La vida proporciona a las personas varias opciones para vivir, elegir una línea u otra depende de lo que uno busque en ella. Puede ser maravillosa o detestable, llevable o agobiante, tensa o relajante, caótica u ordenada, vibrante o aburrida, etc, pero viva como se viva, se vive solamente una sola vida y una sola vez, por tanto, es casi obligatorio, vivir esa vida de la de manera que nos haga felices y cuánto más mejor.
Ya sabemos que, a veces, esa vida no sonrie a nuestro favor y por circunstancias ajenas a nuestra voluntad se convierte en un auténtico calvario. Pero al margen de esto, que es inevitable y todos estamos expuestos a sufrirlo, la vida hay que procurar vivirla bien, siempre que se pueda. No siempre es posible. Preguntemos sobre que opinan de la felicidad a todas aquellas personas en el mundo que desgraciadamente viven bajo el temor de la muerte, el hambre, el maltrato, la tortura, la guerra, la pobreza, la explotación o las calamidades. La vida no siempre sonrie a todos y muchos no tienen opción de vivirla de otra manera.
En la vida, hay gran multitud de actitudes y comportamientos que dependen de esas inquietudes personales; la elección es voluntaria. Hay quien busca ganar dinero, otros poder, hay quien hace del trabajo su única vida, hay quien no da ni golpe, los hay que viven para los demás y otros en cambio de los demás, hay quien le gusta fastidiar pero otros luchan por ayudar, etc. No voy a hablar de ese gran abánico de alternativas personales, pero lo que si sorprende es como gran parte de personas viven sin cultivar su espíritu abocándose casi en exclusiva a ver pasar la vida desde su perpectiva material, consumista y puramente contemplativa. Dinero, ociosidad, superficialidad es su fin pero eso no da riqueza a nuestra vida.
La finalidad del ser humano no es ganar dinero, pasarlo en grande sin preocuparse de nada más. Hay gente que ve su vida pasar como las hojas de un libro en blanco. Otros argumentan que optan por no comerse el coco en nada. Para mi el verdadero sentido de la vida está en muchas cosas, muchas de las cuales, son pequeñas pero que te dejan un sabor grandioso en el alma; cosas que no vemos pero que están en nuestro alrededor. Desgraciadamente esas pequeñas maravillas solo se ven, muchas veces, cuando sufrimos pérdidas o cuando estamos al borde de la muerte. Hay que aprender a mirar la vida con el prisma adecuado cuando podemos.
La vida no es acumular cosas materiales, cuántas más cosas se tienen más tiempo se precisa para conseguirlas, pagarlas y mantenerlas; materializarse en este sentido es una esclavitud sin escape que te conduce a mayores dependencias; cuanto menos tienes menos preocupaciones tienes. Mucha gente lo ignora pero es un valor intangible que pasa velozmente y deja sus huellas imborrables.
Cada uno es libre de hacer con su vida lo que quiera; para mi lo más importante es invertir la vida en felicidad, en cultivar el espíritu para que no decaiga y sea presa de la ecuación progresiva del tiempo, el llamado envejecimiento interior y la parálisis intelectual. No me gusta encajarme en las rutinas, en abandonar ciertos hábitos que inmovilizan las inquietudes y las ansias de saber o mejorarse. La vida es un contínuo movimiento hacia delante y eso te hace sentir la fuerza de la misma. Los cambios son excitantes porque simbolizan puertas abiertas a nuevas experiencias. Vivir sin dinámica es verse condenado a ver pasar los paisajes mientras estamos sentados en el tren de la vida.
Cuando te acostumbras a eso, aprendes a ver la vida desde una manera diferente, quizás porque he conocido la vida desde otras perspectivas y al final uno se da cuenta de que lo importante está en lo más simple. Cuánto más te complicas la existencia más caes en las dependencias de tus propias complicaciones. Y esas complicaciones tienen sus costes. Por ejemplo ser propietario hoy en dia de cualquier cosa no es ninguna ganga. Aunque aparentemente sea un símbolo de riqueza y poder, es síntoma de que debes y tienes que pagar. Incluso los millonbarios son esclavos de sus poropios millones. Esa es la trampa y mal de Occidente, olvidar que hay algo más importante que lo material.
Otra curiosidad es que las personas occidentales tenemos tendencia a acumular cosas materiales que solemos guardar innecesariamente para no volver a usarlas hasta quien sabe cuando. Muchas de ellas, despues de permanecer mucho tiempo encerradas, terminan en los basureros. En la vida suele pasar algo parecido, almacenamos cosas, recuerdos, personas, que al final no tenemos más remedio que precindir u olvidar porque ya han perdido su verdadera "funcionalidad".
Hace un tiempo leí un libro que cambió mi concepción de la vida, no se trata de ningún tópico, aunque parezca mentira, los buenos libros nos hacen ver cosas que antes no veíamos. Se trata del libro llamado “El monje que vendió su Ferrari”, un libro que recomiendo a todos porque habla precisamente la relación que existe entre lo material y lo espiritual, entre el tener, el aparentar y el ser. La mayoría de la gente vive en un circulo muy restringido de sus posibilidades. Todos nosotros tenemos reservas de vida en las que ni siquiera soñamos. Para alcanzar la felicidad es necesario que estemos a gusto con nuestro tipo de vida y nuestra forma de ser. El libro me enseñó dos cosas importantes, primero que debo tener bien definido lo que quiero en la vida, verme como me deseo ver, claro, fortaleciendo el lado espiritual, y no solo guindonos por lo material; y segundo, ser positivo en la vida, hagamos lo que hagamos, estemos donde estemos, y logremos lo que logremos, es decir, disponer de un pensamiento positivo se puede lograr cualquier cosa y vencer cualquiera de los miedos.
Lo importante es vivir esa única vida que tenemos y vivirla d maner que nos deje satisfecho con lo vivido. El actor italiano Vittorio Gasman dijo una vez "un error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar". Como Dios no nos dió esa doble oportunidad, no tenemos más remedio que dárnosla nosotros mismos en una sola existencia: "cada vez que cometo un error me parece descubrir una verdad que no conocía" (Maurice Maeterlinck, escritor).
KarlFM.-