sábado, agosto 25, 2007

SAM "MOONEY" GIANCANA


Fue hombre de Capone. Dicen que mandó matar a Marilyn Monroe y que participó del crimen de John Kennedy. Esta es la Historia negra de un gang apodado "Mooney".

A los 15 años, en 1923, a Sam "Mooney" Giancana le gustaba pasearse por Chicago con alguna chica colgada del brazo. Llevaba un puñal en la cintura y un revólver en cada bolsillo del sobretodo negro, abrigo que le quedaba tan grande que no se le veían las manos.

Su padre, Antonio, un siciliano que vendía frutas y verduras en la calle con su carro, no quería un hijo así y lo echó de casa. Pero Mooney volvió. Antonio se preparó para darle una nueva paliza con el cinturón. Cuando se acercó, Mooney lo rodeó y apoyó el puñal en la garganta de su papá. "Desde ahora vas a hacer lo que te diga. Nunca olvides que te perdoné la vida. Si lo olvidás, te mato."

A esa edad, Sam Giancana se convirtió en el jefe de su familia y, además, en un asesino de la Mano Negra, una banda que en Chicago comandaba Joe Espósito.

Por esos años escuchó por primera vez el nombre de Joseph "Joe" Kennedy, el padre de quien sería presidente del país. La Banda Púrpura, un grupo violentísimo de la mafia judía de Detroit, quería matarlo porque no les había dado su parte en un negocio de contrabando de licor. Kennedy, desesperado, acudió a Espósito, que hizo una llamada y le salvó la vida.

A los 21 años Giancana pasó a la banda de Al Capone, y se lo señala como uno de los matones que participaron en la Masacre del Día de San Valentín, donde siete gángsters rivales de Capone fueron acribillados en un sótano.

Cuando Al fue a la cárcel, Mooney se unió a Murray Humphreys, experto en operaciones sindicales. Como la ley seca estaba por terminar y el contrabando dejaría de ser negocio, cosa nostra buscaba nuevas posibilidades.

Humphreys le mostró la importancia de controlar a los trabajadores, ya fuera por medio de la violencia o por la amenaza del despido. Podían disponer de la cuota sindical y, a la vez, los empresarios les pagaban para evitarse problemas con los trabajadores. Todo esto les daba el poder de dirigir los esfuerzos de los obreros en apoyo de cualquier proyecto, por ejemplo, manipular elecciones.

Giancana, que cada vez era más fuerte en Chicago, se relacionó personalmente con los socios de Nueva York, Lucky Luciano, Meyer Lansky y Frank Costello. A propuesta de Lansky, invirtieron en Cuba. Pronto la isla se convirtió en la puerta de entrada de droga. Hasta la CIA se asoció al negocio de la heroína y al blanqueo de las ganancias, que luego se usaba en sobornos políticos.

El éxito de la revolución de Fidel Castro en 1959 fue un gran problema financiero. Todos perdieron millones. Se dijo que la CIA le pidió a Giancana que preparase un plan para envenenar a Fidel y, también, que entrenase a los anticastristas que querían retomar el poder.

Un pedido de auxilio lo hizo olvidar momentáneamente de Cuba. Era Joe Kennedy, que quería que sus viejos amigos lo ayudasen para que su hijo John (JFK) ganara la presidencia en las elecciones de 1960. Sam, loco de ambición, puso dinero y dirigió a los sindicatos. Al final JFK llegó a la Casa Blanca y Mooney creyó que era dueño de un presidente.

Pero entonces Joe ya no atendió más el teléfono, JFK dejó de recibir a sus enviados y su hermano Robert, secretario de Justicia, inició una campaña antimafia. Sam se sintió traicionado.

Cosa Nostra se había interesado en JFK en muchos sentidos. Por medio de productores de cine como Joseph Shenck y figuras como el cantante Frank Sinatra, ligados a Giancana y al mafioso de Nueva York Carlo Gambino, los Kennedy disfrutaban de fiestas y reuniones en Hollywood y de la compañía de hermosas actrices.

La rubia Marilyn Monroe frecuentó a JFK y luego a Robert Kennedy, pero en 1962 ambos la evitaban. "No soy un pedazo de carne", gritó ella. En la cima de su fama vivía un caos emocional. En julio amenazó con destapar su relación con los hermanos y, además, los secretos políticos que ambos le confiaban en la alcoba. Al parecer, ninguno de ellos podía mantener la boca cerrada en la intimidad con una mujer, lo que provocó una insólita competencia entre la CIA, el FBI y la mafia para ver quién tenía más micrófonos ocultos en las casas de las amantes de los Kennedy.

Giancana, que llamaba a Sinatra "ese cobarde cafishio", le ordenó que invitara a Marilyn al hotel Cal Neva, en el lago Tahoe. Sinatra la convenció diciéndole que estaría Robert Kennedy y le mandó su avión privado. La noche del sábado 26 de julio de 1962, la emborracharon y la drogaron. En una habitación se tomaron unas fotografías donde se la veía desnuda en la cama haciendo poses. Estaba con unos hombres cuyos rostros no se veían.

Al otro día, humillada de la peor manera, Sinatra le recomendó tener la boca cerrada y la chantajeó con las fotografías.

Pero Mooney no estaba conforme. Supo que el sábado 4 de agosto Robert Kennedy iría a verla a su casa de Los Angeles para romper con ella. Sam, según contaron sus familiares 30 años después, planeó asesinarla e implicar a Robert.

Mandó cuatro hombres a lo de Marilyn. Cuando Robert se fue por la noche, entraron, la sujetaron y le aplicaron un supositorio con veneno capaz e matar a 15 personas.

El plan de Giancana falló. La versión dice que Robert Kennedy hizo borrar todo rastro de su paso por la casa de la actriz. Oficialmente se dijo que Marilyn se suicidó con barbitúricos. El forense, para comprobarlo, pidió un examen de las vísceras. Le contestaron que se habían destruido "por accidente".

Quince meses después de la muerte de Marilyn, JFK fue asesinado en Dallas y la larga sombra de Giancana apareció sobre el atentado. El gángster solía hacer un singular comentario cuando alguien hablaba del único detenido, Lee Harvey Oswald. Sam decía: "Como Zangara".

En 1933, el italiano Zangara fue arrestado por matar al alcalde de Chicago, Anton Cermac. Se dijo que Zangara era un fanático político y se descartó una conspiración. Pero Zangara era un contrabandista endeudado con la mafia y dispuesto a poner la cara para cualquier cosa si así se lo ordenaban.

Giancana había sido mencionado por la prensa en casi todos los asuntos sucios de la política estadounidense de esos años. Tanta publicidad disgustaba a sus socios de cosa nostra. Por su seguridad, Mooney se fue a México en 1966.

Recién en 1974, por una investigación del Congreso sobre los lazos de la CIA con el hampa, Sam fue deportado. Hizo una declaración insustancial y quedó libre, aunque fue citado nuevamente.

La noche del 19 de julio de 1975 Mooney, de 67 años, estaba en su casa de Chicago. Freía salchichas con ajo en una sartén y fumaba un puro. El asesino le apoyó el revólver calibre 22 en la nuca y disparó. Sam fue hacia adelante y luego hacia atrás. Cayó boca arriba. Se esforzó por respirar pero sólo tragó su propia sangre. El asesino puso el cañón en la boca y volvió a disparar. Luego lo colocó en el mentón y tiró cinco veces más. No se encontró ninguna entrada forzada y se pensó que el asesino, tal vez, estaba invitado a cenar.

RICARDO V. CANALETTI
De la Redacción del periódico argentino "Clarín"

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