sábado, noviembre 19, 2011

LOS MÁS FAMOSOS ASESINOS EN SERIE (2): EL MACABRO HOTEL DEL DOCTOR HOLMES

 
  
Nací con el maligno como mi patrón a un lado de la cama cuando vine al mundo y ha estado conmigo desde entonces.

H. H. Holmes.

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A veces la vida de los seres humanos se convierte en una terrible pesadilla cuando alguien decide cruzar esa línia donde empieza el abismo macabro de la malicia y la perversidad. Erich Frömm, unos de los psicoanalistas sociales más influyentes de los 90, lo dejó bien claro cuando en una de sus famosas obras, El Corazón del Hombre, escribió:

“La mayoría de los hombres son niños sugestionables y despiertos a medias, dispuestos a rendir su voluntad a cualquiera que hable con voz suficientemente amenazadora o dulce para persuadirlos … Pero ¿por qué la vida del hombre es tan diferente a la del cordero? ¿Por qué la historia de la humanidad ha estado siempre manchada de sangre? … ¿El hombre es fundamentalmente malo y corrompido, o es fundamentalmente bueno y perfectible? …  Seria difícil no ver la potencia y la intensidad de la capacidad destructora humana … El síndrome de decadencia es el que mueve al hombre a destruir por el gusto de la destrucción y a odiar por el gusto de odiar … Es innegable que cada individuo avanza en la dirección que ha elegido: la de la vida o la de la muerte, la del bien y la del mal.


El sadismo es un impulso hacia el control absoluto sobre un ser vivo … no hay distinción más fundamental entre los hombres, psicológica y moralmente, que la que existe entre los que aman la muerte y los que aman la vida, entre los necrófilos y los biófilos … las personas necrofilas como personas que se sienten atraídas por todo lo muerto, “empiezan a vivir precisamente cuando hablan de muerte … El necrófilo vive en el pasado, nunca en el futuro …Son fríos, esquivos y devotos de la ley y el orden. Su principal característica es el uso de la fuerza … como medio para convertir un hombre en cadáver. Para el hombre necrofílico no es dar vida, sino destruirla; el uso de la fuerza no es una acción transitoria que le imponen las circunstancias, es un modo de vida”. Para él sólo existen dos polos de personas: los que matan y los que mueren. Los rasgos del hombre necrofílico son pues el deseo de matar, el culto de la fuerza, la atracción de la muerte y la inmundicia, el sadismo y el deseo de transformar lo orgánico en inorgánico mediante el orden. Si el hombre se hace indiferente a la vida, no hay ya esperanza de que pueda elegir el bien. Entonces, ciertamente, su corazón se habrá endurecido tanto, que su vida habrá terminado. Si ocurriera esto a toda la especia humana, la vida de la humanidad se habría extinguido en el momento mismo en que más prometía”.

El Hotel de la Muerte no es el título de una película gore, es la espeluznante historia de Herman Webster Mudget, uno de los primeros asesinos en serie de Norteamérica y considerado por los anales de la criminología como el serial killer más atroz e inteligente que ha tenido la historia, una historia de horror y sadismo que sobrecoge los cuerpos más duros y agrieta los corazones más fríos, todo, hasta dejarlo completamente hecho picadillo.

Herman Webster Mudgett, también conocido como el Dr. H.H. Holmes, es un claro ejemplo de bestia necrofólica; capturó, torturó y asesinó a unas doscientos personas en su hotel trampa de Chicago, un lugar que se llegó a conocer con el nombre de The Murder Castle (El Castillo de la Muerte). Su oscura mente fue capaz de idear una mansión llena de trampas propia de una retorcida novela de terror. En los anales de la  historia de la criminología el Dr. H. Holmes sigue siendo un caso emblemático por su sofisticación a la hora de llevar a cabo sus crímenes.

KarlFM.- 

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Holmes nació en 1861, en el seno de una honrada y muy puritana familia de New Hampshire. De pequeño padeció del abuso de los demás niños por ser solitario. El mismo Holmes contó que una vez los chicos lo forzaron a ver y tocar un esqueleto humano. Tras lo cual nació en el la fascinación por los cadáveres y la muerte que lo llevó posteriormente a estudiar medicina.

Ya de muchacho fue problemático, cruel con los animales y con los niños pequeños. Sin embargo, sabía ser encantador con las mujeres ya que era joven guapo e inteligente, así que no tenía problema en seducir a las mujeres. Desde muy joven se interesó por conquistar a las más adineradas y así poder vivir a su costa. En 1878, con 18 años, se casó con una joven llamada Clara Lovering, hija de un próspero granjero de Loudon (New Hampshire). En 1879 inició sus estudios de medicina en la Universidad de Michigan, cuyos gastos fueron sufragados con la herencia de su esposa. Mientras era estudiante, ideó un método para conseguir estafar a las compañías de seguros: robaba cadáveres del laboratorio, los desfiguraba y los colocaba en lugares de forma que parecía que habían muerto en accidente. Con anterioridad, Holmes había contratado pólizas de seguros sobre supuestos familiares de los cadáveres y recogía el dinero cuando los cuerpos eran descubiertos. Después de asegurar un cadáver por 12.500 dólares y tener éxito en este fraude se marchó de Michigan y abandonó a su mujer y a su pequeño hijo.

Durante unos seis años se supo poco de Holmes. Al parecer estuvo en diferentes estados. Decidió marcharse al estado de Nueva York, enseñó en la escuela de Clinton County, alojándose en la casa de un granjero a cuya esposa sedujo, dejó embarazada y abandonó dejando, incluso, la cuenta sin pagar. En 1885 se trasladó a Chicago.


Mudgett tuvo incontables conquistas. Enamoró a una preciosa y millonaria joven llamada Myrtle Z. Belknap. La chica, en un principio, ofreció ciertas resistencias pero Mudgett consiguió ganar su confianza y se casó con ella (a pesar de no tener el divorcio de su primera mujer) y tuvieron una hija. A través de unas falsificaciones de escrituras, estafó a su familia política 5.000 dólares, que empleó en construir, en Wilmette, una lujosa residencia.

En 1887 logró, en las afueras de Englewood, una comunidad tranquila del sur de Chicago, la gerencia de una farmacia propiedad de una ingenua viuda, Mrs. Dr. Holden, una señora mayor de la que fue su amante y hombre de confianza. La cortesía y el encanto de Holmes atrajeron a muchas damas al establecimiento. La señora Holden estaba muy feliz con la prosperidad de su negocio. Sin embargo, su hombre de confianza, mediante falsificaciones de contabilidad y malversaciones de fondos, se hizo el dueño de todos los bienes de la viuda, a la que hizo desaparecer. Él afirmó que le había comprado la farmacia justo antes de que ella decidiera marcharse al oeste.

Mudgett ideó, entonces, construir un hotel que se inaugurase para la Exposición Universal de Chicago de 1893 y, así, aprovechar el gran número de personas que acudirían a la ciudad, entre las que se encontrarían muchas mujeres ricas y solas. Holmes, a través de una serie de estafas, consiguió un solar junto a su farmacia e inició en 1890 la construcción de un extraño hotel con aspecto de fortaleza medieval, cuya interior diseñó él mismo. No hay registros en los que aparezca cómo Holmes decidió llamar a su hotel, pero siempre fue conocido como The Murder Castle. Recurrió a numerosas empresas de construcción, que despedía al poco tiempo y a las que nunca pagaba. Los cambios constantes hacían que sólo Holmes conociese en profundidad el edificio cuya extraña construcción podía haber levantado las sospechas de la gente.


El hotel tenía tres plantas, un sótano y unas falsas almenas. Había más de 60 habitaciones y 51 puertas. En el edificio había numerosas trampillas, escaleras ocultas, pasadizos secretos, cuartos sin ventana, toboganes que conducían al sótano y puertas correderas que daban a un complejo laberinto de pasillos secretos desde los cuales, por unas ventanillas disimuladas en las paredes, Holmes observaba el movimiento de sus clientes, sobre todo si eran mujeres. La primera planta del edificio tenía almacenes y tiendas mientras que las plantas superiores estaban ocupadas por amplias estancias . En la segunda planta se encontraba una oficina de Holmes. La mayoría de las habitaciones estaban destinadas a los huéspedes.

Bajo el parquet, una instalación eléctrica le permitía seguir en un panel indicador instalado en su despacho el desplazamiento de los huéspedes. Acabar con sus vidas era fácil. Con sólo abrir unos grifos de gas, podía asfixiar a los ocupantes de varias habitaciones. Otras estancias tenían sopletes en las paredes recubiertas de planchas de hierro. Un montacargas y dos toboganes servían para hacer bajar los cadáveres a una bodega, donde podían ser disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico, reducidos a polvo en un incinerador o sumergidos en unas cubas llena de cal viva. Este sádico asesino podía también torturar a sus víctimas antes de acabar con sus vidas. En una habitación, que llamaba el calabozo, tenía innumerables objetos de tortura. Entre las máquinas sádicas instaladas por Holmes, llamó la atención de los periodistas el autómata que permitía cosquillear la planta de los pies de las víctimas hasta que literalmente morían de risa. Si alguna víctima intentaba escapar de su celda, se activaba una alarma que sonaba en las habitaciones de Holmes. La policía dedujo que algunos de los desdichados huéspedes fueron mantenidos en cautividad durante meses antes de su muerte.

 

El castillo Holmes fue terminado en 1892 y la exposición de Chicago abrió sus puertas el 1 de mayo de 1893. Durante los seis meses que duró, la fábrica de matar del Dr. Holmes estuvo a pleno rendimiento por la cantidad de visitas que recibía la ciudad. El verdugo escogía a sus “clientas” con mucha precaución. Tenían que ser ricas, jóvenes, guapas, estar solas y, para evitar las visitas inoportunas de amigos o familiares, su domicilio tenía que estar situado en un estado lo más alejado posible de Chicago.

Utilizando la gran variedad de máquinas de tortura y habitaciones “especiales” que su mansión poseía algunos de sus “juegos” más pervertidos se basaban en atar a sus victimas colgando de los brazos y bajarlas lentamente a un pozo lleno con ácido; o encadenarlas a una prensa rotatoria que lentamente iba triturando sus huesos. También era normal también que practicara “autopsias” o desollara a la persona estando ésta aun con vida.

Al terminar la Exposición, había una lista de desaparecidos demasiado larga. Al menos 50 personas desaparecidas perdían su pista en el hotel de Holmes. Éstas habían llegado hasta el hotel buscando alojamiento, trabajo o matrimonio. Mudgett atraía a mujeres por medio de anuncios en los periódicos en los que ofrecía empleo o una relación seria. Cuando se convencía de que ellas no le habían dicho a nadie ningún dato que lo implicase, las hacía presas y las mataba. A algunas las torturaba antes para que confesaran dónde se encontraban su dinero u objetos de valor.

Una de sus víctimas fue Minnie Williams. Trabajaba en una escuela privada de Chicago y era heredera de una gran fortuna en Texas. Pronto se prometieron para casarse, lo que despertó la ira de su amante, Julia Connor, casada con uno de sus empleados, Ned Connor. Al poco tiempo, Julia y la hija que tuvo con Ned, llamada Pearl, desaparecieron. Cuando el marido le preguntó por ellas, Holmes le dijo que se habían ido a Michigan. No obstante, una vez detenido, llegó a confesar que asesinó a Julia y a su hija por los celos que sentía la primera pero que de todos modos, antes o después, lo habría hecho porque estaba harto de ella.

Minnie vivió en el hotel durante más de un año y llegó a descubrir la vida oculta de su marido. La policía creía que incluso fue la instigadora de algunos crímenes, como el asesinato de Emily Van Tassel, una chica de 17 años que trabajaba en una tienda de caramelos del hotel y que desapareció un mes después de ser contratada. Minnie también sabía del asesinato de Emmeline Cigrand, una bella joven taquígrafa. Holmes llegó a declarar que la encerró en uno de sus cuartos insonorizados y que la violó. Según Mudgett, después la mató porque su mujer se sentía celosa. También asesinó al novio de la chica, que pasó por el hotel preguntando por ella. Holmes

Cuando la hermana de su mujer, Nannie, pasó una temporada con el matrimonio, Mudgett la convirtió en su amante. Según declaró Holmes, cuando Minnie se enteró, en un ataque de ira, acabó con la vida de su hermana golpeándola en la cabeza con una silla. Se deshicieron del cuerpo arrojándolo al lago Michigan.

Posteriormente, el doctor se casó con una mujer de mala reputación llamada Georgianna, a la que le dijo que Minnie era su prima. Lo realmente curioso es que en la boda, Minnie participó como testigo. En Texas reclamó una propiedad de Minnie e hizo una estafa con caballos muy lucrativa pero que, más tarde, se volvería en su contra.

Los tres volvieron a Chicago y esta fue la última vez que Minnie fue vista con vida. Holmes explicó a la policía que él creía que su mujer había huido a Europa tras asesinar a su hermana en un ataque de pasión. No obstante, después reconocería que también asesinó a Minnie.

En julio de 1894 el doctor fue arrestado por una de sus estafas: el timo de los caballos del que antes hablamos. Georgianna pagó la fianza y salió de la cárcel. Mientras estuvo en prisión entabló relación con un ladrón de trenes llamado Marion Hedgepeth que tenía una condena de 25 años. Holmes ideó engañar a una compañía aseguradora tomando una póliza de 20.000 dólares en caso de su propia muerte. Mudgett le prometió una comisión de 500 dólares a Hedgepeth a cambio del nombre de un abogado en el que pudiera confiar. El ladrón de trenes lo dirigió al Coronel Jeptha Howe, que encontró brillante el fraude. El doctor llevó un cadáver a una playa de Rhode Island y lo quemó desfigurando su cabeza. Tras afeitarse la barba y cambiar su apariencia todo lo que pudo, volvió a su hotel registrándose con otro nombre. Hizo como si investigara sobre su amigo Holmes. Cuando el cuerpo apareció en la playa, él lo identificó como H. H. Holmes para cobrar la póliza. Pero la compañía de seguros sospechó que había fraude y no quiso pagar. El doctor volvió a Chicago y comenzó a preparar una nueva versión del fraude.

Mantuvo una conferencia con el Coronel Jeptha Howe y su amigo Benjamin Pietzel. Éste último se fue a Filadelfia con su mujer Carrie y abrió una tienda de patentes con el nombre de B. F. Perry. Sacarían un seguro de vida en una compañía de Filadelfia. Simularían la muerte de Pietzel a través de un cadáver anónimo desfigurado por un accidente. La prima, que cobraría la viuda de Pietzel, se repartiría entre Holmes y Pietzel, y éste último desaparecería durante algún tiempo en Sudamérica. Pero Holmes cambió de planes e hizo desaparecer de verdad a su socio. Esta solución tenía la ventaja de evitar el reparto de la prima que sería íntegramente para él.

Holmes acudió a la morgue para reconocer el cuerpo de Pietzel. Después, el abogado de Carrie, la mujer de Pietzel, reclamó la prima al seguro. Holmes creía que todo estaba saliendo a la perfección pero desconocía que su antiguo compañero de celda, Marion Hedgepeth, al que no pagó los 500 dólares prometidos, terminaría acabando con su suerte. Hedgepeth informó del fraude que Holmes le contó en prisión a un policía de Sant Louis, que lo notificó a un investigador de seguros, quien a su vez informó a un veterano detective de Pinkerton, Frank Geyer. Éste inició una investigación.

Mientras tanto, Holmes engañó a Carrie diciéndole que su marido estaba oculto en Nueva York. La envió al Este para que se reuniera con él en Detroit. El doctor se quedó con sus tres hijos. Llegó a Detroit unos días antes que Carrie y puso a los niños en una pensión. Cuando llegó Carrie se alojó en otro establecimiento. El doctor empezó a trasladarse por el país, pues ya sabía que el detective de Pinkerton estaba tras su pista.

El 17 de noviembre de 1894 Holmes apareció sólo en Boston, fue detenido y enviado a Filadelfia por el fraude de los caballos y le dieron la opción de volver a Texas y ser ahorcado como ladrón de caballos o confesar el fraude del seguro que condujo a la muerte de Pietzel. Él escogió lo segundo y fue enviado a Filadelfia. Una semana más tarde localizaron a Georgianna en Indiana y Carrie fue encontrada en Burlington (Vermont), donde Holmes le había alquilado una casa mientras esperaba la llegada de su familia. Carrie fue arrestada pero la soltaron al poco tiempo.

El detective Geyer fue descubriendo los secretos de Holmes y empezó a preocuparse por los tres niños de Pietzel. Holmes juró que Minnie se había llevado a Londres a los niños. Firmó una declaración de culpabilidad por el fraude del seguro pero Geyer sabía que había mucho más.

En Chicago, Geyer empezó a seguir la pista del correo del doctor y vio que circulaba por el país, sin duda para despistar. Siguió los pasos de Holmes a través de las casas que alquilaba en cada ciudad. En Detroit, una casa alquilada por Holmes tenía un agujero muy grande en el sótano. Se sintió aliviado al descubrir que estaba vacío. En Toronto buscó ocho días hasta que encontró una casita de campo alquilada a un hombre acompañado por dos niñas que encajaba perfectamente en la descripción de Holmes. Se enteró de que este individuo había pedido a un vecino una pala para cavar un agujero para almacenar patatas. Geyer descubrió finalmente los cuerpos enterrados de Nellie y Alice. En el dormitorio vio un baúl grande del que salía un trozo de tubería conectado al gas. Holmes terminó admitiendo que las metió en el baúl jugando al escondite y las asfixió.

Preguntando a los vecinos, Geyer descubrió que las niñas hablaron de un hermano que vivía en Indianápolis. Con esta pista Geyer buscó en 900 casas intentando localizar al niño. Finalmente, en un suburbio de Irvington, encontró la casa alquilada por Holmes. En la estufa de la cocina había restos carbonizados del pequeño.

Geyer estaba seguro de que en el hotel habría muchas más respuestas. Entró en el edificio con varios policías y ni siquiera los más veteranos pudieron olvidar nunca lo que encontraron allí. Los crematorios aún tenían cenizas de cadáveres y huesos. Buscando en las cenizas, apareció un reloj que pertenecía a Minnie y varias fotografías chamuscadas. La huella del cuerpo desnudo de una mujer se encontró en una pila de cal viva. Aparecieron docenas de huesos de cuerpos humanos y varias piezas de joyería que pertenecieron a las amantes de Holmes. Ned Connor identificó el vestido ensangrentado que perteneció a su mujer, Julia. Se descubrieron también los huesos de una niña de unos seis años, Pearl Connor, en un agujero en el suelo.

Después de retirar las pruebas y los restos humanos, el Castillo estuvo vacío durante meses, y la gente fue allí a curiosear: no podían creer lo que había sucedido en su ciudad. El 19 de agosto el hotel se quemó hasta reducirse a cenizas. Tres explosiones tronaron en la ciudad poco después de la medianoche y minutos más tarde un enorme resplandor salió del edificio abandonado. En menos de una hora comenzó a derrumbarse. Hubo rumores de que los cómplices de Holmes incendiaron la casa para evitar que la policía pudiera implicarlos. El solar, en el 1938, sería ocupado por una oficina de correos.

El juicio comenzó en Filadelfia en octubre de 1895. Sólo duró seis días. Los periódicos lo relataron de una manera sensacionalista. En la sala del Tribunal, Holmes creó muchas escenas impactantes. Perdió el control y se puso a llorar cuando Georgianna subió al estrado como testigo del Estado. Despidió a sus abogados e intentó conducir su propia defensa. Se decía que Holmes fue excepcional como abogado pero que, de todos modos, no pudo salvarse. El 30 de noviembre el juez firmó una sentencia de muerte que, finalmente, se aplicó el 7 de mayo de 1896, fue colgado pero al estar mal colocada la soga, su cuello no se rompió instantáneamente, provocando una dolorosa agonía durante 15 minutos.

Justo antes de su ejecución, le visitaron dos sacerdotes católicos en su celda. Tomó la comunión con ellos pero rechazó pedir perdón por sus crímenes. Su ejecución, que duró 15 minutos, fue presenciada por numerosos espectadores. Este frío psicópata sólo tenía treinta y cinco años.

Para evitar que su cuerpo fuera mutilado o robado el mismo Holmes pidió que fuera enterrado en un ataúd lleno de cemento. De hecho hubo guardias presentes durante su entierro en una fosa del doble de profundidad igualmente rellenada con cemento y sin lápida que identificara su lugar. Los abogados de Holmes rechazaron una oferta de $15,000 dólares que un instituto médico les ofreció por el cerebro de uno de los primeros asesinos en serie de la historia de Norteamérica.

Es difícil saber cuántas personas fueron torturadas y asesinadas por el Dr. Holmes. Los criminólogos opinan que doscientas es una cifra verosímil, teniendo en cuenta simplemente la importancia de las instalaciones que había colocado en su hotel y que, además, se trataba de un individuo que sentía gran placer con el asesinato. Holmes sólo confesó veintisiete, pero durante el juicio demostró que disfrutaba burlándose de la justicia. Por ejemplo, confesaba el asesinato de personas que estaban vivas. Lo cierto es que nunca se sabrá el número exacto de sus víctimas.


Para el próximo año 2012 se espera el estreno de la película  Devil in the White City, la adaptación cinematográfica de la aclamada novela de Erik Larson y que también tiene el mismo nombre. Según las más respetables opiniones críticas del medio, esta entrega puede acabar siendo una gran película. La cinta narrará la historia real de dos hombres unidos por un sueño que se convirtió en pesadilla, la del arquitecto encargado de la construcción del recinto ferial de la Exposición Universal de Chicago de 1893, Daniel H. Burnham, y la del asesino en serie Henry Howard Holmes (en la película interpretado por Leonardo Di Caprio), quien utilizó dicha Exposición para construir su macabro hotel para atraer a sus víctimas.



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