Lo más extraordinario sobre estas dos
muchachas rusas es cómo lograron volver a la realidad en término de relaciones,
recuerdos y la continuación de sus vidas, tras haber vivido tan traumática
experiencia. Creo que desarrollaron una forma de terapia combativa, en la que
atravesaron la situación, la dejaron a un lado y avanzaron; gracias a la fuerza
de su carácter dejaron atrás todo lo que vivieron y generaron un mundo nuevo
donde vivir. Quizás todos deberíamos aprender de ellas.
Dr. Trevor Turner
Psiquiatra.
El secuestro es el más aterrador
delito que pueda sufrir una persona y sus familiares. El individuo que es
secuestrado, va ser despojado desde de golpe de su seguridad, va a sentirse el
ser mas vulnerable, va a pensar que su destino y su vida está en manos de un
ser que es capaz de cualquier cosa. El tiempo se va a detener y cada segundo va
parecer una eternidad. Cada momento que pasa va sintiendo más temor por la
muerte. Es arrancado de tajo de su vida cotidiana y sumergido en un mundo
desconcertante, para ser encerrado entre cuatro paredes desconocidas, con una persona
desconocida con intenciones desconocidas y una suerte desconocida, no sabe si
va a morir, si va a vivir, no sabe si va a llegar al día siguiente, no sabe si
va a volver a ver a sus seres más queridos. Sabe que el secuestrador lo va a
presionar y amenazar de muerte como parte del proceso para obtener su objetivo.
Una nueva clase de crímenes asola el mundo, cada vez más mujeres jóvenes son víctimas de secuestros con fines sexuales, algunas son asesinadas, tras satisfacer el perverso goce sexual de sus verdugos, otras, logran sobrevivir gracias a diversas circunstancias pero con gravísimas secuelas post trauma.
He aquí el estremecedor relato de dos chicas rusas, Katya Martynova, de 14 años, y Lena Simakhina, de 17, que un fatídico día de sus vidas cayeron en los truculentos deseos de un pervertido operario de fábrica llamado Viktor Mokhov, de 53 años, quien las usó como esclavas sexuales durante cuatros largos años en el interior de una de zulo subterráneo en la localidad de Skopin (Rusia central), a 100 kms de la ciudad de Ryazan, 200 años mas vieja que Moscow.
En Rusia, la desaparición de personas no es algo inusual. Según cifras oficiales, en un país, con más de 145 millones de habitantes, desaparecen unas 88 mil personas anualmente. Las adolescentes integran el grupo de mayor riesgo, aunque habitualmente son secuestradas por mafias con el objeto de prostituirlas. El caso de las chicas de Skopin tiene componentes de distintos ya que el móvil no era puramente negocio si no vil perversión.
El documental es durísimo e interesante por varios motivos. En primer lugar porque narra una historia que sobrecoge la mente y los sentimientos hasta extremos de máxima intensidad y, en segundo lugar, porque, al mismo tiempo, muestra la capacidad psicológica de las víctimas ante una situación de extrema gravedad y sufrimiento. No sé si será por la cultura o educación recibida, pero la naturalidad de las chicas muestra la capacidad de adaptación y reactiva de las personas y su nivel de supervivencia, es decir, la forma en la que las chicas buscaron el alivio en la lectura o la pintura para intentar salir adelante, y cómo mantuvieron la frialdad necesaria con la esperanza de poder escapar algún día.
KarlFM.-
Sin importar las cosas terribles que sucedan, siempre hay que seguir adelante, de otra forma la vida no tiene sentido. No vivimos por los momentos malos que nos ha tocado vivir, sino por los momentos buenos que nos da la vida. Necesitamos vivir, aprender, trabajar, descansar, estar y vivir todo lo que la vida nos permite hacer, de lo contrario, solo existimos, y yo, no solo quiero existir, quiero vivir.
Sin importar las cosas terribles que sucedan, siempre hay que seguir adelante, de otra forma la vida no tiene sentido. No vivimos por los momentos malos que nos ha tocado vivir, sino por los momentos buenos que nos da la vida. Necesitamos vivir, aprender, trabajar, descansar, estar y vivir todo lo que la vida nos permite hacer, de lo contrario, solo existimos, y yo, no solo quiero existir, quiero vivir.
Lena Simakhina