El despertador no suena. No hay agua caliente. La tostadora, la cafetera y el microondas no funcionan. El ascensor tampoco va. Salgo a la calle a toda leche, voy al banco … mierda, el cajero está fuera de servicio. Cualquier compra o transacción con tarjeta de crédito no es posible, los comercios están sin luz; ni siquiera el efectivo sirve, las cajas registradoras están apagadas. Tampoco es posible usar la lavadora o el lavaplatos. El móvil sin batería, no hay posibilidad de recargarlo. El teléfono fijo sin carga. El ordenador no funciona y la vitro de la cocina tampoco. La nevera inutilizada, la comida se ha estropeado. No hay calefacción, no es posible conectar estufas, hace un frío que pela. Hemos vuelto a la Edad Media, la iluminación con velas. Conclusión, somos electrodependientes.
Está vez han sido copos de nieve pero pueden ser otros agentes. El mundo está cambiando, y digan lo que digan, nosotros somos responsables de ello. Sin embargo, no damos importancia a esas señales y seguimos con nuestros guiones de conducta. Nuestra prepotencia y relajación es tan elevada que pueden hacernos pagar muy caro esta osadía.
La nevada que cayó hace pocos días en Catalunya ha puesto en evidencia, una vez más, la dependencia absoluta de nuestros hogares a la energía eléctrica, la deteriorada red de infraestructuras del país así como la ineficacia de las previsiones, de los protocolos de urgencia, de mantenimiento y seguridad de nuestras ciudades. Si no hay luz la vida se paraliza y todo se viene abajo. Nuestras ciudades son de cartón piedra y las personas que las gestionan una panda de ineptos. Políticos y estamentos oficiales navegan sin rumbo y carecen de decisiones eficaces; se pasan las patatas calientes como un juego de volei y cuando les preguntan por responsabilidades miran hacia otras partes menos la suya. Caos, malestar y desgracias aparecen por todas partes. Es el síntoma de las cosas mal hechas.
Ya veremos que se va a sacar de todo esto porque me temo que mucho ruido y pocas nueces hasta la próxima debacle. Habrán algunas cabezas de turco, sanciones por un tubo para sacar tajada del momento, y tras algunos parches, todos los informes irán al cajón de los recuerdos. Los mismos perros seguirán luciendo sus brillantes collares.
Si en lugar de gastar tanto dinero en tantísimas cosas superfluas, en cobrar esos inmensos sueldazos, en invertir en proyectos estúpidos e ineficaces y otras tantos miles de millones de euros gastados en acciones que nadie entiende para que demonios sirven, quizás deberían replantearse garantizar lo básico para que la existencia sea más sólida y segura. Si en lugar de tanta usura de bancos, grupos financieros, empresas, gobiernos, etc., se dedicase todo ese superávit a mejorar nuestras ciudades y sociedades, quizás podríamos disfrutar de una vida mejor y probablemente las personas no saldrían deprimidas del cine tras ver el maravilloso mundo de Avatar.
Pero dejemos las utopías para los cuentos o las películas, la vida real es muy distinta y lo peor es que se halla dominada por el mayor depredador de todos los tiempos: el ser humano, el destructor de culturas, tal y como se deja ver en el film de Avatar. Si por un momento alguien fuera capaz de extirpar esa maligna fuerza oscura que nos hace tan negativos, una nueva Humanidad sería capaz de emerger y perdurar. Hay capacidad y medios para ello, pero hay mal rollo y mucha ambición de poder. Pero invertir los polos humanos de la conducta es pedir un milagro imposible. Por tanto, dentro de lo que es nuestro mundo y cómo funciona, lo que hay que intentar es que al menos, la red eléctrica, sea lo más segura posible porque de no serlo un día podemos tener una terrible sorpresa.
Calefacción solar, estufa de leña, ventilación adecuada, buen aislamiento, buena orientación, caldera de biomasa, recogida de aguas pluviales, generadores... Estas son algunas de las alternativas para prescindir de la electricidad en casa. Algo nada fácil en una ciudad, donde los pisos no disponen ni siquiera de chimenea y la dependencia de la red eléctrica es total y el consumo de energía eléctrica tiende a crecer porque cada vez hay más viviendas y también más electrodomésticos.
Independizar energéticamente las casas no es factible en las ciudades donde todo está centralizado, es esa macro manía existente de que todo debe ser globalizado, incluso las culturas. Todo depende de todo, como un castillo de naipes, y al fallar una pieza todo el sistema cae; eso, en estrategia, es uno de los fallos más estrepitosos que un ejército puede cometer ante su enemigo: concentrar todo su poder en un solo punto.
Nuestro modelo de vida es muy vulnerable, todo está sujeto por la misma estructura, vieja, debilitada y parcheada como un queso de Gruyere. Al menor desquicio … zas …. al traste. Solo el gasto energético en electricidad de un hogar supone el 41,3 % del total. La red eléctrica es el gestor único de la red de transportes y posee el 99 % de la red de alta tensión en España.
El problema no es de ahora, viene de lejos y parece que dará por saco mucho tiempo, nos esperan muchos drásticos cambios de clima, el planeta está clavando su venganza. Lo ocurrido en Catalunya, como ya ha pasado en tras partes, demuestra la necesidad de recuperar modelos energéticos más seguros que generen electricidad local y descentralizada, por lo que los expertos recomiendan facilitar la microgeneración de la electricidad en el mismo lugar donde se necesita, es decir, utilizar el gas, por ejemplo para producir electricidad en casa.
"El potencial de ahorro energético de los hogares es elevado. Los consumidores podrían ahorrarse un 8,78% de la factura de energía si mejoraran sus hábitos. Siendo así, el país podría ahorrar 1.439 millones de euros y evitar la generación de 17.168 GWh, lo que permitiría iluminar todos los hogares españoles durante un año. Y, de la misma manera, con esa reducción de energía se evitaría, a la vez, la emisión de 5,2 millones de toneladas de CO (el equivalente a la retirada 2 de la circulación de casi 217.000 vehículos). Incluso, sin necesidad de una inversión extra, cada hogar podría ahorrar unos 100 euros al año con pequeños cambios de hábito. Sorprendentemente, una mayoría de españoles no ve en la crisis ni un aliado perfecto ni la oportunidad para reducir gastos".
(Diario La Vanguardia, 11-03.2010)
Está vez han sido copos de nieve pero pueden ser otros agentes. El mundo está cambiando, y digan lo que digan, nosotros somos responsables de ello. Sin embargo, no damos importancia a esas señales y seguimos con nuestros guiones de conducta. Nuestra prepotencia y relajación es tan elevada que pueden hacernos pagar muy caro esta osadía.
La nevada que cayó hace pocos días en Catalunya ha puesto en evidencia, una vez más, la dependencia absoluta de nuestros hogares a la energía eléctrica, la deteriorada red de infraestructuras del país así como la ineficacia de las previsiones, de los protocolos de urgencia, de mantenimiento y seguridad de nuestras ciudades. Si no hay luz la vida se paraliza y todo se viene abajo. Nuestras ciudades son de cartón piedra y las personas que las gestionan una panda de ineptos. Políticos y estamentos oficiales navegan sin rumbo y carecen de decisiones eficaces; se pasan las patatas calientes como un juego de volei y cuando les preguntan por responsabilidades miran hacia otras partes menos la suya. Caos, malestar y desgracias aparecen por todas partes. Es el síntoma de las cosas mal hechas.
Ya veremos que se va a sacar de todo esto porque me temo que mucho ruido y pocas nueces hasta la próxima debacle. Habrán algunas cabezas de turco, sanciones por un tubo para sacar tajada del momento, y tras algunos parches, todos los informes irán al cajón de los recuerdos. Los mismos perros seguirán luciendo sus brillantes collares.
Si en lugar de gastar tanto dinero en tantísimas cosas superfluas, en cobrar esos inmensos sueldazos, en invertir en proyectos estúpidos e ineficaces y otras tantos miles de millones de euros gastados en acciones que nadie entiende para que demonios sirven, quizás deberían replantearse garantizar lo básico para que la existencia sea más sólida y segura. Si en lugar de tanta usura de bancos, grupos financieros, empresas, gobiernos, etc., se dedicase todo ese superávit a mejorar nuestras ciudades y sociedades, quizás podríamos disfrutar de una vida mejor y probablemente las personas no saldrían deprimidas del cine tras ver el maravilloso mundo de Avatar.
Pero dejemos las utopías para los cuentos o las películas, la vida real es muy distinta y lo peor es que se halla dominada por el mayor depredador de todos los tiempos: el ser humano, el destructor de culturas, tal y como se deja ver en el film de Avatar. Si por un momento alguien fuera capaz de extirpar esa maligna fuerza oscura que nos hace tan negativos, una nueva Humanidad sería capaz de emerger y perdurar. Hay capacidad y medios para ello, pero hay mal rollo y mucha ambición de poder. Pero invertir los polos humanos de la conducta es pedir un milagro imposible. Por tanto, dentro de lo que es nuestro mundo y cómo funciona, lo que hay que intentar es que al menos, la red eléctrica, sea lo más segura posible porque de no serlo un día podemos tener una terrible sorpresa.
Calefacción solar, estufa de leña, ventilación adecuada, buen aislamiento, buena orientación, caldera de biomasa, recogida de aguas pluviales, generadores... Estas son algunas de las alternativas para prescindir de la electricidad en casa. Algo nada fácil en una ciudad, donde los pisos no disponen ni siquiera de chimenea y la dependencia de la red eléctrica es total y el consumo de energía eléctrica tiende a crecer porque cada vez hay más viviendas y también más electrodomésticos.
Independizar energéticamente las casas no es factible en las ciudades donde todo está centralizado, es esa macro manía existente de que todo debe ser globalizado, incluso las culturas. Todo depende de todo, como un castillo de naipes, y al fallar una pieza todo el sistema cae; eso, en estrategia, es uno de los fallos más estrepitosos que un ejército puede cometer ante su enemigo: concentrar todo su poder en un solo punto.
Nuestro modelo de vida es muy vulnerable, todo está sujeto por la misma estructura, vieja, debilitada y parcheada como un queso de Gruyere. Al menor desquicio … zas …. al traste. Solo el gasto energético en electricidad de un hogar supone el 41,3 % del total. La red eléctrica es el gestor único de la red de transportes y posee el 99 % de la red de alta tensión en España.
El problema no es de ahora, viene de lejos y parece que dará por saco mucho tiempo, nos esperan muchos drásticos cambios de clima, el planeta está clavando su venganza. Lo ocurrido en Catalunya, como ya ha pasado en tras partes, demuestra la necesidad de recuperar modelos energéticos más seguros que generen electricidad local y descentralizada, por lo que los expertos recomiendan facilitar la microgeneración de la electricidad en el mismo lugar donde se necesita, es decir, utilizar el gas, por ejemplo para producir electricidad en casa.
"El potencial de ahorro energético de los hogares es elevado. Los consumidores podrían ahorrarse un 8,78% de la factura de energía si mejoraran sus hábitos. Siendo así, el país podría ahorrar 1.439 millones de euros y evitar la generación de 17.168 GWh, lo que permitiría iluminar todos los hogares españoles durante un año. Y, de la misma manera, con esa reducción de energía se evitaría, a la vez, la emisión de 5,2 millones de toneladas de CO (el equivalente a la retirada 2 de la circulación de casi 217.000 vehículos). Incluso, sin necesidad de una inversión extra, cada hogar podría ahorrar unos 100 euros al año con pequeños cambios de hábito. Sorprendentemente, una mayoría de españoles no ve en la crisis ni un aliado perfecto ni la oportunidad para reducir gastos".
(Diario La Vanguardia, 11-03.2010)
Si no aprendemos a exigir a nuestros gobiernos, si no aprendemos a cambiar nuestras conductas, el futuro queda expuesto a muchos desastres. Es una pena que seamos tan cabezotas y ambiciosos. El poder del bolsillo nos corrompe a todos ya que parece que nios importa un bledo vivir en ciudades de cartón piedra.
Textos y Fotos KarlFM.-
Saludos.-
Saludos.-