Antes de buscar culpables hay que
conocer las causas y saber qué y quien está detrás de este conflicto entre
Rusia y Ucrania y evitar las desinformaciones. Como bien dice el gran
periodista Pascual Serrano: “El exceso y la rapidez de la información
han logrado insensibilizarnos como no lo hubiera logrado la política y el
sistema menos solidario del mundo. El caso de la información internacional es
el más desesperante (…) Nuestra sociedad está abandonando los hechos y la razón
para abrazar las emociones y los sentimientos”.
Según publica el trabajo de
investigación de Al Descubierto, “En las últimas semanas, medio mundo
está pendiente del
conflicto entre Rusia y la OTAN, la alianza militar liderada por Estados
Unidos a la que pertenecen casi todos los países de Europa. Un conflicto que
tiene como centro neurálgico Ucrania, un estado que hace fronterizo
entre ambos. Esto ha supuesto, por lo tanto, un choque frontal entre la Unión
Europea y Rusia que se ha traducido en la movilización
de tropas, entre otras polémicas decisiones, resucitando en España
el «No a la Guerra» que se agitó cuando José María
Aznar formaba parte del llamado «Trío
de las Azores».
Los dos lados de este conflicto
se señalan mutuamente por lo que consideran una violación de su soberanía y una
amenaza a la integridad de su población y de sus intereses, con un grave
intercambio de acusaciones.
Por un lado, la OTAN busca
incorporar a Ucrania a su alianza, considerando que este país tiene todo el
derecho del mundo a hacerlo; por otro lado, el gobierno del Kremlin, liderado
por el veterano Vladimir Putin, considera que ubicar tropas militares a
las puertas de su casa es una amenaza directa a su país.
Así, el órdago lanzado por Putin
es claro: quiere que la presencia militar de la OTAN retroceda a la
situación de 1997, esto es, antes de que los países del este exsoviéticos se
unieran a la Alianza Atlántica (Polonia, Hungría, República
Checa, Bulgaria, Estonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia).
Para sostener su posición, el gobierno ruso cita el acuerdo sostenido entre George Bush y Mijaíl Gorbachov en 1990: a cambio de permitir la reunificación de Alemania, el entonces presidente estadounidense acordó que no incorporaría a la OTAN países de la antigua esfera soviética (pertenecientes al extinto Pacto de Varsovia).
Como dicho pacto nunca se puso por escrito y EEUU negaba la mayor, en 1997, Bill Clinton y Boris Yeltsin firmaron el Acta Fundacional Rusia-OTAN, donde se comprometieron a no colocar tropas en los países anteriormente mencionados. Este pacto tampoco ha llegado a cumplirse. Con el tiempo, el conflicto político, económico y militar ha vuelto, con intereses en juego para los dos bandos, trayendo recuerdos de la extinta Guerra Fría y colocando a Europa al borde del conflicto militar, al menos aparentemente.
Mientras los
grandes medios de comunicación de ambos bandos alerta del peligro que supone el
otro y se preparan para justificar cualquier postura, lo cierto es que
las maniobras militares ya se están dando en uno y otro lado de la frontera. En
España, las protestas inundaron las redes sociales cuando el gobierno movilizó
la fragata Blas de Lezo con 200 efectivos a bordo, una movilización
que ha
continuado y que continuará, previsiblemente. Mientras, fuentes afirman que
cerca de Ucrania, el
gobierno ruso habría movilizado entre 100.000 y 150.000 efectivos, lo que
consideran, de hecho, el principal desencadenante de la crisis. Las cifras y
los datos sobre estas maniobras siguen actualmente en disputa, con varias
versiones y bailes estadísticos.
Sin embargo, mientras la mayoría de analistas y expertos se dedica a buscar argumentos para ver quién está sosteniendo la posición más lógica, son pocas las personas que analizan cómo la extrema derecha y, más concretamente, grupos neonazis, están teniendo un papel crucial en el conflicto desde hace años. Y cómo han encontrado en Ucrania un campo donde dar rienda suelta a sus retrógradas ideas.
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