Silicon Valley y las redes
sociales son unos grandes criminales. Solo la filosofía puede salvar de una
crisis que ha convertido a los ciudadanos en proletarios digitales
Markus Gabriel
(Filósofo alemán y catedrático de la Universidad de Bonn apenas
cumplidos los 28 años. Se especializó en Metafísica, Epistemología y Filosofía
post-kantiana. Mundialmente reconocido ha recibido numerosos premios en
universidades de distintos países y es autor de importantes libros)
Para el filósofo alemán Markus Gabriel, la cadena infecciosa del
capitalismo destruye la naturaleza y atonta a los ciudadanos para convertirlos
en meros consumidores y turistas. El pensador llama a impulsar "una nueva
Ilustración global" que deje atrás un modelo suicida".
Markus Gabriel cree que dejaremos de producir como antes y que la crisis
de la covid-19 es la antesala de una mayor: la ecológica. Existe una sensación, que esta vez incluye a intelectuales y al pueblo
por igual, de que el nuevo coronavirus de alguna manera está ligado a los
excesos y absurdos del capitalismo global y, al mismo tiempo, es un síntoma más
de la gran crisis ecológica (el problema que subyace a todo).
Ya sea que el sistema económico neoliberal haya sometido al
medioambiente a tal extremo de estrés que el virus ha brincado (vía la llamada
zoonosis) como una especie de reacción y que se trate de alguna manera de un
escarmiento planetario –bajo la idea, que parece poco científica pero que gana
tracción cada día, de que de alguna manera el planeta es un sistema holístico
que se autorregula– o, por lo menos, el hecho difícil de debatir de que el
virus pone de manifiesto la enorme debilidad e insostenibilidad del capitalismo
y la ideología que lo sustenta.
Parece cada vez más claro que en nuestra crisis actual –y en la crisis
ecológica subyacente– existe un profundo problema moral.El filósofo alemán Markus Gabriel (Remagen, Alemania, 1980),
una de las de la filosofía contemporánea, en un artículo publicado
en El País y en una entrevista posterior en el mismo medio, ha
analizado de manera lúcida el tema de la covid-19 desde la óptica de la
filosofía y el pensamiento crítico. Gabriel nota que el virus pone de manifiesto el hecho de que nuestro
orden actual –o el orden previo al virus– era en sí mismo "letal".
Con una habilidad (y una miopía) extraordinaria, el ser humano de alguna manera
ha logrado evitar afrontar esta realidad. Según Gabriel:
"El mismo siglo XXI es una pandemia, el resultado de la
globalización. Lo único que hace el virus es poner de manifiesto algo que viene
de lejos: necesitamos concebir una Ilustración global totalmente nueva. Aquí
cabe emplear una expresión de Peter Sloterdijk dándole una nueva
interpretación, y afirmar que no necesitamos un comunismo, sino un coinmunismo.
Para ello tenemos que vacunarnos contra el veneno mental que nos divide en
culturas nacionales, razas, grupos de edad y clases sociales en mutua
competencia."
El filósofo alemán Peter Sloterdijk desde hace unos años viene hablando
del "diseño de una inmunidad global" basada en "ascetismos
cooperativos" y que pase del mero romanticismo de las fronteras abiertas a
la operatividad real, resonancia e interdependencia. Sloterdjik rescata la idea de la comunidad con intereses comunes del
comunismo y la aplica a una salud global, a la construcción de una
"coinmunidad" que reconoce que todo sistema inmune personal o
nacional existe en dependencia del sistema inmune social y global. Esto queda
claramente de manifiesto actualmente.
Gabriel cree que la pandemia ilumina la realidad de nuestra inmunidad
extendida. "Y es que la pandemia nos afecta a todos; es la demostración de
que todos estamos unidos por un cordón invisible, nuestra condición de seres
humanos. Ante el virus todos somos, efectivamente, iguales".
Siguiendo a filósofos como Bruno Latour, juega con la idea de que la
Tierra misma tal vez sea un ser vivo que en cierto sentido responde a nuestra
conducta: "¿Es posible que el ecosistema de la Tierra sea un gigantesco
ser vivo? ¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia
del ser humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia?". En una
situación como la que vivimos, un filósofo como Gabriel recurre a una especie de sentido mayúsculo, un eje ordenador, que de
cierta forma se pone de manifiesto (o al menos, se atreve a preguntarse por
ello).
Lo que es indudable es que el virus ha hecho patente la realidad de que
nuestro sistema económico y la ideología de la cual depende no sólo destruyen
el ecosistema sino que también nos hacen intelectual y emocionalmente
vulnerables e inestables.
"El coronavirus pone de manifiesto las debilidades sistémicas de la
ideología dominante del siglo XXI. Una de ellas es la creencia errónea de que
el progreso científico y tecnológico por sí solo puede impulsar el progreso
humano y moral. Esta creencia nos incita a confiar en que los expertos científicos
pueden solucionar los problemas sociales comunes. El coronavirus debería ser
una demostración de ello a la vista de todos. Sin embargo, lo que quedará de
manifiesto es que semejante idea es un peligroso error.
Es verdad que tenemos que consultar a los virólogos; sólo ellos pueden
ayudarnos a entender el virus y a contenerlo a fin de salvar vidas humanas.
Pero ¿quién los escucha cuando nos dicen que cada año más de 200 000 niños
mueren de diarrea viral porque no tienen agua potable? ¿Por qué nadie se
interesa por esos niños?" No los escuchamos porque no nos interesan esos niños o esos problemas
mientras no aparezcan como una amenaza inminente. No hacemos la conexión.
"Sin progreso moral no hay verdadero progreso", nota Gabriel.
"En las transacciones de la vida diaria, como comprar un juguete
para tu hijo, un paracetamol o un coche, en muchos momentos, alguien tuvo que
sufrir por la mera existencia de esa cadena. Todos somos responsables por el
sufrimiento de otros. Estas cadenas interconectadas han creado sistemas maléficos y al final
de esas cadenas siempre hay alguien que muere por falta de agua limpia, por no
tener cosechas, por las condiciones de explotación. Esa es la cadena de infección de una enfermedad, que es el comportamiento
inmoral. Si haces lo incorrecto moralmente, haces que la realidad sea un lugar
peor. El neoliberalismo global se ha convertido en un modo de destrucción
hiperrápido."
El mayor peligro que enfrentamos no es que el virus diezme la economía o
mate a cientos de miles de personas, el mayor peligro que enfrentamos es que
regresemos a la tan mentada "normalidad". Pues, aunque este virus es
terrible, no se compara con lo que estamos cocinando en el cuarto de enfrente: "Veo esta crisis como una preparación de la crisis ecológica. Esto
no es nada comparado con la crisis ecológica, nada. Los gobiernos de todo el
mundo saben que la crisis ecológica va a matar a cientos de miles de personas
en los próximos 100 o 200 años y este es un peligro real. Lo sabemos porque los
modelos climáticos son mejores que los del coronavirus."
Bruno Latour ha notado que el virus actual ha demostrado que es posible
detener el mundo y tomar medidas radicales. Pero cuando científicos y
activistas señalan que es necesario hacer algo así, la respuesta es que es
imposible. Sin duda, esta debería ser la enseñanza de la pandemia actual. Un
primer aviso para una catástrofe incomparable, la cual hoy vemos que no es
imposible evitar. No obstante, la solución, según Gabriel, no ocurrirá solamente
poniéndonos en las manos de los científicos y de la tecnología. Es necesaria
una transformación moral que requiere también de la participación de las
Humanidades.
"¿Cuándo entenderemos por fin que, comparado con nuestra
superstición de que los problemas contemporáneos se pueden resolver con la
ciencia y la tecnología, el peligrosísimo coronavirus es inofensivo?
Necesitamos una nueva Ilustración, todo el mundo debe recibir una educación
ética para que reconozcamos el enorme peligro que supone seguir a ciegas a la
ciencia y a la técnica. [...] Tenemos que reconocer que la cadena infecciosa del capitalismo global
destruye nuestra naturaleza y atonta a los ciudadanos de los Estados nacionales
para que nos convirtamos en turistas profesionales y en consumidores de bienes
cuya producción causará a la larga más muertes que todos los virus
juntos."
Más que una nueva revolución, quizá sea necesario un renacimiento, más
un regreso a los ideales de la Florencia del siglo XV que de la Francia del
siglo XVIII. "Cuando pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia
metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del
que nunca podremos evadirnos".
Gabriel observa que la pandemia nos ha obligado a ralentizar nuestra
vida y con esta nueva lentitud vienen posibles frutos morales. "Si
pensamos en cómo era la vida hace un mes o dos, claramente era demasiado
agitada, tenía una velocidad que ya es
inimaginable. Esa dinámica es malvada por sus resultados y se ha parado. Ahora,
llevamos una vida más moral, simplemente por el hecho de hacer menos. Esto es
parte de la explicación de por qué paradójicamente nos sentimos de alguna
manera bien en la nueva situación. Hay un aspecto de solidaridad, de estar protegiendo a los mayores, y eso
genera un buen sentimiento, pero también estamos dejando de hacer cosas que son
perjudiciales para otros y hay una conciencia subliminal de esto." Lo esencial aquí es no regresar a la normalidad, no volver a echar andar
la máquina con un suspiro de alivio y volver a nuestras vidas medianamente
inconscientes y mayormente mecánicas, consumiendo y entreteniéndonos como la
audiencia de una película de terror que no se ha dado cuenta de que ellos
mismos son parte de la cinta. Si es que existe un fuerte sentimiento de solidaridad y moralidad, este
debe ser cultivado y no abandonado cuando ya no sea noticia y no haya una
amenaza inmediata.