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lunes, octubre 15, 2012

LOS RICOS AUN MÁS RICOS


Estaba trabajando en mi lugar de trabajo habitual cuando un compañero con el cual solemos tertuliar, en nuestros descansos, sobre la vida, el mundo, nuestro accidentado país y sus políticos de mierda, me comentaba ... "Esto no puede continuar así, algo muy gordo va a pasar; esta situación es inaguantable". Amigo, tienes razón y quizás muchas respuestas estén colocadas en este brillante articulo Gabriela Cañas y la cita de Vicenç Navarro:

KarlFM.-


"Los ricos tienen tanto dinero que, cuando consiguen más dinero, en lugar de aumentar su consumo, lo invierten, a fin de acumular más y más dinero, creando un problema grave. En momentos de recesión, se necesita que la gente consuma para que crezca la demanda. Pero si el 20% de la renta nacional la tiene el 1% de la población que (en términos proporcionales) consume menos, se crea un gran vacío en la demanda.

 Y esto es lo que está ocurriendo en EEUU, en la UE y también en España. Es más, como no hay mucha demanda en la llamada economía productiva, donde se producen bienes y servicios (resultado del descenso de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional) los ricos no invierten en actividades y áreas productivas sino en actividades más rentables, que son las especulativas, creando las burbujas que nos conducen a los desastres que conocemos."


Vicenç Navarro López
Sociólogo y politólogo español. Es experto en Economía Política y Políticas Públicas, ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra y es también profesor en la Universidad Johns Hopkins, de Baltimore, EEUU.



La desigualdad social es un riesgo grave que amenaza también al crecimiento económico.

"Quizá sea exagerado afirmar que estamos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial como empieza a decir más de uno, pero cada vez son más organismos internacionales los que sospechan que la creciente desigualdad es el mayor riesgo al que se enfrentarán nuestras sociedades en la próxima década. El Foro Económico Mundial, el FMI o la OCDE ya han alertado sobre los peligros de esta deriva que está registrando el mundo desarrollado en el que —simplificando— los ricos son pocos y cada vez más ricos, y los que menos tienen son cada vez más y sus ganancias disminuyen. La brecha se acrecienta. En Estados Unidos, los datos son escandalosos. En ese país, como señala The Economist, el 1% de la población con más ingresos ha pasado de detentar el 10% de la riqueza al 20% en los últimos treinta años.

Este fenómeno del aumento de la disparidad de ingresos entre ricos y pobres, que se inició ya en 1980, se ha acelerado con la crisis. El salario medio en Wall Street, por ejemplo, ha crecido en plena Gran Depresión durante los dos últimos años en un 17% alcanzando los 281.000 euros. En general, como contaba en este periódico Sandro Pozzi el pasado jueves, las retribuciones en el sector financiero suben mientras se recortan plantillas.

Solo Latinoamérica y amplias zonas de África, de donde no tenemos datos para analizar la tendencia, se salvan de una deriva tan escandalosa. Mientras la riqueza se concentra y crece de manera desmedida, las clases medias y las menos favorecidas se empobrecen hasta el paroxismo. Es una deriva peligrosa e inmoral en la que España destaca de manera especial. El índice Gini que mide esa brecha entre ricos y pobres se ha disparado desde 2008, año inicial de la crisis, hasta convertir a este país en el más desigual de la eurozona. La coyuntura económica y, sobre todo, las políticas imperantes están dando al traste con uno de los logros más importantes de la democracia española, que logró situar a España entre los países de mayor desarrollo humano del planeta, un índice que tiene en cuenta el acceso general de la población a la riqueza, la educación y la sanidad.

La pobreza por sí sola no genera un malestar social suficiente como para desatar un conflicto de mayores consecuencias. Es la desigualdad y la injusticia intrínseca que conlleva la que provoca las peores tensiones. Latinoamérica debe en gran parte su pasada inestabilidad política al hecho de ocupar el primer puesto en desigualdad social. Tras los gravísimos altercados vividos este verano en las minas de Sudáfrica está el hecho de que el 80% de las reservas de platino del mundo están en ese país mientras su población no acaba de beneficiarse de ello.

La situación es explosiva. En Sudáfrica, como en Grecia, como en España, el paro afecta ya a una cuarta parte de la población activa. Son países, sin embargo, en los que hay grandes fortunas, salarios estratosféricos y, nuevamente, unas políticas económicas de corte radicalmente liberal que, como la lluvia fina, una parte de la sociedad acepta como algo natural. El mismo día en que Oliver Wyman cifraba en 53.745 millones de euros las necesidades de la banca española para sanearse, en algunas tertulias públicas no se hablaba del insoportable peso de esas entidades financieras mal gestionadas que tanto dinero han perdido —o desviado— y que ahora hay que rescatar. No. Se hablaba de que el Estado de bienestar que tenemos es insostenible. Y como ese es el mantra de los que gobiernan, el resultado obvio es una injusta transferencia del dinero de los contribuyentes hacia esas entidades.

La buena noticia no es que los organismos internacionales se hayan convertido de pronto en ONG sensibles a los sufrimientos humanos. La noticia es que tales organismos se están dando cuenta de que la desigualdad social, además de ser una bomba de relojería, puede mermar el crecimiento económico. Así lo considera, por ejemplo, el FMI. De manera que, por la razón que sea, quizá ya no estemos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial , sino en el umbral de una rectificación que es urgente para evitar daños peores, incluso para los ricos. Las políticas económicas tienen que cambiar y estas no deberían volver a olvidar que erosionar con sus recortes la educación, la sanidad y las prestaciones sociales en general es el peor error que se ha cometido".

EL PAÍS
Madrid 14 OCT 2012

domingo, julio 10, 2011

NECESITAMOS NUEVAS NORMAS MUNDIALES (THOMAS POGGE)


La revolución política ya no es viable, no moviliza, y hay que buscar otra manera de distribuir la riqueza más igualitaria.

Thomas Pogge 

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Ha elevado la filosofía a su máxima categoría, la practicidad. La prensa alemana lo apodó “el pensador para cambiar el mundo” y tiene planes para ello. En su libro Hacer justicia a la humanidad (FCE, 2009) plantea posibles reformas realizables y políticamente realistas, y en La pobreza en el mundo y los derechos humanos (Paidós, 2005) demuestra que el orden económico global es éticamente indefendible y que cambiarlo no es tan difícil. Dirige un proyecto internacional para garantizar el acceso a los medicamentos esenciales sin que las farmacéuticas dejen de ganar dinero. Pasó por el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) para participar en unos diálogos sobre Justicia, Democracia y Estado de Derecho. He aquí sus conclusiones.

Inma Sanchís
La Vanguardia

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"Desde que era adolescente mi primer gran proyecto fue detener la guerra de Vietnam, trabajé mucho por ello. Crecer en la Alemania de posguerra me hizo ver que la mayoría de los adultos que me rodeaban habían participado en los crímenes del régimen nazi. Desde entonces entendí que no te puedes creer lo que te dicen, tienes que cuestionarlo todo antes de aceptarlo.

Mi madre era una nazi convencida. Mi padre, mucho mayor que ella, no lo era, pero le tocó combatir y fue prisionero de guerra en Rusia. Otro acontecimiento que me conformó fue la inmensa pobreza que ví en un viaje de tres meses por Asia en 1980.

A partir de la globalización el mundo está sujeto a reglas supranacionales que son sumamente injustas, establecidas para el beneficio de los países ricos. Tenemos que conseguir que estas normas mundiales sean menos hostiles a los pobres del mundo. ¿Cómo? Deberíamos tener un sistema de comercio más justo. Si la OMC no permitiese a los países ricos proteger sus mercados contra las importaciones más baratas, habría bastantes menos pobres en el mundo.

La mitad más pobre del mundo tiene menos del 3% y la mitad rica más del 97% de la renta mundial. En términos económicos es un problema muy pequeño, pero en términos humanos es devastador. Con el 1% del ingreso mundial se acabaría la pobreza.

Ese 1%? Se podría cobrar estableciendo un dividendo global de recursos: cobrar un cargo a quienes extraigan recursos naturales o contaminen en un país, y utilizar ese dinero para erradicar la pobreza. Y aplicarlo también a las transacciones económicas y financieras.

En el caso de las tasas ecológicas se impondría un impuesto de extracción a las compañías que acabaría repercutiendo en los consumidores; en el caso de las transacciones financieras, repercutiría en los bancos. Con sólo poner un impuesto de dos dólares por barril de petróleo obtendríamos dos céntimos por vale a 100 millardos. Los países occidentales dan unos 120 millardos de ayuda a los países pobres. A aliados políticos útiles, y a cambio de que compren productos del país donante.

La ONU se felicita cada año por haber reducido la mortalidad infantil pero la verdad es que ha disminuido porque la natalidad está bajando. La estadística más interesante es la malnutrición crónica, y ese porcentaje no ha dejado de crecer desde 1992.

La ONU nada a contracorriente. La presión sobre el precio de los alimentos tiene que ver, entre otros motivos, con los biocombustibles que generan una competencia por la tierra, lo que hace que suba el precio de la comida.

Los países pobres son ineficientes y corruptos, es cierto, pero los países occidentales contribuyen a esa corrupción facilitando que nuestros bancos acepten dinero robado al pueblo, y encima les den intereses.

Cada año grandes sumas de dinero que ha sido robado por gobernantes y funcionarios públicos fluye a los países ricos. Una suma de dinero que es diez veces más grande que todo el dinero para la ayuda al desarrollo. Es inmoral aceptar dinero robado pero detener eso representaría una gran pérdida de ingresos para los países ricos. No estoy hablando de ser generosos con el tercer mundo, sino de dejar de ayudar a la gente a que robe. Compramos los recursos del país pagándoselos a los dictadores y perpetuándolos en el poder, apoyándolos y vendiéndoles armas. El caso de Obiang es paradigmático: Guinea Ecuatorial tiene una renta media como la europea, pero el 90% de la población es pobrísima. Debemos establecer unas normas más estrictas sobre a quién vamos a reconocer como legítimo mandatario.

Manda quien ejerce el poder pero el soberano debería ser el pueblo. Si el pueblo no reconoce al mandatario, este no puede vender los recursos y encima pedir préstamos en nombre de la población. Necesitamos nuevas normas mundiales. Por ejemplo, propongo establecer un Fondo de Impacto sobre la Salud: cada nueva patente permite a las compañías farmacéuticas cobrar un precio muy alto, de manera que los pobres quedan excluidos. Mi idea es pagar a las compañías a través de un sistema tributario de los países según su renta nacional; con el 0,03% habría suficiente. Y seguirían haciendo negocio. La empresa que propicia una innovación medicinal se compromete a vender el medicamento al costo y a cambio recibe una retribución por la mejora efectiva que produzca en la salud. Así sería muy conveniente económicamente investigar y producir drogas para las enfermedades olvidadas, porque hay millones de personas que las padecen".

THOMAS POGGE
filósofo, profesor de la Universidad de Yale y promotor del Fondo de Impacto sobre la Salud (HIF, en inglés), es una de las voces críticas con el sistema que estrangula a los países pobres hasta la extenuación. Visitó Barcelona invitado por el CCCB ( Centre de Cultura Contemporània de Barcelona).

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