¿Y, ante ello, qué pueden hacer
los ciudadanos españoles? Unirse. Unirse los estudiantes,
los parados, los jubilados, los trabajadores, los sindicalistas, los
agricultores... Todo el mundo ha de unirse contra esta realidad. Porque la
clase de Davos, que es la que gobierna por ellos, está muy unida. Si Karl Marx resucitara y viera
esta Europa, pensaría que la guerra de clases está acabando y que los ricos la
están ganando. Por eso hay que unirse y no dejarse perder. Porque en juego está
la democracia y todo lo que hemos hecho desde el siglo XVIII. Todo aquello que
los europeos hemos hecho desde el fin de la II Guerra Mundial. Todo lo que los
españoles han hecho desde el final del franquismo.
SUSAN GEORGE
Susan George, presidenta de honor
de Attac, que lucha por regular los mercados financieros, cree que la
austeridad es una patraña. Politóloga, filósofa y escritora norteamericana,
afincada en París desde 1954, lleva toda la vida luchando, agitando
conciencias. En los noventa lo hizo desde Greenpeace. Entre 1999 y 2006, como
vicepresidenta en Francia de la Asociación para la Tasación de las
Transacciones Financieras y la Ayuda al Ciudadano, organización que promueve el
control de los mercados financieros. “Más vale que
pongamos bajo control a estos locos”, dice en alusión a los banqueros en un
momento de la entrevista, “¡hacen lo que quieren y los Gobiernos les animan a
seguir haciéndolo!”.
A sus 79 años, Susan George es
una mujer elegante y cultivada que habla desde la indignación. Exclama
constantemente. Una especie de sistemático “¡será
posible!” late bajo sus afirmaciones cuando analiza cómo funciona la
sociedad en la que vivimos. Con esa visión panorámica que le otorga su
recorrido vital, la autora de El informe Lugano II (editado por Deusto) clama
su verdad frente a un mundo que avanza, en su opinión, en dirección equivocada.
LA ENTREVISTA
¿Qué está pasando en este mundo en el que
vivimos?
R. Hemos permitido al capitalismo
hacerse, virtualmente, con cada aspecto de la existencia humana; tenemos un
sistema financiero que está completamente fuera de control, y ninguna autoridad
parece querer controlarlo; hay una carrera entre las compañías multinacionales
para hacerse con los recursos que quedan, ya sea energía, comida, tierra, agua,
metales, oro... Y hace 10 años parecía que se estaba produciendo una toma de
conciencia ecológica, pero eso parece haber desaparecido completamente.
¿Y cómo explica usted la crisis en la que nos
hallamos inmersos?
R. Tenemos una crisis
generalizada, una convergencia de varias crisis: la financiera, la de la
creciente desigualdad engendrada por el capitalismo y la ecológica. Hay una
crisis alimentaria y de agua que afecta cada vez a más gente, no solo a aquello
que llamábamos el Tercer Mundo, también a los países ricos. Y por encima de todo
ello está la crisis de la democracia: autoridades ilegítimas que no han sido
elegidas por los ciudadanos son las que crean las reglas del juego. Hacia eso
camina el mundo, y no es una dirección demasiado bella…
En su libro Sus crisis, nuestras soluciones,
escribe usted: “La mayoría de las personas no necesitan más pruebas, ven
perfectamente que el sistema no funciona ni para ellos, ni para sus familias,
amigos o país”.
R. Bueno, depende de para quién.
Para el 1% del 1% funciona. Y ese 1% del 1% ha decidido, desgraciadamente, que
debemos tener desempleo, austeridad, sufrimiento de la población y pérdida de
aquello que la clase trabajadora conquistó a lo largo de los últimos 50 años.
¿El 1% del 1% es lo que usted denomina como “el
grupo de Davos”, los poderosos del mundo que se reúnen cada año en la localidad
suiza? ¿Son ellos los que deciden realmente, o eso es una teoría conspirativa?
R. No, yo no creo en
conspiraciones, yo creo en el manejo de las situaciones en favor de
determinados intereses. No es que ellos se reúnan y digan: “Bueno, vamos a derribar los derechos que la gente ha
conquistado en los últimos 50 años”. No, ellos se reúnen y dicen: “Tenemos demasiadas cargas sociales; hemos ganado 10
puntos del PIB en los últimos años y ahora queremos otros 10”. Se trata
de una convergencia de intereses. Luego la ideología neoliberal genera ideas
que la gente se acaba creyendo, como esa que tanto se ha escuchado en España de
“hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
¡Eso es una tontería!
¿Podría explicar por qué es una tontería?
R. El Estado español no pidió
prestado para mejorar la educación, la sanidad, la cultura o cosas que
beneficiaran a la población en general; pidió para salvar al sistema bancario
tras la crisis inmobiliaria. España no estaba tan endeudada antes de la crisis.
Proporcionalmente, estaba menos endeudada que los virtuosos alemanes, que son
los que han sacado uno de esos números mágicos que aparecen en el Tratado de
Maastricht: hay una cifra, el 3%, que marca el límite de déficit que los países
no deben superar; la otra indica que no hay que endeudarse en más de un 60% del
PIB. Nadie sabe de dónde vienen esas cifras; del Bundesbank, probablemente;
pero ¿por qué es un 3% en vez de un 4%, o un 60% en vez de un 65%? Son cifras
arbitrarias que además han sido rebatidas. Hace poco el FMI dijo que nos equivocamos
con el rescate griego. La ATTAC ha publicado un estudio que muestra que de los
200.000 millones de dólares (153.000 millones de euros) que se entregaron a
Grecia, el 77%, al menos, fue a parar a los bancos. Todo eso está basado en
ideología. El sustento de la austeridad es una patraña. Sí, una patraña
matemática y económica.
¿Y qué habría que hacer para reinventarse el
mundo? La humanidad se está yendo a tomar viento por las demandas de capital de
un sistema productivo estúpido
R. Lo primero es poner el sistema
financiero bajo control. Está operando conforme a sus propias reglas y nos va a
llevar más allá del borde del precipicio. Los banqueros usan un lenguaje que
los líderes políticos quieren creer, o no comprenden. Pero el caso es que
acaban haciendo lo que les viene en gana. Y no serán penalizados, ni irán a la
cárcel, ni serán multados; seguirán haciendo locuras.
¿Son ellos los que detentan el poder real?
R. Sí, claro. Podríamos tener
carteles electorales en las calles que digan: “Vote
a Goldman Sachs, ¡elimine al intermediario!”. La banca es demasiado
grande para quebrar, demasiado grande para que encarcelen a sus responsables;
si es así, ¡es demasiado grande para existir! Mejor sería que por un lado
estuviera la banca minorista, y por otro, la banca de inversiones, no las dos
bajo un mismo techo. Y si la banca de inversión quiebra, que quiebre, ¡pero que
no jueguen con nuestro dinero!
¿Y qué más habría que hacer?
R. Una vez controladas las
entidades financieras, obligar a los bancos a contribuir a la transición verde. Esta es la idea central. Eso,
además, permitiría crear empleo. Hay que controlar a la banca para que la gente
no pierda sus ahorros, sus seguros, su salario… la gente esté más interesada en
que se controle a estos bastardos por estos motivos. La otra razón es que hay
que construir una sociedad sostenible, hacer la transición verde en transporte,
hogares, agricultura. La humanidad se está yendo a tomar viento por las
demandas de capital de un sistema productivo estúpido, mal organizado, que
permite tremendas desigualdades. Tenemos que parar el calentamiento tan
rápidamente como podamos; salvar las pequeñas granjas, dar la producción de
alimentos a pequeños agricultores ecológicos… Hay que buscar la manera de
sobrevivir. Estamos hablando del futuro de la humanidad. Ninguna generación en
la historia, desde el Homo Sapiens, ha estado enfrentada a un problema de
semejante magnitud. Los Gobiernos miran a otro lado, los presidentes de las empresas
piensan que esto ocurrirá cuando ellos ya no estén aquí… El capitalismo es un
sistema que no permite pensar a largo plazo.
CUATRO PROPUESTAS
1. ¿Una voz alternativa que debería
ser escuchada? “Herman Daly, autor de Para el bien
común. Hay libros de ecología muy interesantes, como este, que datan de los
años ochenta”.
2. ¿Una idea o medida concreta para
un mundo mejor? “Controlar a los poderes
financieros y conseguir que los bancos financien la transición verde. Se están
poniendo parches en el sistema financiero y no se coge el toro por los
cuernos”.
3. ¿Un libro? The Spirit level: why
more equal societies almost always do better (Estado de ánimo: por qué las
sociedades igualitarias casi siempre van mejor), de Richard Wilkinson y Kate
Pickett. “Reducir la desigualdad es lo mejor que
cualquier Gobierno puede hacer, y eso queda de manifiesto en este libro”.
4. ¿Una cita? “Los que vienen al mundo para no cambiar nada no merecen
ni atención, ni paciencia” (René Char, poeta francés).
Susan George suelta su larga
parrafada consciente de que acaba de encontrar las palabras adecuadas para
expresar lo que quería explicar. Considera que es fundamental profundizar en
nuevas formas de democracia participativa. “La
democracia está aplastada por la especulación”, dice, “y los ciudadanos pueden
hacer muy poquita cosa con un simple voto”.
Su análisis se vuelve sombrío
cuando sobrevuela Europa. Sostiene que la idea que guía a la Unión Europea es
la de las grandes bondades de la privatización. “Acabaremos
con un régimen extremadamente cruel; un régimen de las grandes multinacionales
no se va a preocupar demasiado de la población. Excluirán a la gente como nunca
se ha hecho hasta ahora”. También le preocupa el ocaso del Estado de
bienestar. “El año que viene cumpliré 80 años y no
quiero morir en una Francia gobernada por el Frente Nacional”, espeta.
¿Y cree que eso puede suceder?
R. Creo que están preparando la
cama para los fascistas, les están preparando el bulevar. Mire Aurora Dorada en
Grecia. ¡Eche la vista atrás, a los años treinta! Hitler fue elegido, no lo
olvidemos. En el caso italiano, hubo un golpe, pero Mussolini gozaba del apoyo
de buena parte de la población; y Berlusconi no está muy lejos de Mussolini.
Entrevista de Joseba Elola (Paris 4 AGO 2013) para el diario El País.