Machismo es el conjunto de comportamientos y valores destinados a devaluar y degradar a las mujeres por el hecho de ser mujeres. Feminismo es aceptar que el hecho de que hombres y mujeres seamos diferentes no legitima ningún motivo de desigualdad.
Ser mujer es padecer un
ecosistema laboral protagonizado por la brecha salarial (discriminación y
devaluación retributiva en torno a un 23% por ser mujer), segregación
horizontal (desempeño de empleos con remuneración y valor social inferiores),
segregación vertical (escasez de puestos de responsabilidad y dificultad
adicional para conseguirlos), subempleo (ocupación de empleos de inferior
categoría a la acreditada por la titulación), techo de cristal (barreras
disociadas de las competencias y el conocimiento con las que se encuentran las
mujeres para la promoción profesional y el ascenso a las masculinizadas cúpulas
corporativas), monopolio de los trabajos domésticos y de cuidados con
elevadísimos porcentajes de economía sumergida, penalización tácita por la
necesidad de conciliar ante la posibilidad de crear vida (criaturas) y sostener
vida (cuidarlas y atender a personas dependientes).
Si se contabiliza el trabajo
remunerado (empleo) y el no remunerado, las mujeres trabajan más horas al día
que los hombres, lo que no obsta para que sus ingresos sean mucho más
exiguos.
Ante tanta injusticia,
posicionarnos con el feminismo debería naturalizarse en la deliberación y
en el comportamiento. Y con el hábito convertirse en un deber humano para
extender nuestra humanización siempre en curso.
José Miguel Valle, Filósofo y escritor