martes, enero 31, 2012

REBELARSE VENDE, EL NEGOCIO DE LA CONTRACULTURA


"La contracultura ha sustituido casi por completo al socialismo como base del pensamiento político progresista. Pero si aceptamos que la contracultura es un mito, entonces muchísimas personas viven engañadas por el espejismo que produce, cosa que puede provocar consecuencias políticas impredecibles".

Joseph Heath /  Andrew Potter

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Los libros que critican el consumismo se convierten en éxitos de ventas. Es el caso de No Logo. Las películas que se sublevan contra la sociedad del espectáculo como American Beauty y El Club de la Lucha son pasto de las masas. La ropa más alternativa se vende en los grandes almacenes. El capitalismo parece tener una capacidad inagotable para absorber cualquier crítica contracultural. Los autores de Rebelarse Vende, defienden la necesidad de preocuparse más por la justicia social y menos por la agitación cultural. Los productos contraculturales son objetos de consumo para una cierta élite de la sociedad que quiere distinguirse de la masa. Son personas que dicen querer cambiar el mundo pero que desconfían de la mayoría social. 

 El libro ha sido escrito por los filósofos canadienses Joseph Heath y Andrew Potter, "las ideas de la contracultura están resultando contraproducentes para la izquierda". Por ejemplo, "al rechazar de manera general todas las instituciones y reglas del sistema en su defensa de lo espontáneo, la contracultura ha arremetido contra las normas más elementales de la urbanidad, tachadas de victorianas y decimonónicas. Lo que ha ocurrido es que la gente es cada vez más maleducada, y eso ha favorecido a la derecha. La izquierda necesita una atmósfera de respeto, por ejemplo, para poder explicar sus propuestas, que son complejas".

Los defensores de la contracultura, según Potter y Heath, suelen tener "una motivación política noble, honrada y genuina. El problema es que el discurso contracultural te provee de un paquete teórico completo y bastante fácil de entender cuando eres un adolescente". Para los autores, es necesario huir de ciertas dinámicas autocomplacientes y nada eficaces. "Hay que cambiar las normas, no abolirlas. Transformar las instituciones servirá para modificar las conciencias", afirman.

¿No significa todo esto volver a apostar por los caminos clásicos de los partidos socialdemócratas? Potter y Heath consideran que gobernantes como Tony Blair en el Reino Unido o Paul Martin en Canadá no están desmontando el Estado de bienestar a pesar de las acusaciones, sino "acometiendo reformas estructurales necesarias para garantizar su existencia". Los autores opinan que ciertos movimientos sociales y ONG cumplen un papel fundamental en el activismo político mientras se alejen del "negocio de la contracultura".

Y, por cierto, ¿qué tal se vende rebelarse contra la contracultura? "El libro está funcionando bien. Ha habido gente que ha intentado descalificarnos diciendo que caemos en el mismo error que denunciamos, pero lo cierto es que nosotros nos limitamos a destacar que existe una teoría que no cumple su cometido. No tenemos previsto ponernos a vender zapatillas de deporte con la marca de nuestro libro".


 Andrés Padilla - EL País

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A pesar de las críticas recibidas por algunos sectores, autores y medios, se trata de una inteligente crítica desde la izquierda a los movimientos contraculturales y su deriva hacia las culturas de consumo. La reivindicación central del libro es que los movimientos contraculturales han fracasado en sus deseos de transformar la realidad, y que todos ellos comparten un error fatal en la manera en que entendemos la sociedad, por lo que la contracultura no es una amenaza para el sistema sino que lentamente se ha convertido en otro producto que éste ofrece en el mercado de consumo capitalista. Este error sería esencialmente identificar que los males de la sociedad se hallan solamente en el conformismo y no en la injusticia. Por ello los autores enfatizan la necesidad de preocuparse más por la justicia social de modo concreto y menos por la simple agitación cultural contra las normas tradicionales establecidas.

El sistema, según los autores, no es algo que tiene por objeto la conformidad, sino más bien al contrario, busca la individualidad y la competencia entre las personas, lo cual se consigue mediante la distinción mutua; ese objetivo resulta lógico porque la diferenciación entre los individuos genera que éstos demanden en el mercado capitalista nuevos productos que los diferencien de otros individuos (estimulando la expansión de dicho mercado). El sistema capitalista no estaría tratando entonces de acabar con la individualidad, sino que por el contrario impulsa a la individualidad como una fuerza de distinción social, pues este afán de distinción es un elemento que hace crecer el mercado capitalista.

Las personas están en constante búsqueda para etiquetarse como out unos a otros, y ante tal panorama la contracultura ha devenido en una simple herramienta de diferenciación entre individuos al igual que otras muchas que han existido dentro del sistema capitalista. De esta manera las ropas y las costumbres (como el uso de tatuajes o de jerga) que antes pertenecían sólo a una contracultura marginal se han transformado lentamente en una moda y quedaron integradas plenamente en el modelo de consumo capitalista, adhiriéndose al mainstream.

En el caso del consumismo, el libro explica que este fenómeno obtiene su poder en gran medida debido a la competitividad impuesta por el consumo, el cual se muestra como un esfuerzo de los individuos para diferenciarse entre sí, y por ello la rebelión es un excelente camino para lograr esa distinción. Debido a este fenómeno causado por el consumismo, no es de extrañar entonces, que la imagen de rebeldía o de falta de conformidad ha sido durante mucho tiempo una mera publicidad para la venta de muchos productos puramente comerciales, especialmente los que empiezan a proclamarse como alternativos. Esta tendencia es muy fácil de observar en la música, por ejemplo, donde un movimiento contracultural en Estados Unidos que dio origen al rap o al hip hop se ha transformado en pocos años en un producto de consumo masivo e integrado al mainstream, incorporado plenamente al sistema capitalista.

Evidentemente el libro tiene sus críticos. Derrick O'Keefe reclama que el libro no aboga por un planteamiento más coherente y eficaz de la izquierda política, sino por una estridente defensa de los mercados y el capitalismo. Acusa a los autores de utilizar argumentos basados en la mala interpretación, y tergiversar algunas de las personas que critican (en particular, los acusa de simplificar al extremo el libro No Logo de Naomi Klein y tergiversar el concepto de hegemonía cultural de Antonio Gramsci). O'Keefe también acusa al libro de ser racista, ya que afirma que la participación de la población negra de Detroit en los disturbios de la Calle 12, fue la causa de los problemas subsecuentes del barrio, omitiendo las numerosas condiciones profundas que originaron los disturbios. También acusa al libro de agrupar al preso político Mumia Abu-Jamal con los gustos de Lorena Bobbitt y los pistoleros de Columbine. O'Keefe sostiene que la defensa hecha por los autores del rapero blanco Eminem (al tiempo que critican el hip-hop negro contemporáneo), muestra su ignorancia del tema y hace caso omiso de la conciencia política que tienen algunos artistas de hip-hop negros.

Una revisión del libro, el periódico The Guardian asegura que el argumento que hace es importante y original pero en algunos lugares también es injusto a la luz de pruebas y repetitiva de polémica. Se afirma también que el libro se basa demasiado en la mala interpretación de argumentos y considera que, si bien los autores son pro-bienestar y la lucha contra el negocio sin trabas, su aversión de la fijación capitalista con la cultura juvenil ... se compara a un gran disgusto hacia la cultura juvenil propia y que puede sonar tan nostálgico como cualquier columnista de un periódico conservador del mundo antes de los años 60. Además, el estudio afirma que los autores se centran demasiado en América del Norte, haciendo caso omiso de las más paternalista y menos obsesionada moda del capitalismo y la disidencia no mercantilizada en otras partes del mundo.

Una revisión del libro de The Onion AV Club afirma que la prosa traiciona un profundo conservadurismo social, y que los autores frustrantemente tratan los conceptos de reforma gradual y una total revolución en la conciencia humana como un bien o una proposición. También afirma que las buenas ideas del libro fueron prestadas en su mayoría de Thomas Frank y de David Brooks, autor de Bobos en el Paraíso, pero el libro no tiene la misma calidad debido al indeseable combo de razonamiento defectuoso y argumentos débiles.

Wikipedia

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