domingo, agosto 12, 2007

CONTAMINACION SOVIETICA, ATERRADOR TESTIMONIO GRAFICO DE GERD LUDWIG


De Vilnius a Vladivostok, a lo largo de más de ocho millones de millas cuadradas, un medio ambiente asediado atestigua un legado de irresponsabilidad. Los ríos de la ex Unión Soviética son cloacas al aire libre de desperdicio humano y químico. El Mar Aral se está secando. En muchas ciudades soviéticas el aire está tan contaminado que pone a millones de personas en riesgo de contraer enfermedades respiratorias. Hay toneladas de desperdicio nuclear desperdigadas por todo el país y los químicos tóxicos envenenan la tierra.

Para documentar este mundo mancillado —una sexta parte de la masa terrestre del planeta— pasé cinco meses trabajando el reportaje para National Geographic. Viajé por los caminos poco transitados de las ahora separadas quince naciones —desde la ensuciada costa del Mar Báltico, hasta los bosques dañados de la región de Khabarovsk que da al Mar de Japón, desde la tundra contaminada del norte en permanente helada, hasta las albercas viscosas que se forman con el escurrimiento de los derruidos y goteantes pozos petroleros cerca de Baku en el sur.

Puse el pie en lugares tan contaminados, que por muchos años no podrán sobrevivir en ellos ni hombre ni bestia alguna. Visité plantas y fábricas, compartiendo el infortunio y el dolor de los trabajadores exhaustos después de un día de estar expuestos al polvo y a vapores tóxicos. Lloré, junto con sus madres, por el sufrimiento innecesario de niños inocentes nacidos deformes a un mundo sin esperanza. Viajé por un país donde —durante 70 años— los gobernantes soviéticos profesaron preocupación por los trabajadores y respeto por la naturaleza, pero destruyeron ambos con su imprudencia ambiental y un flagrante descuido por satisfacer las necesidades básicas.

Mis fotografías registran una versión bastante diferente de la ex USSR de la que había sido proyectada por National Geographic durante el periodo más oscuro de la guerra fría. Las imágenes de los niños calvos de Chernobyl y de los niños de Moscú, a los que le falta un brazo, revelan una verdad profundamente perturbadora: los defectos de nacimiento y la mortalidad infantil —no sólo en las inmediaciones de una catástrofe atómica mayor, pero incluso en la una vez orgullosa capital del enfermo imperio— aqueja a las gentes de esta tierra a una tasa del doble de la que uno encuentra en las naciones industrializadas de Occidente.

Trabajar en este reportaje me confrontó con problemas específicos. Para un fotógrafo extranjero, obtener permiso para tomar fotografías de las misteriosas iglesias Ortodoxas iluminadas con luz de vela, y de los elegantes soldados haciendo su peculiar marcha frente al Kremlin, era ya bastante difícil de obtener durante la era de Brezhnev. Pero una vez que uno hallaba el lugar apropiado dentro de la pirámide burocrática soviética, un benévolo sí de alguien de arriba era suficiente para desencadenar una serie de permisos. Sin embargo, cuando yo llegué en 1992 a un imperio en desintegración, me encontré en medio de un laberinto de complejas relaciones, con serviciales jefes liberales en las quince capitales y burócratas reacios en los niveles locales. En el estado báltico de Estonia un poderoso movimiento ecologista ha sido parte de la exitosa resistencia contra la dominación rusa. Aun así, mi asistente ruso Maxim Kuznetsov y yo sólo teníamos nuestro contador Geiger para ayudarnos a encontrar una laguna de desperdicio de uranio, altamente radioactiva, que se encontraba ahí. Las autoridades locales insistían en que este lugar no existía.

No fue sólo que el esfuerzo emocional del trabajo resultara abrumador, sino que también batallamos con preguntas delicadas de seguridad personal. Cuando trabajamos en las costas radioactivas de Estonia, nos pusimos equipo protector —mascarillas, overoles de seguridad, guantes de hule y botas— pero en muchos lugares nos pidieron que no usáramos nada, ya que la gente que trabajaba diariamente en estos sitios no contaba con nada de esto. Caminas por una línea muy delgada: quieres estar seguro pero también necesitas la confianza y la cooperación de la gente para obtener las fotografías.

Gerd Ludwig
Periodista y Fotógrafo



Capas de petróleo y químicos cubren el agua en los campos petroleros cerca de Baku, Azerbaijan. Los arroyos de la zona están considerados biológicamente muertos. El escurrimiento de los campos petroleros es el responsable.




Se hinchan las nubes de humo negro provenientes de los incendios petroleros que se consumen en las afueras de Baku. La escena es tan común que un pastor que cuida a sus ovejas en la cercana Bibicheybet ni le presta atención.



A su salida de la gigantesca planta de cemento en Kunda, Estonia, después de un día de estar expuestas a un polvo que obstruye los pulmones, unas trabajadoras exhaustas respiran profundamente.




La desolación aún sopla a través del pueblo de Prypyat, Ucrania. El 26 de abril de 1986 este parque de diversiones se estaba preparando para los festejos anuales del Primero de Mayo, cuando el peor accidente en la historia de la energía nuclear golpeó a Chernobyl.



El asistente ruso de Gerd Ludwig, Maxim Kusnetsov, está parado a la orilla de una laguna del mar Báltico en el pueblo de Sillamae, Estonia. Los desechos radiactivos de una planta que solía procesar uranio para los militares soviéticos, empujan la aguja de su contador Geiger a su punto límite.



Los domingos durante el invierno los hombres se reúnen para hacer hoyos y pescar en la gruesa capa de hielo que cubre el río Ural, en Magnitogorsk, Rusia, justo afuera de la Acería Lenin. Sabiendo que el río está altamente contaminado por las aguas residuales de las plantas de acero más grandes del mundo, a menudo venden su pesca en vez de consumirla ellos mismos.


Los trabajadores toman té y se calientan entre las cargas que alimentan los hornos de hogar abierto en la planta de acero KMK de Novokuznetzk, una de las más antiguas de Siberia. Víctima de una trágica promesa no cumplida, el antes atesorado "Nuevo Hombre Soviético" ahora encuentra amenazada su propia sobrevivencia: su esperanza de vida ha descendido a 61 años (1994), inferior incluso a la de las naciones en desarrollo.


Un minero de carbón se restriega después de un día en las minas. Aunque relativamente bien pagados, los trabajadores que extraen el carbón de alta calidad de Ucrania se enfrentan a frecuentes descomposturas del equipo y se arriesgan a las explosiones de gas. Se estima que un minero muere por cada millón de toneladas de carbón que se extraen -10 veces la tasa de muertes que existe entre los trabajadores de las minas subterráneas de carbón en Estados Unidos.


Varios grupos de niños a los que les fata un antebrazo, como los ocho que aquí aparecen, nacieron en Moscú entre 1985 y 1990. Todas las familias vivían en dos barrios de la ciudad. Aunque no se han establecido conexiones definitivas entre estos defectos de nacimiento y la desconcertante mezcla de contaminantes de Moscú, casi todas las investigaciones apuntan a la contaminación ambiental como causa.



Son demasiados los niños en Ucrania que padecen de desconcertantes alergias y enfermedades de la piel -como este pequeño. Padres y doctores atribuyen el alarmante incremento de estos casos a la radiación liberada en el accidente de Chernobyl y a los contaminantes emitidos por los centros industriales.


La decoración acogedora puesta en el Centro de Diagnóstico Semipalatinsk en Kazakhastan con la intención de apaciguar el temor de los niños, los reconforta muy poco.La precipitación radioactiva generada por los sitios de pruebas nucleares han traído a la región índices de cáncer y otras enfermedades tan altos que parecen de pesadilla. Algunos doctores creen que la radiación puede ocasionar una falla en el sistema inmunológico como la que presenta el SIDA.


Ciego y desfigurado de nacimiento, Berik Sysdykov de trece años vive en un poblado que está en la misma dirección del viento que el viejo sitio de pruebas de Semipalatinsk en la región noreste de Kazakastan, donde los habitantes atribuyen una plaga de defectos de nacimiento a la precipitación radioactiva. Entre 1949 y 1989 fueron detonados casi 500 dispositivos nucleares en este lugar.Semey (Semipalatinsk) /Kazakhstan, 1992.


Teniendo bosques de instalaciones petroleras a espaldas del poblado, los niños del suburbio de Baku han aprendido a usar los nocivos charcos formados por el escurrimiento de los surtidores derruidos y con goteras, como sustitutos a falta de parques donde jugar. Baku / Azerbaijan, 1993.


Son evidentes las cicatrices psicológicas en las expresiones de estas gentes maltratadas por la vida, quienes hacen fila en Kiev para registrarse como inválidos de Chernobyl. Mientras batallan con las cargas de la transición económica y política, encima los ucranianos tienen que soportar los costos de los errores de un viejo imperio.



KMK (Kuznetsk Metallurgical Kombinate) emplea a alrededor de 30 000 personas y produce principalmente vías de tren. Unos trabajadores exhaustos descansan al final de su turno encima de los hornos de coque, donde en el verano las temperaturas generalmente están bien por encima de los 40 grados Celsius. Novokuznetsk / Rusia, 1993.


En el lugar donde alguna vez nadaron peces, ahora andan camellos. La costa del mar Aral ha retrocedido casi 50 millas, dejando un cementerio de barcos oxidados y náufragos esparcidos por lo que alguna vez fue la hermosa bahía de la aldea de pescadores de Zhalanash, Kazakhastan.
Durante décadas Moscú se encargó de avenar ambos tributarios principales del Aral, para irrigar los enormes campos de algodón y arroz, encogiendo así el mar a la mitad de su tamaño anterior.



Anchos cinturones de bosque de pino y abedul alrededor del pueblo de Monchegorsk están siendo destruidos por la contaminación generada por una planta de níquel. Los árboles, incluso a docenas de millas de distancia, se mueren por la lluvia ácida y esto los vuelve susceptibles a los incendios forestales. Conservacionistas marcan, con banderas rojas y etiquetas, los pocos árboles sobrevivientes en algunas partes del bosque para monitorear su sobrevivencia. Murmansk / Rusia, 1993.



El tiradero de basura Dolgoprudninskaya donde la gente está buscando comestibles, como panes y frutas, o botellas, materiales de construcción, desperdicios de las fábricas de cigarros. etcétera.Moscú / Rusia, 1993.



Con alto riesgo de contraer cánceres del pulmón y otras enfermedades bronquiales debido a la exposición al polvo de carbón, muchos mineros en la región de Donbas no cuentan con la posibilidad de llevar una dieta saludable. Un minero pela un huevo duro, aun antes de haberse aseado después de un turno en las minas. Donetsk / Ucrania, 1992.

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