A veces camino con la cabeza
baja, porque veo al mundo clavado en el hoyo, pero una fuerza interna me empuja
a mirar hacia arriba, hacia el el infinito, y veo el ave surcar los cielos, entre
las grises nubes y los vientos tormentosos. ¿Tú sabes lo que esto significa? ¿Conoces
la importancia de vivir? ¿Sabes por qué estás aquí? ¿Quién eres? ¿A dónde vas? ¿Por
qué estás? y ¿qué haces por merecer estar en esta dimensión? Vivir no es
permanecer, seguir en la línea discontinua, doblegarse, cumplir con el papel asignado, mantener en
el guión escrito; vivir es cuestionarte a cada momento, sentir, discernir tu ego, construir
ecuaciones, buscar respuestas, elaborar caminos que te lleven a la verdad desnuda,
sin envoltorios, sin corsés, sin cadenas que limiten tu visión de las cosas, que transmute esa realidad que te oprime y digiere. Vivir es diseño, construcción, expansión,
alcance, no por dinero, por narcisismo, por ambición, por poder, sino por
sabiduría, por sentido común, y por supervivencia, porque la vida sin
conocimiento es un desierto, una tierra yerma donde nada florece excepto las
culebras y los escorpiones. La vida es luz, creatividad, sentir que cada día es
un paso mas hacia la consecución de tus planteamientos; sin continuidad
de la linea la curvatura te engulle en su espiral asfixiante.
Vivir por estar, por poseer, por
consumir, por ser más que los demás, es una variable estúpida, una dirección equívoca que te encadena al engranaje de las almas perdidas. El ser no pensante, la variable vacía en
un mundo impensante, es una bola inconsciente que navega por un océano carente
de pensamientos y respuestas. Son almas sin brillo, cometas que cruzan los abismos de la nada hacia su agujero negro,
que resplandecen artificialmente para evaporarse
en la oscuridad de los espacios infinitos. Sin consciente no existe posición,
sin el yo asertivo no se alcanza la conciencia, que permite la transmutación. El mundo es
un carajo hirviente, una sonrisa falsa que muerde tus esperanzas como una
piraña amazónica. La lucha está definida. Los enfrentamientos son una constante diaria en una sociedad desequilibrada, donde la ecuación económica es la diosa de las matemática y la biología, donde los seres vivos son una simple mortaja de rentabilidades.
Ricos contra pobres, clases contra clases, las diferencias son cada vez más aguerridas y el mundo camina hacia el dominio de los poderosos y la
esclavitud de los restos. Somos carne de cañón, alimento para las bestias. Succión
eterna en los tubos digestivos de un sistema corrosivo. Hemos dejado de ser humanos, simbiosis de alma y razón, para
convertirnos en mercancía, combustible para que la maquinaria nunca cese. Cierro
los ojos y veo la corriente, la marea impensante, los ácidos y los venenos, las medusas que picotean las
almas de los que nadan por llegar a las orillas inexistentes. Es el mundo de
la nada, del vacío, de la inesperanza. El sin sentido que vuela como el ave
rapiñosa en busca de su caza. No hay cuerpos, todo es carne, matadero animico
en un sinfin de falsas esperanzas. No creo en esta vida, creo en la otra
alternativa, donde el mundo gira en otra peonza cumpliendo las leyes de la física
real, de la biología y las arquitecturas sociales con sentido. Otros mundos si son posibles.
Millones de años ya pesan, nuestra
historia ha tenido suficiente tiempo para aprender todo aquello que es correcto
y lo que es erróneo y, a fecha de hoy, la Humanidad debería navegar entre la
armonía, la equidad y el sentido común, tres encrucijadas aun pendientes de
resolver. Cuanto más piensas mas deduces que todo es un error, una clara
manipulación en provecho de un fin malévolo, sujeto a ocultos intereses hacia
fines oscuros. Andamos por el falso camino, por la andadura del barro y el
sendero del lodo. No hay autopistas hacia un conocimiento libre, profundo, en
provecho para el bienestar de la civilización; ni siquiera disponemos de vías
de escape reales, y si alguna puerta se abre pronto aparece la mano negra que la
cierra. Andamos por la cuerda floja, hacia el abismo de los ignorantes, como el
ganado trashumante que se pierde en las montañas perdidas. Es justamente lo que
busca el poderoso, que la masa se convierta en un rebaño sumiso, dependiente, débil
y vacío de contenidos. Si no cambiamos, no merecemos estar en esta geometría
biológica, ser cadena de una evolución inteligente, una variable antropológica
de hacia la cima de la vida.
No podemos seguir ciegos, aceptar el fuego como
baluarte y la ignorancia como esquema. Hay que leer, estudiar, conocer,
informarse y reaccionar, ser conscientes de lo que ocurre, hacia donde nos
llevan; no fuimos fabricados para terminar en las fauces del lobo, triturados y
engullidos como corderos, con las tripas fuera y la dermis como caldo de un
festín felino. La fiera debe despertar, salir de su sueño hipnótico, reconstruirse
y fortalecerse para blandir su legendaria espada como hacedor de nuevas civilizaciones,
de cambios revolucionarios. Una nueva Era está por descubrir y debemos hacer
frente al gigante calamar que intenta ahogarnos. El lado oscuro de la fuerza nos
aprisiona, nos encadena, pero la fuerza del lado luminoso nos acompaña, nos
alimenta, una estrella cegadora que desenmascara la sombra y azota la ola de
los gigantes; sin lucha no hay cambios y sin cambios la vida se adormece como
una planta agonizante hasta su muerte.
Somos hijos del universo, de esa fuerza
cosmogónica que a partir de sus energías desconocidas se hizo posible la
existencia. La vida y el ser humano no han nacido para ser pasto del dominio y
la esclavitud, ambas cosas son productos de mentes enfermizas. Nunca se debe
vivir de rodillas y contemplar embobados el vuelo de los otros. No somos nada pero
como humanos nos creemos los amos del universo, los reyes de la creación, que
juegan con partículas en busca de superioridades imposibles. Pero olvidamos a
menudo que cualquier fractura, por débil que sea, derriba todo sistema
establecido. Somos efímeros, letales pero caducos. El tiempo marca nuestra
supervivencia y el futuro se vislumbra hueco, borroso y oscuro. Como afirmó el
famoso biólogo francés Jean Rostand ...
"El hombre es un átomo irrisorio perdido en el cosmos inerte y desmesurado, sabe que su febril actividad no es mas que un pequeño fenómeno local, efímero, sin significación y sin sentido. Sabe que sus valores no le sirven más que a él, y que, desde el punto de vista sideral, la caída de un imperio, o incluso la ruina de un ideal, no cuenta más que el hundimiento de un hormiguero bajo el pie de un paseante distraído.
"El hombre es un átomo irrisorio perdido en el cosmos inerte y desmesurado, sabe que su febril actividad no es mas que un pequeño fenómeno local, efímero, sin significación y sin sentido. Sabe que sus valores no le sirven más que a él, y que, desde el punto de vista sideral, la caída de un imperio, o incluso la ruina de un ideal, no cuenta más que el hundimiento de un hormiguero bajo el pie de un paseante distraído.
De esta forma, no tendrá otro recurso más que aplicarse en olvidar la inmensidad bruta, que le aplasta y le ignora. Repudiando el vértigo estéril de lo infinito, sordo al aterrador silencio de los espacios, tratará de volverse tan incósmico como inhumano es el universo; bravamente replegado sobre sí mismo, se consagrará humildemente, terrestramente, humanamente, a la realización de sus mezquinos designios, en los que fingirá poner la misma seriedad que si apuntasen a fines eternos".
KarlFM.-