martes, julio 13, 2010

LA MALEDICENCIA, EL PEOR VIRUS PARA LAS EMPRESAS


Si fuese cierto aquello que se dice de que cuando hablan mal de ti se oye un zumbido, el mundo entero se hallaría hora tras hora y minuto tras minuto sumergido en un continuo zumbar, de tal modo que las orejas comenzarían a vibrar como alas de pájaro y con tanto movimiento acabarían desprendiéndose y cayendo al suelo.

Los maledicentes son, en gran medida, rehenes de aquellos a los que critican, pues sus vidas están demasiado pendientes de los errores ajenos, y sus mentes demasiado obsesionadas por buscar una nueva grieta en la que hundir la piqueta y pasarse unas cuantas horas demoliendo.

Una mente que se ocupa tanto de los demás, de lo malo de los demás, está diciendo mucho acerca de sí misma, de su manera de moverse por el mundo, de su tolerancia y flexibilidad, de su soberbia y de su egocentrismo en el peor de los sentidos. De lo que busca y, por tanto, de lo que encuentra. Porque uno suele encontrar lo que busca.

Daniel Tubau
 escritor, guionista, director, profesor, licenciado en Filosofía

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La maledicencia o el arte de hablar mal de los demás, es el deporte preferido de todos los empleados. Del recepcionista a la superjefa, cada día millones de personas se dedican a extenderlo sin rubor. Este virus puede ser peor que la artritis.

Pregunta a los directores de Recursos Humanos: ¿cuál es el peor virus de la empresa? ¿El informático? No. El peor de todos es el rumor malintencionado y venenoso. ¿Dónde nace? En los pasillos, en la máquina de café, en la hora del cigarrillo, en los comedores. ¿Quién lo crea? Empleados con imaginación diabólica.

Todos los días nace un rumor en la empresa, y en tiempos de crisis son peores. Algunos, sin duda, pueden ser verdaderos: cambio de jefe, traslado a otra planta, ERE, recorte de salarios, desaparece el bonus, no más ayuda a comedores. Otros son de carácter social e inofensivo, o sea los chismes: Pepe se casa, María está embarazada, Juan estuvo en una carroza del Día del Orgullo Gay, Carmen se pilló una borrachera en la fiesta de la empresa.

Pero hay otros rumores que no tienen base real y que pueden ser muy nocivos. Son los que atacan o critican a otros empleados: Pepe es mala persona, Juan es un pelota asqueroso, María se ha enrollado con el jefe, Carmen ha robado dinero, Enrique se escaqueó ayer. Pero ni Pepe es mala persona, ni Juan es un pelota, ni María se ha enrollado con nadie, ni Carmen ha robado dinero, y si Enrique no apareció ayer era porque su hijita estaba enferma, y encima trajo justificante. 

En realidad, los rumores son las proyecciones de la sombra humana. Todos encerramos en alguna parte del alma una pasta maléfica. Odiamos a otro compañero porque no nos gusta su cara, tenemos manía a una vecina por algo que ni siquiera nosotros sabemos conscientemente, nos irrita una manía de la persona que está al lado o ponemos mala cara a un colega porque sospechamos que habla mal de nosotros.

Puede ser pura envidia, o por haber malinterpretado un gesto. Pero es motivo de angustia para todos. Una encuesta elaborada por Randstad en 2008 reveló que lo que más molesta a los empleados son los cuchicheos, rumores y cotilleos que se producen en la oficina. El problema, según revelaba la misma encuesta, es que los empleados no se quejan de estos rumores a sus jefes, con lo cual la marea negra se va extendiendo más y más. ¿Cómo solucionarlo?

Una de ellas es abrir una cuenta de correo en la que los empleados puedan dejar sus preguntas. Los rumores que circulan sobre la empresa como despidos, recortes o cambios deben ser atajados, tanto si son verdad como mentira. La empresa debe comunicar rápidamente las malas noticias, y no dejar que los corrillos alrededor de la máquina de café sean más poderosos. Para eso existen ahora muchos medios: la intranet, blogs, tablones, o contactos cara a cara.

Otra forma de atajar el problema consiste en que los jefes abandonen la manía de cuchichear o hablar en secretitos delante de los empleados. Por eso, los consultores de una empresa americana llamada Creative Group recomiendan la política de "puertas abiertas" en la oficina.

Y por supuesto, hay que localizar a los empleados maledicentes. Lo cual no es fácil porque los jefes nunca se enteran. Pero los jefes empeñados en saber los rumores que circulan lo pueden averiguar haciendo unas cuantas preguntas a gente de confianza. A todo el mundo le gusta hacer confesiones confidenciales al jefe. Y luego hay que averiguar por qué algunos empleados tienen esa actitud tan dañina de extender rumores falsos y envenenar los ambientes.

A los empleados que difunden mentiras y rumores nocivos hay que aislarlos, reprenderlos o incluso darles el pasaporte de salida. Son las manzanas de la discordia y rompen el buen clima laboral y el ritmo productivo del trabajo

Y el mejor consejo que se puede dar a alguien que empieza en un puesto de trabajo es: "No critiques a nadie ni te sumes a la cadena de críticas. Si tienes que decir algo, dilo en la cara y en una habitación reservada". Es el mejor antídoto contra el virus de la maledicencia.

Carlos Salas
12 de julio de 2010

Periodista de Actualidad Económica, redactor jefe de Economía e Internacional en El Mundo y director de la revista Capital y de los diarios El Economista y Metro.

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