orange – Apocalypse Viêt Na (Agente naranja- Apocalipsis Vietnam), André Bouny nos recuerda que casi medio siglo después de la guerra las madres vietnamitas siguen dando a luz bebés monstruosos. Responde aquí a las preguntas de Silvia Cattori.






Silvia Cattori: Todos los políticos con conciencia y medios para actuar deberían leer y tomar en serio su libro, que acabo de devorar de un tirón y con el corazón encogido. Esta obra muy documentada e ilustrada con fotos conmovedoras de la mayor guerra química de la historia de la humanidad debería darse a conocer al público, movilizar a la juventud y a todos los padres, la salud de cuyos hijos corre peligro si no se acaba con la locura destructora de estas guerras a las que, curiosamente, nunca se ha opuesto ningún partido ecologista. Ni los ecologistas Daniel Cohn-Bendit y Joschka Fischer se opusieron a la guerra que arrojó toneladas de uranio empobrecido sobre Serbia. Lo que usted describe aquí y que debería ser uno de los principales motivos de preocupación para cualquiera sigue siendo extrañamente ignorado por los medios de comunicación. ¿Cómo usted, que no es periodista, ni médico, ni científico, ha llegado a implicarse hasta ese punto para, medio siglo después, poder sacar a la luz las terroríficas consecuencias de la guerra química que se llevó a cabo en Vietnam? ¿Podría explicarnos lo que le motivó?

André Bouny: En efecto, es sorprendente que ningún gran periodista haya escrito un libro sobre este crimen cuya magnitud es tan considerable que casi supera el entendimiento; sin duda este tema, tan complejo, cubre tantos dominios que disuade de acometer esta empresa en un mundo cada vez más especializado.

De hecho, uno no se levanta un día diciéndose que va a escribir un libro sobre el agente naranja; esta obra es el resultado de una larga inmersión. Las primeras imágenes que vi cuando era adolescente en la televisión en blanco y negro en mi pueblo mostraban la guerra de Vietnam. Permanecieron grabadas en mí. Después, cuando estudiaba en París, participé en protestas contra esta guerra y sabíamos que se estaban utilizando en ella armas químicas. A continuación, descubrí este país.

Es necesario dar a conocer esta inmensa desgracia tanto a nuestros conciudadanos como a la opinión pública internacional. Este libro incluye fotografías que son extremadamente importantes porque permiten comprender los estragos causados por el agente naranja. La mayoría de las ilustraciones son inéditas. Todas ellas son fotos dignas porque no es un libro «impactante», al menos no en el mal sentido del término: es ante todo un libro «esclarecedor».

Yo no me siento perteneciente únicamente a mi país, sino al mundo en el más amplio sentido. Por supuesto, cuenta mucho el hecho de que mis hijos, a los que adopté, sean de origen vietnamita. La asociación D.E.F.I. Viêt Nam, que fundé, ha establecido unos estrechos vínculos con capas diferentes de la sociedad vietnamita, sobre todo en el sur. Muchos contenedores de material médico que se han enviado allí han equipado a servicios hospitalarios, maternidades, dispensarios y dentistas. Las visitas a los niños apadrinados permiten descubrir unos lugares increíbles con unas condiciones de vida impensables, tanto en las ciudades como en el campo.

Cuando constituí el CIS (comité internacional de apoyo a las víctimas vietnamitas del agente naranja) se crearon nuevos vínculos, esta vez en el norte. Esta «reunificación» me permitió recorrer el país de un extremo al otro y comprender mejor la complejidad de este pueblo.

Silvia Cattori: Aunque la guerra de Vietnam pueda parecer lejana a las generaciones jóvenes, su obra parece temiblemente actual al menos por dos razones. En primer lugar, porque muestra que los efectos del agente naranja siguen desplegando hoy sus espantosas consecuencias sobre millones de personas. En este momento siguen naciendo niños monstruosos porque las mutaciones genéticas adquiridas por las personas contaminadas se transmiten a sus descendientes, lo que, como usted escribe, constituye un verdadero «crimen contra el genoma humano». Y en segundo lugar porque otras armas susceptibles de provocar unos efectos a largo plazo tan terribles -sobre todo las armas de uranio empobrecido- se han utilizado recientemente, en Serbia, en Afganistán, en Iraq, en Gaza, en Líbano y se siguen utilizando. En la conclusión del libro usted afirma: Tomar conciencia de la catástrofe generada por el agente naranja es la primera etapa, necesaria para prevenir y evitar otros desastres del mismo tipo (ecológicos, medioambientales y sanitarios), e incluso peores. En esta perspectiva, ¿ha establecido contactos con grupos o investigadores que investiguen estas nuevas armas? ¿Planean ustedes acciones comunes?

André Bouny: Para mi generación Vietnam evoca la guerra; para los más jóvenes, un destino turístico. Una nueva guerra hace olvidar la anterior y oculta en gran parte sus consecuencias, tanto más cuanto que la información se concentra exclusivamente en la última. En el caso que nos interesa, efectivamente están naciendo mientras hablamos niños afectados por graves minusvalías y a veces con formas inhumanas, aunque la ciencia no haya demostrado -ni comprendido- todavía los mecanismos que demostrarían que estos efectos teratógenos se deben a una modificación genética adquirida por las víctimas del agente naranja, como es el caso en la experiencia con [moscas] drosófilas efectuada por dos biólogos estadounidenses. Con todo, las autoridades vietnamitas se plantean si se debe dejar procrear a las víctimas del agente naranja.

La similitud entre los efectos del agente naranja y los del uranio empobrecido en los recién nacidos es sorprendente y obliga a establecer una comparación. Conocemos por experiencia los riesgos y las secuelas de la radiactividad. Además, la controversia sobre la radiactividad de baja intensidad -por ejemplo, la asociada a las partículas ingeridas o inhaladas disipadas por el efecto piróforo de las ojivas de las armas de uranio empobrecido- recuerda a la que ha conocido el agente naranja ante el lobby de la química; en el caso del uranio empobrecido se trata del de lo nuclear. De la misma manera, los límites de dioxina admitidos en la alimentación en ningún caso pueden dejar de tener efectos. El paralelismo entre ambos venenos existe también en los usos civiles: para el caso de la dioxina, agricultura, gestión de los bosques y eliminación de residuos, entre otros; para la radiactividad, la energía y el uso médico.

La consciencia de una catástrofe como la del agente naranja sobre medio ambiente y toda forma de vida que lo habita no se da por hecho en nuestras sociedades de consumo, que dejan creer que existe una solución para todo por medio del progreso y de la transformación de materias en «bienes» de consumo, que contaminan la naturaleza y, por lo tanto, nuestros organismo, con lo que se genera así un círculo vicioso sin fin. Dirigir la lucha tanto por la justicia y el reconocimiento como por que las víctimas sean indemnizadas no deja tiempo ni energía para estar en varios frentes, aunque toda víctima tenga derecho a nuestra compasión y por encima de todo, a nuestra ayuda y solidaridad. Sin embargo, se constata que, a imagen del CIS, hay muchas personalidades que se activan incansablemente en favor de las víctimas del uranio empobrecido. Sí, la conciencia de estas personas ya tiene como acción común la información.

Silvia Cattori: En su obra exhaustiva Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam usted hace un balance completo de los muchos aspectos del problema. En su opinión, ¿cuáles son los elementos específicamente nuevos que aporta usted?

André Bouny: El elemento nuevo más destacable es sin duda el nuevo cálculo del volumen de los agentes químicos que he establecido a partir de los datos del Informe Stellman, el estudio oficial financiado por Estados Unidos a principios de la década de 2000 en Vietnam, un informe que altera a la baja todos los cálculos comúnmente admitidos hasta entonces. Simplificando las cosas, partí de datos establecidos por los archivos del ejército estadounidense -que probablemente son incompletos- y los crucé con otras informaciones salidas también de estos mismos archivos. El resultado es simplemente terrorífico. Jeanne Mager Stellman, una científica estadounidense que elaboró un informe que lleva su nombre, leyó atentamente mi libro y no puso en tela de juicio en ningún momento el nuevo cálculo que propongo sobre los volúmenes de agentes químicos utilizados en Vietnam.

Por otra parte, la manera en que se habla de la guerra de Vietnam en este libro no es la que se cuenta en los manuales de historia occidentales: la perspectiva es la de los vietnamitas. En efecto, el telón de fondo está jalonado de muchos elementos demasiado poco conocidos, olvidados por la amnesia selectiva. Hablo del falso ataque sufrido por los barcos estadounidenses en el golfo de Tonkin que permitió desencadenar la guerra contra el Vietnam del norte comunista y engañar al Congreso estadounidense, o de la trama de las guerras secretas que se llevaron a cabo en Laos y Camboya en la más perfecta ilegalidad nacional e internacional, o incluso el inimaginable tonelaje de las bombas arrojadas durante esta segunda guerra de Indochina, la cantidad impensable de muertos y heridos, o del embargo que multiplicó los daños de esta larga guerra de independencia sobre la población civil, primera víctima de los últimos conflictos postcoloniales… Éstos son algunos ejemplos.

Silvia Cattori: En la década de 1970 recorrí Vietnam con el corazón destrozado. Admiré a esos frágiles médicos vietnamitas, los cuales operaban día y noche en la selva a las víctimas de los bombardeos estadounidenses que lanzaban continuamente sus mortales cargamentos. ¿Cómo son hoy los efectos del agente naranja en los seres humanos, la flora y la fauna en estos países de la antigua Indochina en los que residen ex combatientes y dónde se ha almacenado el producto?

André Bouny: La situación actual en Vietnam es simplemente catastrófica. Hace sólo unos días el vicepresidente de la Asamblea Nacional de Vietnam anunció que cuatro millones de personas estaban actualmente contaminadas.

Esto puede parecer descomunal y, sin embargo, proporcionalmente estas cifras están muy por debajo de, por ejemplo, las de los veteranos surcoreanos que han llevado el asunto a los tribunales… Ahora bien, ¡ellos no se vieron expuestos de una manera comparable a la situación en la que se sigue encontrando la población vietnamita! Tanto ex combatientes como población civil, sin distinciones, padecen enfermedades incurables y cánceres en un país en el que el acceso a la atención médica, cuando existe, es difícil.

Están además los recién nacidos que vienen al mundo con deformaciones monstruosas, ausencias parciales o totales de miembros y/o deficiencias mentales. Lo mismo ocurre en Laos y Camboya, países en los que faltan cruelmente medios para establecer, a semejanza de Vietnam, cuál es realmente la situación epidemiológica. Tanto en Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur como en torno a las bases militares en Filipinas en las que se almacenaba el veneno veteranos y civiles que fueron expuestos al agente naranja desarrollan los mismos males.

Por lo que se refiere al medio ambiente, la selva tropical desaparecida no se regenera y no se puede hacer que vuelva a surgir la selva tropical cuando los suelos erosionados han perdido sus nutrientes, generados por la propia selva y que le permiten crecer y existir: es una situación inextricable y desesperante. En Vietnam hay zonas enteras en las que se ha prohibido cultivar o que son de acceso prohibido, son los hots spots. Estos «puntos calientes» suelen ser antiguas bases militares estadounidenses que se extendían por superficies considerables -auténticas ciudades- en las que se almacenaba el agente naranja antes de trasvasarlo a los aviones o a aparatos terrestres, y cuyos alrededores eran ampliamente defoliados por razones evidentes de seguridad.

En lo que concierne a Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, el problema afecta más particularmente a los veteranos y en diversos grados a los lugares en los que se experimentaron los agentes químicos (o a veces se fabricaron, como en el caso de Nueva Zelanda) durante las pruebas para ponerlos a punto. La lucha de los veteranos de estos países, enfermos y con una descendencia paralelamente afectada, es más conocida porque en comparación con Vietnam estos países se benefician de estructuras sanitarias. Pero, aun así, la lucha de estos veteranos de países llamados desarrollados fue larga y feroz para obtener el reconocimiento de las relaciones de causa efecto entre el agente naranja y sus enfermedades. Y esta lucha sigue actualmente. Para la mayoría de los veteranos el reconocimiento y las indemnizaciones se siguen haciendo esperar.

Silvia Cattori: Usted describe detalladamente, con gran compasión y mucho tacto, la vida cotidiana de las víctimas y sus familias. ¿Existe esperanza para ellas?

André Bouny: La esperanza exige que se satisfagan tres puntos. Ante todo, que los medios de comunicación apoyen a las víctimas ante las opiniones públicas, sin lo cual los puntos siguientes serán inalcanzables: que se haga justicia, lo que implica unas indemnizaciones consecuentes y adaptadas; que finalmente los presupuestos económicos hagan avanzar a la ciencia en los dominios de descontaminación corporal y medioambiental (acabamos de saber que el genetista John Greg Venter acaba de controlar una bacteria). Las bacterias son la principal esperanza en lo que concierne a la descontaminación de los suelos. Más allá de eso, el presidente Barack Obama podría suavizar los ángulos de este asunto en relación a las cuestiones geopolíticas.

Silvia Cattori: En los Anexos de su obra usted hace un recuento de todos los principales documentales, libros y artículos sobre el tema, en francés e inglés. ¿Por qué hay tan pocos?

André Bouny: En las obras generadas por la Guerra de Vietnam este arma química se menciona brevemente y muy pocas veces es objeto de una página entera. En Estados Unidos existen obras consagradas al agente naranja, esencialmente en referencia a los veteranos nacionales. En 2005 la Asociación de Amistad Franco-Vietnamita publicó en francés una pequeña antología de trece autores especializados. En el cine, por su parte, si bien existen algunos documentales -con frecuencia a iniciativa personal- todavía no se ha dedicado ningún largometraje al tema. La película sobre este tema, programada en un canal de la televisión francesa, dura 75 minutos y está dedicada a las gestiones judiciales vietnamitas en tierras estadounidenses.

Sin duda existen razones objetivas para ello, pero también irracionales: ausencia de presupuesto para una obra que no proyectará la imagen de un Estados Unidos benefactor, autocensura con el objetivo de preservar un honor herido o de no alarmar o indignar a la opinión pública ante imágenes insoportables de niños monstruos. El crimen del agente naranja puede resurgir con ocasión de la urgente preocupación por preservar el medio ambiente que no se libra de ser un efecto de moda. Por otra parte, la utilización de congéneres químicos del agente naranja en los pesticidas utilizados en la agricultura industrial moviliza a la gente en relación con una alimentación que asusta, y con razón, con lo que se relacionan así los pesticidas con los recursos alimenticios actuales; por el contrario, el agente naranja se utilizó en Vietnam, Laos y Camboya para destruir los recursos alimenticios de ayer. Al cerrarse, este círculo une indisociablemente las obras El mundo según Monsanto, de Marie-Monique Robin; Soluciones locales para un desorden global, de Coline Serreau; y Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam: un signo de los tiempos.

Silvia Cattori: Es muy valiente dedicarse a un tema que los poderes quieren ignorar. Es de augurar que su libro, que ya ha sido recogido por los nuevos medios de comunicación, tenga el recibimiento que merece en la prensa tradicional.

André Bouny: 2010 es el año de la biodiversidad. ¡Debería serlo cada año! Se constata una evolución del público hacia una mayor toma de conciencia, un interés por discernir y conocer mejor los perjuicios de nuestras sociedades industriales sobre nuestras propias vidas. Esta constatación implica al público y a los medios de comunicación, ya que ambos están íntimamente unidos.

Aunque, por desgracia, el agente naranja no sea un asunto del pasado puesto que en este instante siguen muriendo y naciendo víctimas, por supuesto existe un deber de memoria y, sobre todo, de reparación. Tengo confianza: los medios tradicionales no pueden permanecer al margen de un problema que concierne a millones de víctimas.

En mi opinión, Internet y los medios tradicionales no son antagonistas, como con frecuencia los últimos creen, sino complementarios. No tienen por qué temerse mutuamente: simplemente deben abolir la línea que les divide sobre ciertas informaciones. Si ciertas páginas web se benefician de una audiencia importante, también es un hecho que para que una información llegue al gran público debe ser revelada por los grandes medios tradicionales; Internet no los pueden sustituir, al menos todavía. Espero que las páginas web sean un intermediario, un paso hacia los medios que usted llama «alineados»; no soy ingenuo, aunque quizá soy demasiado optimista. Las ONG como Médicos del Mundo, Médicos sin Fronteras, Handicap International, WWF, la Cruz Roja, etc., también deben acercarse a las víctimas del agente naranja que necesitan a todos. Cada uno debe salir de su parcela.

La opinión pública es la única que puede ejercer una presión lo suficientemente fuerte como para obligar a sus representantes y a los responsables políticos a intervenir ante sus homólogos de todos los países y, en particular, de Estados Unidos. Las víctimas están entre nosotros, aunque muchas de las personas expuestas ya han muerto. Los niños inocentes que hoy, tres generaciones después de la guerra, nacen sin brazos ni piernas, o sin ojos, incluso sin cerebro o con dos cabezas (la cantidad de malformaciones no tiene límites), estos niños son nuestros semejantes en el sentido más laico del término. Callar equivale a apoyar el crimen. Además, cuando los criminales no sólo siguen impunes sino que además prosperan con sus crímenes, hay muchas posibilidades de que cometan otros en el futuro. Es necesario conocer el pasado para impedir que esto vuelva a suceder.

Silvia Cattori: En su libro relata cómo la acción que emprendieron en Estados Unidos las víctimas vietnamitas del agente naranja se saldó con una denegación de justicia, de la que apenas informaron los grandes medios, y usted menciona los intereses cruzados de los grandes grupos industriales, de las grandes potencias y de los poderes mediáticos para explicar este escandaloso silencio. El mismo silencio rodea hoy a las informaciones que han reunido algunos grupos de investigadores sobre los efectos de las armas de uranio empobrecido, cuyos trabajos sólo han conocido por el momento una difusión demasiado restringida para movilizar a la opinión pública. En vista de ello, ¿cómo seguir siendo tan optimista como usted parece ser? En su opinión, ¿cuáles son los factores que podrían cambiar la situación de forma determinante?

André Bouny: Identificar bien los frenos a la justicia es una necesidad para ganar las causas en el terreno judicial. Es esencial la información sobre estos obstáculos, no sólo para denunciarlos sino para obtener el apoyo de la opinión pública, porque la justicia sólo se puede obtener si y cuando todos han comprendido bien la prueba de la injusticia. Pero nos encontramos en un círculo inmoral porque los intereses financieros unen a traficantes de armas y poderes mediáticos. A esto se añade la autocensura, consciente o inconsciente, fabricada por una ideología individualista la cual se basa en el milagro de un progreso perpetuo e ilimitado, que deja creer y aceptar que en el fondo nada es tan grave y que cualquier problema encontrará un día su solución y acabará por resolverse por sí mismo. Es un poco la misma mentira intelectual que la que consiste en creer que las fuentes de energía no renovables son inagotables y eternas.

Por lo que se refiere al optimismo, sé que hay periodistas curiosos y humanistas, ilustrados y valientes, como siempre los ha habido.

No se puede estar al lado de las víctimas y no creer en lo que se emprende por ellas, sin lo cual es inútil iniciar la menor acción que tenga por objetivo obtener unas mejores condiciones de vida para ellas. Por supuesto, la realidad puede aniquilar la esperanza. A veces ocurre también que el optimismo se desvanece o, más bien, se eclipsa. Pero si quienes apoyan a las víctimas mostraran un pesimismo resignado, ¿con quién podrían contar éstas? La situación de las víctimas del agente naranja, como la de otras víctimas, sólo podrá cambiar si una información sostenida de manera duradera hace tomar conciencia de su existencia a la opinión pública internacional.

jueves, marzo 03, 2022

¿POR QUÉ ESTADOS UNIDOS Y LA OTAN NUNCA HAN SIDO SANCIONADOS POR INICIAR GUERRAS?

La guerra no es defendible, es espantosa y condenable en todos sus aspectos. Es el resultado de la carencia de inteligencia para resolver los conflictos. Lamentablemente forma parte del ADN humano. Por ello, siempre que estallan, hay que comprender que no se producen de un día para otro, sino por acumulación de causas diversas, que llevan tiempo gestándose como advertencias pero que, por razones de intereses, ambiciones e inoperancias, no se toman en cuenta y  fracasan.

Lo que está sucediendo en Ucrania tiene una casuística muy clara y es que los verdaderos culpables son aquellos que mueven los hilos del conflicto desde la puerta trasera y sacan tajada de ello. Es la llamada realidad silenciada donde los “malos” y los “buenos” siempre son los mismos. Es justo lo que opinan muchos analistas, entre ellos el periodista estadounidense Robert Bridge en su artículo de opinión: Estados Unidos y la OTAN nunca han sido sancionados por iniciar guerras. ¿Por qué? A continuación transcribo dicho articulo en castellano.

Carlos Flaqué Monllonch

Robert Bridge es un escritor y periodista estadounidense. Él es el autor de 'Medianoche en el Imperio Americano', 'Cómo las Corporaciones y sus Servidores Políticos están Destruyendo el Sueño Americano'. 

“Occidente ha tomado una postura extrema contra Rusia por su invasión a Ucrania. Esta reacción expone un alto grado de hipocresía considerando que las guerras en el extranjero lideradas por Estados Unidos nunca recibieron la respuesta punitiva que merecían.

Si los acontecimientos actuales en Ucrania han demostrado algo, es que Estados Unidos y sus socios transatlánticos son capaces de pasar por encima de un planeta azotado por las bombas —en Afganistán, Irak, Libia y Siria, por nombrar algunos de los puntos críticos— con impunidad casi total. Mientras tanto, Rusia y Vladimir Putin están siendo retratados en casi todas las publicaciones de los principales medios de comunicación hoy como la segunda venida de la Alemania nazi por sus acciones en Ucrania.

Primero, seamos claros en algo. La hipocresía y los dobles raseros por sí solos no justifican la apertura de hostilidades por parte de ningún país. En otras palabras, el hecho de que los países del bloque de la OTAN hayan estado abriendo un camino de destrucción desenfrenada en todo el mundo desde 2001 sin consecuencias graves, esto no le da a Rusia, ni a ningún otro país, licencia moral para comportarse de manera similar. Debe haber una razón convincente para que un país autorice el uso de la fuerza, comprometiéndose así a lo que podría considerarse 'una guerra justa'. Por lo tanto, la pregunta: ¿Pueden las acciones de Rusia hoy ser consideradas 'justas' o, al menos, comprensibles? Dejaré esa respuesta al mejor juicio del lector, pero sería ocioso no considerar algunos detalles importantes.

Solo a los consumidores de comida rápida de los principales medios les sorprendería que Moscú haya estado advirtiendo sobre la expansión de la OTAN durante más de una década. En su ahora famoso discurso ante la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, Vladimir Putin preguntó conmovedoramente a los poderosos globales reunidos, ¿por qué es necesario poner infraestructura militar en nuestras fronteras durante esta expansión de la OTAN? ¿Puede alguien responder a esta pregunta? Más adelante en el discurso, dijo que la expansión de los activos militares hasta la frontera rusa no está relacionada de ninguna manera con las opciones democráticas de los estados individuales.

Las preocupaciones del líder ruso no solo fueron recibidas con la cantidad predecible de desprecio en medio del sonido ensordecedor de los grillos, sino que la OTAN ha otorgado la membresía a cuatro países más desde ese día (Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte). Como un experimento mental que incluso un idiota podría realizar, imagine la reacción de Washington si Moscú estuviera construyendo un bloque militar en continua expansión en América del Sur, por ejemplo. 

Sin embargo, la verdadera causa de la alarma de Moscú se produjo cuando EE. UU. y la OTAN comenzaron a inundar a la vecina Ucrania con una deslumbrante variedad de armamento sofisticado en medio de los pedidos de membresía en el bloque militar. ¿Qué diablos podría salir mal? En la mente de Moscú, Ucrania comenzaba a representar una amenaza existencial para Rusia. 

En diciembre, Moscú, acercándose rápidamente al final de su paciencia, entregó borradores de tratados a EE. UU. y la OTAN, exigiendo que detuvieran cualquier expansión militar hacia el este, incluso mediante la adhesión de Ucrania o cualquier otro estado. Incluía la declaración explícita de que la OTAN no llevará a cabo ninguna actividad militar en el territorio de Ucrania u otros estados de Europa del Este, el sur del Cáucaso y Asia Central. Una vez más, las propuestas de Rusia fueron recibidas con arrogancia e indiferencia por parte de los líderes occidentales.

Si bien las personas tendrán diferentes opiniones sobre las acciones impactantes que tomó Moscú a continuación, nadie puede decir que no fueron advertidos. Después de todo, no es que Rusia se despertara el 24 de febrero y de repente decidiera que era un día maravilloso para iniciar una operación militar en el territorio de Ucrania. Así que sí, se podría argumentar que Rusia se preocupaba por su propia seguridad como justificación de sus acciones. Desafortunadamente, lo mismo puede ser más difícil de decir de los Estados Unidos y sus secuaces de la OTAN con respecto a su comportamiento beligerante en el transcurso de las últimas dos décadas.

Considere el ejemplo más notorio, la invasión de Irak en 2003. Esta desastrosa guerra, que los hackers de los medios occidentales han calificado como un desafortunado 'fallo de inteligencia', representa uno de los actos más atroces de agresión no provocada en la historia reciente. Sin profundizar demasiado en los detalles turbios, Estados Unidos, que acababa de sufrir los ataques del 11 de septiembre, acusó a Saddam Hussein de Irak de albergar armas de destrucción masiva. Sin embargo, en lugar de trabajar en estrecha colaboración con los inspectores de armas de la ONU, que se encontraban en Irak tratando de verificar las afirmaciones, EE. UU., junto con el Reino Unido, Australia y Polonia, lanzaron un bombardeo de conmoción y terror. campaña contra Irak el 19 de marzo de 2003. En un abrir y cerrar de ojos, más de un millón de iraquíes inocentes sufrieron la muerte, lesiones o el desplazamiento por esta flagrante violación del derecho internacional.

El Centro para la Integridad Pública informó que la administración Bush, en su esfuerzo por reforzar el apoyo público a la carnicería inminente, hizo más de 900 declaraciones falsas entre 2001 y 2003 sobre la supuesta amenaza de Irak a Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, de alguna manera los medios de comunicación occidentales, que se han convertido en los más rabiosos proliferadores de agresión militar sin excepción, no lograron encontrar ninguna falla en el argumento a favor de la guerra, es decir, hasta después de que las botas y la sangre estuvieran en el suelo, por supuesto.

Podría esperarse, en un mundo más perfecto, que EE. UU. y sus aliados estuvieran sujetos a algunas sanciones severas a raíz de este 'error' prolongado de ocho años contra inocentes. De hecho, hubo sanciones, pero no contra Estados Unidos. Irónicamente, las únicas sanciones que resultaron de esta loca aventura militar fueron contra Francia, un miembro de la OTAN que había rechazado la invitación, junto con Alemania, para participar en el baño de sangre iraquí. La hiperpotencia global no está acostumbrada a tal rechazo, especialmente de sus supuestos amigos (...)

Ahora compare este enfoque de los EE. UU. y sus aliados con guantes de seda con la situación actual que involucra a Ucrania, donde la balanza de la justicia está claramente contra Rusia, y a pesar de sus advertencias razonables de que se siente amenazada por los avances de la OTAN. Independientemente de lo que una persona pueda pensar sobre el conflicto que ahora se libra entre Rusia y Ucrania, no se puede negar que la hipocresía y el doble rasero que sus perennes detractores lanzan contra Rusia es tan impactante como predecible. La diferencia hoy, sin embargo, es que las bombas están explotando.

Además de las severas sanciones a las personas rusas y a la economía rusa, tal vez mejor resumidas por el ministro de economía francés, quien dijo que su país está comprometido a librar una guerra económica y financiera total contra Rusia, ha habido un esfuerzo profundamente inquietante para silenciar las noticias y la información procedente de esas fuentes rusas que podrían dar al público occidental la opción de ver las motivaciones de Moscú. El martes 1 de marzo, YouTube decidió bloquear los canales de RT y Sputnik para todos los usuarios europeos, lo que permitió que el mundo occidental se apoderara de otra parte de la narrativa global. 

Teniendo en cuenta la forma en que Rusia ha sido vilipendiada en el imperio de las mentiras, como Vladimir Putin llamó a la tierra de sus perseguidores por motivos políticos, algunos pueden creer que Rusia merece las amenazas continuas que ahora recibe. De hecho, nada podría estar más lejos de la verdad. Este tipo de fanfarronería global, que se asemeja a una especie de campaña sin sentido de señalización de virtudes ahora tan popular en las capitales liberales, además de inflamar innecesariamente una situación ya volátil, asume que Rusia está totalmente equivocada, punto.

Un enfoque tan imprudente, que no deja espacio para el debate, ni espacio para la discusión, ni espacio para ver el lado de Rusia en esta situación extremadamente compleja, solo garantiza más enfrentamientos, si no una guerra global en toda regla, más adelante. A menos que Occidente esté buscando activamente el estallido de la Tercera Guerra Mundial, sería recomendable detener la horrible hipocresía y el doble rasero contra Rusia y escuchar pacientemente sus opiniones y versiones de los hechos (incluso las presentadas por medios extranjeros). No es tan increíble como algunas personas pueden desear creer".


lunes, febrero 28, 2022

LA CRISIS DE UCRANIA: EL PARAÍSO DE LAS MILICIAS NEONAZIS

Antes de buscar culpables hay que conocer las causas y saber qué y quien está detrás de este conflicto entre Rusia y Ucrania y evitar las desinformaciones. Como bien dice el gran periodista Pascual Serrano: “El exceso y la rapidez de la información han logrado insensibilizarnos como no lo hubiera logrado la política y el sistema menos solidario del mundo. El caso de la información internacional es el más desesperante (…) Nuestra sociedad está abandonando los hechos y la razón para abrazar las emociones y los sentimientos”.

Según publica el trabajo de investigación de Al Descubierto, “En las últimas semanas, medio mundo está pendiente del conflicto entre Rusia y la OTAN, la alianza militar liderada por Estados Unidos a la que pertenecen casi todos los países de Europa. Un conflicto que tiene como centro neurálgico Ucrania, un estado que hace fronterizo entre ambos. Esto ha supuesto, por lo tanto, un choque frontal entre la Unión Europea y Rusia que se ha traducido en la movilización de tropas, entre otras polémicas decisiones, resucitando en España el «No a la Guerra» que se agitó cuando José María Aznar formaba parte del llamado «Trío de las Azores».

Los dos lados de este conflicto se señalan mutuamente por lo que consideran una violación de su soberanía y una amenaza a la integridad de su población y de sus intereses, con un grave intercambio de acusaciones.

Por un lado, la OTAN busca incorporar a Ucrania a su alianza, considerando que este país tiene todo el derecho del mundo a hacerlo; por otro lado, el gobierno del Kremlin, liderado por el veterano Vladimir Putin, considera que ubicar tropas militares a las puertas de su casa es una amenaza directa a su país.

Así, el órdago lanzado por Putin es claro: quiere que la presencia militar de la OTAN retroceda a la situación de 1997, esto es, antes de que los países del este exsoviéticos se unieran a la Alianza Atlántica (Polonia, Hungría, República Checa, Bulgaria, Estonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia).

Para sostener su posición, el gobierno ruso cita el acuerdo sostenido entre George Bush y Mijaíl Gorbachov en 1990: a cambio de permitir la reunificación de Alemania, el entonces presidente estadounidense acordó que no incorporaría a la OTAN países de la antigua esfera soviética (pertenecientes al extinto Pacto de Varsovia).

Como dicho pacto nunca se puso por escrito y EEUU negaba la mayor, en 1997, Bill Clinton y Boris Yeltsin firmaron el Acta Fundacional Rusia-OTAN, donde se comprometieron a no colocar tropas en los países anteriormente mencionados. Este pacto tampoco ha llegado a cumplirse. Con el tiempo, el conflicto político, económico y militar ha vuelto, con intereses en juego para los dos bandos, trayendo recuerdos de la extinta Guerra Fría y colocando a Europa al borde del conflicto militar, al menos aparentemente.

Expansión de la OTAN en Europa por año. Autor: Ministerio de Educación. Fuente: OTAN

Mientras los grandes medios de comunicación de ambos bandos alerta del peligro que supone el otro y se preparan para justificar cualquier postura, lo cierto es que las maniobras militares ya se están dando en uno y otro lado de la frontera. En España, las protestas inundaron las redes sociales cuando el gobierno movilizó la fragata Blas de Lezo con 200 efectivos a bordo, una movilización que ha continuado y que continuará, previsiblemente. Mientras, fuentes afirman que cerca de Ucrania, el gobierno ruso habría movilizado entre 100.000 y 150.000 efectivos, lo que consideran, de hecho, el principal desencadenante de la crisis. Las cifras y los datos sobre estas maniobras siguen actualmente en disputa, con varias versiones y bailes estadísticos.

Sin embargo, mientras la mayoría de analistas y expertos se dedica a buscar argumentos para ver quién está sosteniendo la posición más lógica, son pocas las personas que analizan cómo la extrema derecha y, más concretamente, grupos neonazis, están teniendo un papel crucial en el conflicto desde hace años. Y cómo han encontrado en Ucrania un campo donde dar rienda suelta a sus retrógradas ideas.

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