El uranio empobrecido o uranio
238 es un residuo radiactivo que queda después de que el elemento
fisionable 235 es extraído del mineral y usado como material para cabezas
nucleares o en reactores productores de energía eléctrica.
Alrededor de 700.000 toneladas de
este material radiactivo desechado se han acumulado en los Estados Unidos
durante casi 60 años, hasta que los militares norteamericanos le descubrieron
una posible "utilidad": como revestimiento de munición convencional,
blindaje de tanques, contrapeso en aviones y misiles Tomahawk, y como
componente de aparatos de navegación.
Tiene unas características que lo
hacen muy atractivo para la tecnología militar. Es extremadamente denso y
pesado (1 cm3 pesa casi 19 gramos), de tal manera que los proyectiles con
cabeza de uranio empobrecido pueden perforar el acero blindado de vehículos
militares y edificios. Es un material pirofórico espontáneo, es decir, se
inflama al alcanzar su objetivo, generando tanto calor que provoca su
explosión.
El problema para la salud humana
comienza en el momento de la combustión. Cuando un proyectil impacta contra un
objetivo el 70% de su revestimiento de uranio empobrecido arde y se oxida,
volatilizándose en micropartículas altamente tóxicas y radiactivas. Estas partículas, al ser tan
pequeñas, pueden ser ingeridas o inhaladas tras quedar depositadas en el suelo
o al ser transportadas a kilómetros de distancia por el aire, la cadena
alimenticia o las aguas.
La mayor parte (el 95%) del
uranio que entra en el organismo no se absorbe, sino que se elimina por las
heces. En cuanto al uranio que pasa a la sangre, aproximadamente el 67% es
filtrado por los riñones y excretado en la orina en 24 horas. El uranio se
distribuye por los riñones, los huesos y el hígado. El tiempo necesario para
excretar en la orina la mitad de la cantidad total de uranio absorbido se ha
estimado en 180 a 360 días.
Depositados en los pulmones o los
riñones, el uranio 238 y los productos de su degradación (torio 234,
protactinio y otros isótopos de uranio) emiten radiaciones alfa y beta que
provocan muerte celular y mutaciones genéticas causantes, al cabo de los años,
de cáncer en los individuos expuestos y de anormalidades genéticas en sus
descendientes. Según un informe fechado en 1999 sobre la salud de los obreros
de la industria transformadora de uranio, auditado por el Departamento de
Energía de los Estados Unidos, el U-238 puede dañar las células de pulmones,
huesos, hígado, próstata, intestino y cerebro, causando tumores malignos en estos
órganos.
La ONU reconoce que las armas con
uranio empobrecido pueden afectar la salud de las poblaciones que viven en las
zonas de conflicto en el Golfo y los Balcanes. Dice que causa lesiones renales
en animales de laboratorio y algunos estudios indican que la exposición a largo
plazo puede producir daños en la función renal de los seres humanos. Se han
observado alteraciones nodulares en la superficie de los riñones, lesiones del
epitelio tubular y un aumento de los niveles de glucosa y proteínas en la
orina.
Sin embargo, el Comité
Internacional de Cruz Roja (CICR) asegura que la información científica
disponible actualmente muestra que el aumento del nivel de uranio es mínimo en
zonas donde se han utilizado municiones de uranio empobrecido, excepto en los
puntos de impacto de los proyectiles perforantes de uranio empobrecido.
Según un informe recientemente
publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
sobre Kosovo, los puntos de mayor concentración de contaminación de uranio
empobrecido están localizados y son limitados.
En la primera guerra del Golfo
(1991), los aliados realizaron 110.000 ataques aéreos en Irak y Kuwait. Los
aviones A-10 Warthog de EEUU lanzaron 940.000 proyectiles con uranio empobrecido.
En la ofensiva terrestre, sus tanques M60, M1 y M1A1 dispararon otros 4.000
proyectiles también revestidos de uranio. 300 toneladas métricas de uranio
empobrecido en forma de proyectiles usados y polvo volátil quedaron en la
región.
Tras la Guerra del Golfo,
investigaciones epidemiológicas iraquíes e internacionales han permitido
asociar la contaminación ambiental debida al empleo de este tipo de armas con
la aparición de nuevas enfermedades de muy difícil diagnóstico
(inmunodeficiencias graves, por ejemplo) y el aumento espectacular de
malformaciones congénitas y cáncer, tanto en la población iraquí como entre
varios miles de veteranos norteamericanos y británicos y en sus hijos, cuadro
clínico conocido como Síndrome de la Guerra del Golfo.
Según la ONU, es necesario
esperar varios años (al menos de dos a cinco) tras la exposición a radiaciones
ionizantes para que se pueda detectar clínicamente una leucemia inducida por
radiación.
Estudios realizados a veteranos
de la guerra del Golfo indican que están excretando uranio 238 por la orina y
el semen. Otros estudios sobre hijos de estos muestran una anormalmente alta
tasa de enfermedades congénitas.
Síntomas similares al de la
Guerra del Golfo se han descrito entre un millar de niños residentes en áreas
de la antigua Yugoslavia donde en 1996 la aviación norteamericana recurrió
también a bombas con uranio empobrecido, al igual que durante la intervención
de la OTAN contra la Federación Yugoslava de 1999. Numerosos casos de cáncer
entre los soldados presentes en los conflictos de los Balcanes hicieron que se
hablara del 'Síndrome de los Balcanes'.
El uranio 238 tiene una vida
media de 4.500 millones de años, por lo que se deduce que Irak, Kuwait, Bosnia
y Kosovo están contaminadas con elementos carcinógenos radiactivos para la
eternidad. El tiempo de incubación para los tumores varía de 5 a 60 años, por
lo que cabe la posibilidad de que haya casos que aún no se han desarrollado. Y
cuando todavía se estaba hablando de los efectos de la primera guerra del
Golfo, Irak se enfrentó a la segunda.
Documento elaborado con:
- Un informe de la Conferencia Internacional sobre uranio empobrecido, celebrada en Gijón en noviembre de 2001 y organizada por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.
- Un documento de la Organización Mundial de la Salud sobre los efectos del uranio empobrecido de marzo de 2001.
- Informe de Cruz Roja (2001) sobre las municiones de uranio empobrecido
- Información de la ONU sobre el uranio empobrecido