Estaba trabajando en mi lugar de trabajo habitual cuando un compañero con el cual solemos tertuliar, en nuestros descansos, sobre la vida, el mundo, nuestro accidentado país y sus políticos de mierda, me comentaba ... "Esto no puede continuar así, algo muy gordo va a pasar; esta situación es inaguantable". Amigo, tienes razón y quizás muchas respuestas estén colocadas en este brillante articulo Gabriela Cañas y la cita de Vicenç Navarro:
KarlFM.-
Y esto es lo que está ocurriendo en EEUU, en la UE y también en España. Es más, como no hay mucha demanda en la llamada economía productiva, donde se producen bienes y servicios (resultado del descenso de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional) los ricos no invierten en actividades y áreas productivas sino en actividades más rentables, que son las especulativas, creando las burbujas que nos conducen a los desastres que conocemos."
Vicenç Navarro López
Sociólogo y politólogo español. Es experto en Economía Política y
Políticas Públicas, ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad
de Barcelona, actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la
Universidad Pompeu Fabra y es también profesor en la Universidad Johns Hopkins,
de Baltimore, EEUU.
La desigualdad social
es un riesgo grave que amenaza también al crecimiento económico.
"Quizá sea exagerado afirmar que estamos a las
puertas de una Tercera Guerra Mundial como empieza a decir más de uno, pero
cada vez son más organismos internacionales los que sospechan que la creciente
desigualdad es el mayor riesgo al que se enfrentarán nuestras sociedades en la
próxima década. El Foro Económico Mundial, el FMI o la OCDE ya han alertado
sobre los peligros de esta deriva que está registrando el mundo desarrollado en
el que —simplificando— los ricos son pocos y cada vez más ricos, y los que menos
tienen son cada vez más y sus ganancias disminuyen. La brecha se acrecienta. En
Estados Unidos, los datos son escandalosos. En ese país, como señala The
Economist, el 1% de la población con más ingresos ha pasado de detentar el
10% de la riqueza al 20% en los últimos treinta años.
Este fenómeno del aumento de la disparidad de
ingresos entre ricos y pobres, que se inició ya en 1980, se ha acelerado con la
crisis. El salario medio en Wall Street, por ejemplo, ha crecido en plena Gran Depresión
durante los dos últimos años en un 17% alcanzando los 281.000 euros. En
general, como contaba en este periódico Sandro Pozzi el pasado jueves, las
retribuciones en el sector financiero suben mientras se recortan plantillas.
Solo Latinoamérica y amplias zonas de África, de
donde no tenemos datos para analizar la tendencia, se salvan de una deriva tan
escandalosa. Mientras la riqueza se concentra y crece de manera desmedida, las
clases medias y las menos favorecidas se empobrecen hasta el paroxismo. Es una
deriva peligrosa e inmoral en la que España destaca de manera especial. El
índice Gini que mide esa brecha entre ricos y pobres se ha disparado desde
2008, año inicial de la crisis, hasta convertir a este país en el más desigual
de la eurozona. La coyuntura económica y, sobre todo, las políticas imperantes
están dando al traste con uno de los logros más importantes de la democracia
española, que logró situar a España entre los países de mayor desarrollo humano
del planeta, un índice que tiene en cuenta el acceso general de la población a
la riqueza, la educación y la sanidad.
La pobreza por sí sola no genera un malestar
social suficiente como para desatar un conflicto de mayores consecuencias. Es
la desigualdad y la injusticia intrínseca que conlleva la que provoca las
peores tensiones. Latinoamérica debe en gran parte su pasada inestabilidad
política al hecho de ocupar el primer puesto en desigualdad social. Tras los
gravísimos altercados vividos este verano en las minas de Sudáfrica está el
hecho de que el 80% de las reservas de platino del mundo están en ese país
mientras su población no acaba de beneficiarse de ello.
La situación es explosiva. En Sudáfrica, como en
Grecia, como en España, el paro afecta ya a una cuarta parte de la población
activa. Son países, sin embargo, en los que hay grandes fortunas, salarios
estratosféricos y, nuevamente, unas políticas económicas de corte radicalmente
liberal que, como la lluvia fina, una parte de la sociedad acepta como algo
natural. El mismo día en que Oliver Wyman cifraba en 53.745 millones de euros
las necesidades de la banca española para sanearse, en algunas tertulias
públicas no se hablaba del insoportable peso de esas entidades financieras mal
gestionadas que tanto dinero han perdido —o desviado— y que ahora hay que
rescatar. No. Se hablaba de que el Estado de bienestar que tenemos es
insostenible. Y como ese es el mantra de los que gobiernan, el resultado obvio
es una injusta transferencia del dinero de los contribuyentes hacia esas
entidades.
La buena noticia no es que los organismos
internacionales se hayan convertido de pronto en ONG sensibles a los
sufrimientos humanos. La noticia es que tales organismos se están dando cuenta
de que la desigualdad social, además de ser una bomba de relojería, puede mermar
el crecimiento económico. Así lo considera, por ejemplo, el FMI. De manera que,
por la razón que sea, quizá ya no estemos a las puertas de una
Tercera Guerra Mundial
, sino en el umbral de una rectificación que es urgente para evitar
daños peores, incluso para los ricos. Las políticas económicas tienen que
cambiar y estas no deberían volver a olvidar que erosionar con sus recortes la
educación, la sanidad y las prestaciones sociales en general es el peor error
que se ha cometido".
EL PAÍS
Madrid 14 OCT 2012