Otro dictador ha caído. El hombre
que durante cuarenta años gobernó dictatorialmente a su pueblo y propagó la
violencia y el terrorismo por todas partes, cayó supuestamente abatido por una bala de los rebeldes que,
apoyados por Occidente, luchaban para terminar con la violencia y la corrupción que se había adueñado de Libia,
y restablecer por fin todos aquellos los valores que Gadafi
había pisoteado por décadas.
Las circunstancias de su muerte, a fecha de hoy, son todavía muy confusas y probablemente no se aclaren jamás, pero en boca de muchos queda aun esa sensación de que dicha muerte se trató de una ejecución sumaria en toda la regla, sin proceso
ni posibilidad de defensa. Los dos vídeos tomados con teléfonos móviles que han aparecido en los
medios de comunicación e Internet -uno con Muamar
El Gadafi ensangrentado pero vivo y otro mostrándole completamente muerto- son ambos muy perturbadores. Hay quien busca rizar el rizo con esto y quizás buscar posibles culpables para lavarse las manos.
Gadafi se salvó de la humillación de tener que comparecer ante un
tribunal internacional para responder por sus crímenes y la comunidad
internacional ha perdido la oportunidad de impartir justicia, pero, como suele
ocurrir con demasiada frecuencia, también se trata de un arma de doble filo
ante la cual Occidente debe actuar con mucha prudencia a no ser que se desvelen sus artimañas. Muchos dictadores llegaron al
poder apoyados por potencias occidentales y fueron mantenidos en su puesto,
ejerciendo la misma violencia y corrupción, mientras fueran útiles. En el caso
de Gadafi, se presume que habría
tenido mucho que contar respecto a sus lazos con gobiernos que luego lo
condenaron y que dicen defender los valores que el dictador violó. Una bala en
la cabeza ahorró ese bochorno a un sistema que no solo dice ser el correcto
sino que tiene la absoluta obligación de serlo y responder ante el mundo por
ello.
Ahora la ONU pide esclarecer la muerte de Gadafi, una petición completamente absurda ya que es puro trámite
de cara la galería. ¿Por qué la ONU
no investigó el asesinato de ese posible Obama
Bin Laden en Paquistán, por ejemplo? ¿por qué la ONU no investigó a fondo el asesinato de Salvador Allende en Chile,
o la dudosa muerte de tantos hombres de Estado en el mundo entero? Aquí hay
mucha tinta que escribir y mucho que callar y esconder, porque cuando se trata
de cosas de Estado las artimañas son infinitas y más cuando están implicados
los países más poderosos del mundo. Sea lo que sea, como dije ya en mis blogs
acerca del asesinato de Bin Laden, “muerto el perro se acabó la rabia” y con
el todos los secretos se fueron a la tumba.