domingo, diciembre 09, 2007

EL TRISTE ENCANTO DE LA TRISTEZA


Subir y bajar, ir o volver, allí y aquí, la vida es eso, un devenir constante entre polos, a veces en calma, a veces en efervescencia, a veces caído, porque si algo tiene la vida de interesante es, precisamente, su inconstancia, su variable equilibrio entre la creatividad y la destrucción. Puede durar más, puede durar menos, eso nadie lo sabe hasta que se produce. La vida posee, pues, multitud de matices, variables que fluctuan entre distintas tendencias, a veces cada cual escoge o se inclina hacia algunas en concreto, otras sin embargo se generan por arte de magia o por el desenlance de los acontecimientos, internos o externos. Una de esas variables es la tristeza, una ecuación psicológica cuyos resultados son imprevisibles. Tarde o temprano todos nos cruzamos con la tristeza por los pasillos de la vida; antes de que ésta se desencadene ya se conocen sus consecuencias.


La tristeza es un sentimiento normal, una de las emociones básicas del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Científicamente hablando es ese estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Sensiblemente hablando es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etc. A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas, cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. La alegría sería la emoción contraria.

La tristeza es el único sentimiento que todo el mundo tiene en común y conoce pero lo peor es no tener con quien compartirla. Cuando estamos tristes podríamos decir que “nos duele el alma”. Las lágrimas son la sangre del alma. Alguien dijo una vez que nacemos con lágrimas, entre lágrimas transcurre nuestra vida y con lágrimas cerramos nuestro último día. Lloramos al nacer por tener que entrar en este gran escenario de locos pero lloramos al dejar este mundo porque entramos en lo desconocido. El ser humano es así de ambivalente.


Paradójicamente, los artistas han valorado la tristeza como una fructífera fuente de inspiración, capaz de extraer lo más hondo del espíritu humano. Muchas grandes obras tienen como inspiración la tristeza y sus resultados. En algunas culturas tampoco la consideran un sentimiento negativo; por ejemplo, el llanto no se interpreta igual en todas partes y hay personas que viven habitualmente en un estado de dulce melancolía (Gustave Flaubert dijo: "Cuidado con la tristeza, es un vicio"). Pero independientemente de cómo se perciba, creativa o amarga, esta emoción es obstinada con quien la guarda en su corazón. Por la "ley de la asimetría hedónica", mientras que el placer desaparece con la satisfacción continua, el dolor de la tristeza puede persistir con el tiempo si se mantienen las condiciones adversas.

Sus principales desencadenantes en orden a la gravedad son dos: la pérdida irreversible y la separación física o psíquica.El fracaso y la decepción constituyen otros factores desencadenantes de la tristeza menos desestructuradores de la vida, aunque eso depende de cada persona.

No importa que el tiempo muera
si tu sombra permanece,
dentro ...
como una esponja húmeda
acariciando tu cuerpo.

No importa que el espacio se agriete
si tu vida se evapora,
fuera ...
como el agua cristalina
cuando desciende por tus ojos.

No importa que el mundo reviente
si el núcleo de sus almas,
dentro y fuera
desciende a los infiernos
en busca del cielo perdido
no importa nada,
nada ...
si la tristeza hace
que vuelvas a mis brazos.

KarlFM.-

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