Hace mucho
tiempo leí un libro que me prestó un amigo que me dejó completamente anonadado;
en él se encerraban secretos que podían ser aplicados a muchas áreas de la
vida, incluso más allá de las mismas; son libros que permanecen inalterables en
el tiempo, en los espacios, y su contenido muestran una sabiduría sin
precedentes. El Arte de la Guerra, de Sun
Tzu -general chino que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo- junto
al Así Habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche, el Principia
Mathematica de Isaac Newton, el Dào Dé Jing de Lao
Tsé, Los Derechos Humanos, de Thomas Payne, el I Ching o Libro
de las Mutaciones e incluso La Biblia o El
Corán, entre otras grandes obras, son libros que han marcado el destino de
la Humanidad, bien por los principios reflexivos de indudable fuerza y
sabiduría, bien por su enorme influencia y repercusión.
El Arte de
la Guerra, con 2.000 años de antigüedad, es, sin duda alguna, el mejor
libro de estrategia de todos los tiempos, un espléndido manual que inspiró a
los grandes forjadores de Historia como Julio César, Genghis Khan,
Napoleón Bonaparte, Nicolás Maquiavleo, Mao Tse Tung, etc. Durante
la Guerra del Golfo a comienzo de la década de 1990, los generales
estadounidenses Norman Schwarzkopf y Colin Powell practicaron
los principios de Sun Tzu sobre el engaño, la velocidad y el ataque a las
debilidades del enemigo. Se trata pues de uno de los más importantes textos
clásicos chinos cuyas sabias palabras nunca han quedado anticuadas a pesar del
paso del tiempo. No se trata únicamente de un libro de praxis militar, sino un
tratado de estrategia suprema que enseña el arte de aplicar con sabiduría el
conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de máxima confrontación,
incluidos en la vida misma y los negocios. Sun Tzu fue un
general chino que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo.
KarlFM.-
LAS MEJORES FRASES DEL ARTE DE LA
GUERRA
CAPITULO 1: Sobre la evaluación
La guerra es de vital importancia para el
Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la
supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien. No
reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una
culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que
nos es mas querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros.
El arte de la guerra se basa en el engaño.
Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando
las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de
hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca.
Golpear al enemigo cuando está
desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle
durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento
colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo.
Si las tropas enemigas se hallan bien
preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas,
siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no está
preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria
para el estratega.
CAPITULO 2: Sobre la iniciación de las acciones
Si estás sitiando una ciudad, agotarás tus
fuerzas. Si mantienes a tu ejército durante mucho tiempo en campaña, tus
suministros se agotarán.
He oído hablar de operaciones militares
que han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el
arte de la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo.
Sé rápido como el trueno que retumba antes
de que hayas podido taparte los oídos, veloz como el relámpago que relumbra
antes de haber podido pestañear.
Un general inteligente lucha por
desproveer al enemigo de sus alimentos. Cada porción de alimentos tomados al
enemigo equivale a veinte que te suministras a ti mismo.
Si utilizas al enemigo para derrotar al
enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas.
Lo más importante en una operación militar
es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército
es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo.
CAPITULO 3: Sobre las proposiciones de
la victoria y la derrota
Es mejor conservar a un enemigo intacto
que destruirlo.
Los que consiguen que se rindan impotentes
los ejércitos ajenos sin luchar son los mejores maestros del Arte de la Guerra.
Nunca se debe atacar por cólera y con
prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del
plan.
Un verdadero maestro de las artes
marciales vence a otras fuerzas enemigas sin batalla, conquista otras ciudades
sin asediarlas y destruye a otros ejércitos sin emplear mucho tiempo.
La victoria completa se produce cuando el
ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga
durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la
estrategia.
Si conoces a los demás y te conoces a ti
mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te
conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los
demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.
CAPITULO 4: Sobre la medida en la
disposición de los medios
La invencibilidad está en uno mismo, la
vulnerabilidad en el adversario.
La invencibilidad es una cuestión de
defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque. Mientras no hayas observado
vulnerabilidades en el orden de batalla de los adversarios, oculta tu propia
formación de ataque, y prepárate para ser invencible, con la finalidad de
preservarte. Cuando los adversarios tienen órdenes de batalla vulnerables, es
el momento de salir a atacarlos.
La defensa es para tiempos de escasez, el
ataque para tiempos de abundancia.
En situaciones de defensa, acalláis las
voces y borráis las huellas, escondidos como fantasmas y espíritus bajo tierra,
invisibles para todo el mundo. En situaciones de ataque, vuestro movimiento es
rápido y vuestro grito fulgurante, veloz como el trueno y el relámpago, para
los que no se puede uno preparar, aunque vengan del cielo.
Todo el mundo elogia la victoria en la
batalla, pero lo verdaderamente deseable es poder ver el mundo de lo sutil y
darte cuenta del mundo de lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la
victoria donde no existe forma.
Si eres capaz de ver lo sutil y de darte
cuenta de lo oculto, irrumpiendo antes del orden de batalla, la victoria así
obtenida es un victoria fácil.
Cuando eres capaz de ver lo sutil, es
fácil ganar.
Un ejército victorioso gana primero y
entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta
obtener la victoria después.
CAPITULO 5: Sobre la firmeza
Los expertos son capaces de vencer al
enemigo creando una percepción favorable en ellos, así obtener la victoria sin
necesidad de ejercer su fuerza.
El desorden llega del orden, la cobardía
surge del valor, la debilidad brota de la fuerza. Si quieres fingir desorden
para convencer a tus adversarios y distraerlos, primero tienes que organizar el
orden, porque sólo entonces puedes crear un desorden artificial. Si quieres
fingir cobardía para conocer la estrategia de los adversarios, primero tienes
que ser extremadamente valiente, porque sólo entonces puedes actuar como tímido
de manera artificial. Si quieres fingir debilidad para inducir la arrogancia en
tus enemigos, primero has de ser extremadamente fuerte porque sólo entonces
puedes pretender ser débil.
Cuando un ejército tiene la fuerza del
ímpetu, incluso el tímido se vuelve valiente, cuando pierde la fuerza del
ímpetu, incluso el valiente se convierte en tímido. Nada está fijado en las
leyes de la guerra: éstas se desarrollan sobre la base del ímpetu.
Hace moverse a los enemigos con la
perspectiva del triunfo, para que caigan en la emboscada.
CAPITULO 6: Sobre lo lleno y lo vacío
Los buenos guerreros hacen que los
adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su
fortaleza.
Si haces que los adversarios vengan a ti
para combatir, su fuerza estará siempre vacía. Si no sales a combatir, tu
fuerza estará siempre llena. Este es el arte de vaciar a los demás y de
llenarte a ti mismo.
Aparece en lugares críticos y ataca donde
menos se lo esperen, haciendo que tengan que acudir al rescate.
Sé extremadamente sutil, discreto, hasta
el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso y confidencial, hasta
el punto de ser silencioso. De esta manera podrás dirigir el destino de tus
adversarios.
Llega como el viento, muévete como el
relámpago, y los adversarios no podrán vencerte.
Cuando los adversarios llegan para
atacarte, no luchas con ellos, sino que estableces un cambio estratégico para
confundirlos y llenarlos de incertidumbre.
Haz que los adversarios vean como
extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean como ordinario lo que
es extraordinario para ti.
Si haces que los adversarios no sepan el
lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer.
Haz algo por o en contra de los
adversarios para llamar su atención, de manera que puedas de ellos para atraer
descubrir sus hábitos de comportamiento de ataque y de defensa.
Todo el mundo conoce la forma mediante la
que resultó vencedor, pero nadie conoce la forma mediante la que aseguró la
victoria.
Un ejército no tiene formación constante,
lo mismo que el agua no tiene forma constante: se llama genio a la capacidad de
obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.
CAPITULO 7: Sobre el enfrentamiento
directo e indirecto
La dificultad de la lucha armada es hacer
cercanas las distancias largas y convertir los problemas en ventajas.
Si ignoras los planes de tus rivales, no
puedes hacer alianzas precisas.
Sólo cuando conoces cada detalle de la
condición del terreno puedes maniobrar y guerrear.
Una fuerza militar se establece mediante
la estrategia en el sentido de que distraes al enemigo para que no pueda
conocer cuál es tu situación real y no pueda imponer su supremacía.
Cuando una fuerza militar se mueve con
rapidez es como el viento; cuando va lentamente es como el bosque; es voraz
como el fuego e inmóvil como las montañas. Es rápida como el viento en el
sentido que llega sin avisar y desaparece como el relámpago. Es como un bosque
porque tiene un orden. Es voraz como el fuego que devasta una planicie sin
dejar tras sí ni una brizna de hierba. Es inmóvil como una montaña cuando se
acuartela. Es tan difícil de conocer como la oscuridad; su movimiento es como
un trueno que retumba.
El primero que hace el movimiento es el
“invitado”, el último es el “anfitrión”. El “invitado” lo tiene difícil, el
“anfitrión lo tiene fácil”.
No persigas a los enemigos cuando finjan
una retirada, ni ataques tropas expertas.
CAPITULO 8: Sobre los nueve cambios
Hay rutas que no debes usar, ejércitos que
no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los
que no se debe combatir, y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser
obedecidas.
Los generales que conocen las variables
posibles para aprovecharse del terreno sabe cómo manejar las fuerzas armadas.
Las consideraciones de la persona
inteligente siempre incluyen el analizar objetivamente el beneficio y el daño.
Cuando considera el beneficio, su acción se expande; cuando considera el daño,
sus problemas pueden resolverse.
Cansa a los enemigos manteniéndolos
ocupados y no dejándoles respirar.
Los buenos generales: se comprometen hasta
la muerte, pero no se aferran a la esperanza de sobrevivir; actúan de acuerdo
con los acontecimientos, en forma racional y realista, sin dejarse llevar por
las emociones ni estar sujetos a quedar confundidos. Cuando ven una buena
oportunidad, son como tigres, en caso contrario cierran sus puertas. Su acción
y su no acción son cuestiones de estrategia, y no pueden ser complacidos ni
enfadados.
CAPITULO 9: Sobre la distribución de los
medios
Las maniobras militares son el resultado
de los planes y las estrategias en la manera más ventajosa para ganar.
Determinan la movilidad y efectividad de las tropas.
Cuando combatas en una montaña, ataca
desde arriba hacia abajo y no al revés.
Un ejército prefiere un terreno elevado y
evita un terreno bajo, aprecia la luz y detesta la oscuridad.
Si los emisarios del enemigo pronuncian
palabras humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de guerra, esto
quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian palabras altisonantes y se
avanza ostentosamente, es señal de que el enemigo se va a retirar. Si sus
emisarios vienen con palabras humildes, envía espías para observar al enemigo y
comprobarás que está aumentando sus preparativos de guerra.
Si el enemigo ve una ventaja pero no la
aprovecha, es que está cansado.
Si se producen murmuraciones, faltas de
disciplina y los soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se ha perdido
la lealtad de la tropa. Las murmuraciones describen la expresión de los
verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican problemas con los
superiores. Cuando el mando ha perdido la lealtad de las tropas, los soldados
se hablan con franqueza entre sí sobre los problemas con sus superiores.
Los emisarios que acuden con actitud
conciliatoria indican que el enemigo quiere una tregua.
Si las tropas enemigas se enfrentan a ti
con ardor, pero demoran el momento de entrar en combate sin abandonar no
obstante el terreno, has de observarlos cuidadosamente. Están preparando un
ataque por sorpresa.
El enemigo que actúa aisladamente, que
carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente
acabará siendo derrotado.
Si tu plan no contiene una estrategia de
retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de
tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin valorar su condición,
con toda seguridad caerás prisionero.
Cuando las órdenes se dan de manera clara,
sencilla y consecuente a las tropas, éstas las aceptan. Cuando las órdenes son
confusas, contradictorias y cambiantes las tropas no las aceptan o no las
entienden. Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y
consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.
CAPITULO 10: Sobre la topología
Para poder vencer al enemigo, todo el
mando militar debe tener una sola intención y todas las fuerzas militares deben
cooperar.
Cuando las leyes de la guerra señalan una
victoria segura es claramente apropiado entablar batalla, incluso si el
gobierno ha dada órdenes de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una
victoria segura, es adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya dada
la orden de atacar.
Los que conocen las artes marciales no
pierden el tiempo cuando efectúan sus movimientos, ni se agotan cuando atacan.
Debido a esto se dice que cuando te conoces a ti mismo y conoces a los demás,
la victoria no es un peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria
es inagotable.
CAPITULO 11: Sobre las nueve clases de
terreno
La rapidez de acción es el factor esencial
de la condición de la fuerza militar, aprovechándose de los errores de los
adversarios, desplazándose por caminos que no esperan y atacando cuando no
están en guardia.
En una invasión, por regla general, cuanto
más se adentran los invasores en el territorio ajeno, más fuertes se hacen,
hasta el punto de que el gobierno nativo no puede ya expulsarlos.
Que los movimientos de tus tropas y la
preparación de tus planes sean insondables.
Prohibe los augurios para evitar las
dudas.
Una operación militar preparada con
pericia debe ser como una serpiente veloz que contraataca con su cola cuando
alguien le ataca por la cabeza, contraataca con la cabeza cuando alguien le
ataca por la cola y contraataca con cabeza y cola, cuando alguien le ataca por
el medio.
Corresponde al general ser tranquilo,
reservado, justo y metódico.
Cambia sus acciones y revisa sus planes,
de manera que nadie pueda reconocerlos.
Puedes ganar cuando nadie puede entender
en ningún momento cuáles son tus intenciones.
El principal engaño que se valora en las
operaciones militares no se dirige sólo a los enemigos, sino que empieza por
las propias tropas, para hacer que le sigan a uno sin saber adónde van.
Emplea a tus soldados sólo en combatir,
sin comunicarles tu estrategia. Déjales conocer los beneficios que les esperan,
pero no les hables de los daños potenciales. Si la verdad se filtra, tu
estrategia puede hundirse. Si los soldados empiezan a preocuparse, se volverán
vacilantes y temerosos.
La tarea de una operación militar es fingir
acomodarse a las intenciones del enemigo. Si te concentras totalmente en éste,
puedes matar a su general aunque estés a kilómetros de distancia. A esto se
llama cumplir el objetivo con pericia.
CAPITULO 12: Sobre el arte de atacar por
el fuego
No basta saber cómo atacar a los demás con
el fuego, es necesario saber cómo impedir que los demás te ataquen a ti.
Un gobierno no debe movilizar un ejército
por ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera.
Actúa cuando sea beneficioso; en caso
contrario, desiste. La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede
convertirse en placer, pero un pueblo destruido no puede hacérsele renacer, y
la muerte no puede convertirse en vida. En consecuencia, un gobierno
esclarecido presta atención a todo esto, y un buen mando militar lo tiene en
cuenta. Ésta es la manera de mantener a la nación a salvo y de conservar
intacto a su ejército.
CAPITULO 13: Sobre la concordia y la
discordia
La información no puede obtenerse de
fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante
cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan la situación del
adversario.
Si no se trata bien a los espías, pueden
convertirse en renegados y trabajar para el enemigo.
No se puede obtener la verdad de los
espías sin sutileza.
Cada asunto requiere un conocimiento
previo.
Siempre que vayas a atacar y a combatir,
debes conocer primero los talentos de los servidores del enemigo, y así puedes
enfrentarte a ellos según sus capacidades.
Un gobernante brillante o un general sabio
que pueda utilizar a los más inteligentes para el espionaje, puede estar seguro
de la victoria.
El espionaje es esencial para las
operaciones militares, y los ejércitos dependen de él para llevar a cabo sus
acciones. No será ventajoso para el ejército actuar sin conocer la situación
del enemigo, y conocer la situación del enemigo no es posible sin el espionaje.