Nací con el maligno como mi patrón a un lado de la cama cuando vine al mundo y ha estado conmigo desde entonces.
H. H. Holmes.
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A veces la vida de los seres humanos se convierte en una terrible
pesadilla cuando alguien decide cruzar esa línia donde empieza el abismo
macabro de la malicia y la perversidad. Erich Frömm, unos de los psicoanalistas
sociales más influyentes de los 90, lo dejó bien claro cuando en una de sus
famosas obras, El Corazón del Hombre, escribió:
“La mayoría de los hombres son niños sugestionables y despiertos a
medias, dispuestos a rendir su voluntad a cualquiera que hable con voz
suficientemente amenazadora o dulce para persuadirlos … Pero ¿por qué la vida del
hombre es tan diferente a la del cordero? ¿Por qué la historia de la humanidad
ha estado siempre manchada de sangre? … ¿El hombre es fundamentalmente malo y
corrompido, o es fundamentalmente bueno y perfectible? … Seria difícil no ver la potencia y la
intensidad de la capacidad destructora humana … El síndrome de decadencia es el
que mueve al hombre a destruir por el gusto de la destrucción y a odiar por el
gusto de odiar … Es innegable que cada individuo avanza en la dirección que ha
elegido: la de la vida o la de la muerte, la del bien y la del mal.
El sadismo
es un impulso hacia el control absoluto sobre un ser vivo … no hay distinción
más fundamental entre los hombres, psicológica y moralmente, que la que existe
entre los que aman la muerte y los que aman la vida, entre los necrófilos y los
biófilos … las personas necrofilas como personas que se sienten atraídas por
todo lo muerto, “empiezan a vivir precisamente cuando hablan de muerte … El
necrófilo vive en el pasado, nunca en el futuro …Son fríos, esquivos y devotos
de la ley y el orden. Su principal característica es el uso de la fuerza … como
medio para convertir un hombre en cadáver. Para el hombre necrofílico no es dar
vida, sino destruirla; el uso de la fuerza no es una acción transitoria que le
imponen las circunstancias, es un modo de vida”. Para él sólo existen dos polos
de personas: los que matan y los que mueren. Los rasgos del hombre necrofílico
son pues el deseo de matar, el culto de la fuerza, la atracción de la muerte y
la inmundicia, el sadismo y el deseo de transformar lo orgánico en inorgánico
mediante el orden. Si el hombre se hace indiferente a la vida, no hay ya
esperanza de que pueda elegir el bien. Entonces, ciertamente, su corazón se
habrá endurecido tanto, que su vida habrá terminado. Si ocurriera esto a toda
la especia humana, la vida de la humanidad se habría extinguido en el momento
mismo en que más prometía”.
El Hotel de la Muerte no es el
título de una película gore, es la espeluznante historia de Herman Webster
Mudget, uno de los primeros asesinos en serie de Norteamérica y considerado por
los anales de la criminología como el serial killer más atroz e inteligente que
ha tenido la historia, una historia de horror y sadismo que sobrecoge los
cuerpos más duros y agrieta los corazones más fríos, todo, hasta dejarlo
completamente hecho picadillo.
Herman Webster Mudgett, también
conocido como el Dr. H.H. Holmes, es un claro ejemplo de bestia necrofólica; capturó, torturó y asesinó a unas doscientos
personas en su hotel trampa de Chicago, un lugar que se llegó a conocer con el
nombre de The Murder Castle (El Castillo de la Muerte). Su oscura mente fue
capaz de idear una mansión llena de trampas propia de una retorcida novela de
terror. En los anales de la historia de la criminología el Dr. H. Holmes
sigue siendo un caso emblemático por su sofisticación a la hora de llevar a
cabo sus crímenes.
KarlFM.-
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Holmes nació en 1861, en el seno de una honrada y muy puritana familia de New Hampshire. De pequeño padeció del abuso de los demás niños por ser solitario. El mismo Holmes contó que una vez los chicos lo forzaron a ver y tocar un esqueleto humano. Tras lo cual nació en el la fascinación por los cadáveres y la muerte que lo llevó posteriormente a estudiar medicina.
Ya de muchacho fue problemático,
cruel con los animales y con los niños pequeños. Sin embargo, sabía ser
encantador con las mujeres ya que era joven guapo e inteligente, así que no
tenía problema en seducir a las mujeres. Desde muy joven se interesó por
conquistar a las más adineradas y así poder vivir a su costa. En 1878, con 18
años, se casó con una joven llamada Clara Lovering, hija de un próspero
granjero de Loudon (New Hampshire). En 1879 inició sus estudios de medicina en
la Universidad de Michigan, cuyos gastos fueron sufragados con la herencia de
su esposa. Mientras era estudiante, ideó un método para conseguir estafar a las
compañías de seguros: robaba cadáveres del laboratorio, los desfiguraba y los
colocaba en lugares de forma que parecía que habían muerto en accidente. Con
anterioridad, Holmes había contratado pólizas de seguros sobre supuestos
familiares de los cadáveres y recogía el dinero cuando los cuerpos eran
descubiertos. Después de asegurar un cadáver por 12.500 dólares y tener éxito
en este fraude se marchó de Michigan y abandonó a su mujer y a su pequeño hijo.
Durante unos seis años se supo
poco de Holmes. Al parecer estuvo en diferentes estados. Decidió marcharse al
estado de Nueva York, enseñó en la escuela de Clinton County, alojándose en la
casa de un granjero a cuya esposa sedujo, dejó embarazada y abandonó dejando,
incluso, la cuenta sin pagar. En 1885 se trasladó a Chicago.
Mudgett tuvo incontables conquistas. Enamoró a una preciosa y millonaria joven llamada Myrtle Z. Belknap. La chica, en un principio, ofreció ciertas resistencias pero Mudgett consiguió ganar su confianza y se casó con ella (a pesar de no tener el divorcio de su primera mujer) y tuvieron una hija. A través de unas falsificaciones de escrituras, estafó a su familia política 5.000 dólares, que empleó en construir, en Wilmette, una lujosa residencia.
Mudgett tuvo incontables conquistas. Enamoró a una preciosa y millonaria joven llamada Myrtle Z. Belknap. La chica, en un principio, ofreció ciertas resistencias pero Mudgett consiguió ganar su confianza y se casó con ella (a pesar de no tener el divorcio de su primera mujer) y tuvieron una hija. A través de unas falsificaciones de escrituras, estafó a su familia política 5.000 dólares, que empleó en construir, en Wilmette, una lujosa residencia.
En 1887 logró, en las afueras de
Englewood, una comunidad tranquila del sur de Chicago, la gerencia de una farmacia
propiedad de una ingenua viuda, Mrs. Dr. Holden, una señora mayor de la que fue
su amante y hombre de confianza. La cortesía y el encanto de Holmes atrajeron a
muchas damas al establecimiento. La señora Holden estaba muy feliz con la
prosperidad de su negocio. Sin embargo, su hombre de confianza, mediante
falsificaciones de contabilidad y malversaciones de fondos, se hizo el dueño de
todos los bienes de la viuda, a la que hizo desaparecer. Él afirmó que le había
comprado la farmacia justo antes de que ella decidiera marcharse al oeste.
Mudgett ideó, entonces, construir
un hotel que se inaugurase para la Exposición Universal de Chicago de 1893 y,
así, aprovechar el gran número de personas que acudirían a la ciudad, entre las
que se encontrarían muchas mujeres ricas y solas. Holmes, a través de una serie
de estafas, consiguió un solar junto a su farmacia e inició en 1890 la
construcción de un extraño hotel con aspecto de fortaleza medieval, cuya
interior diseñó él mismo. No hay registros en los que aparezca cómo Holmes
decidió llamar a su hotel, pero siempre fue conocido como The Murder Castle.
Recurrió a numerosas empresas de construcción, que despedía al poco tiempo y a
las que nunca pagaba. Los cambios constantes hacían que sólo Holmes conociese
en profundidad el edificio cuya extraña construcción podía haber levantado las
sospechas de la gente.
El hotel tenía tres plantas, un
sótano y unas falsas almenas. Había más de 60 habitaciones y 51 puertas. En el
edificio había numerosas trampillas, escaleras ocultas, pasadizos secretos,
cuartos sin ventana, toboganes que conducían al sótano y puertas correderas que
daban a un complejo laberinto de pasillos secretos desde los cuales, por unas
ventanillas disimuladas en las paredes, Holmes observaba el movimiento de sus
clientes, sobre todo si eran mujeres. La primera planta del edificio tenía
almacenes y tiendas mientras que las plantas superiores estaban ocupadas por
amplias estancias . En la segunda planta se encontraba una oficina de Holmes.
La mayoría de las habitaciones estaban destinadas a los huéspedes.
Bajo el parquet, una instalación
eléctrica le permitía seguir en un panel indicador instalado en su despacho el
desplazamiento de los huéspedes. Acabar con sus vidas era fácil. Con sólo abrir
unos grifos de gas, podía asfixiar a los ocupantes de varias habitaciones.
Otras estancias tenían sopletes en las paredes recubiertas de planchas de
hierro. Un montacargas y dos toboganes servían para hacer bajar los cadáveres a
una bodega, donde podían ser disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico,
reducidos a polvo en un incinerador o sumergidos en unas cubas llena de cal
viva. Este sádico asesino podía también torturar a sus víctimas antes de acabar
con sus vidas. En una habitación, que llamaba el calabozo, tenía innumerables
objetos de tortura. Entre las máquinas sádicas instaladas por Holmes, llamó la
atención de los periodistas el autómata que permitía cosquillear la planta de
los pies de las víctimas hasta que literalmente morían de risa. Si alguna
víctima intentaba escapar de su celda, se activaba una alarma que sonaba en las
habitaciones de Holmes. La policía dedujo que algunos de los desdichados
huéspedes fueron mantenidos en cautividad durante meses antes de su muerte.
El castillo Holmes fue terminado
en 1892 y la exposición de Chicago abrió sus puertas el 1 de mayo de 1893.
Durante los seis meses que duró, la fábrica de matar del Dr. Holmes estuvo a
pleno rendimiento por la cantidad de visitas que recibía la ciudad. El verdugo
escogía a sus “clientas” con mucha precaución. Tenían que ser ricas, jóvenes,
guapas, estar solas y, para evitar las visitas inoportunas de amigos o
familiares, su domicilio tenía que estar situado en un estado lo más alejado
posible de Chicago.
Utilizando la gran variedad de
máquinas de tortura y habitaciones “especiales” que su mansión poseía algunos
de sus “juegos” más pervertidos se basaban en atar a sus victimas colgando de
los brazos y bajarlas lentamente a un pozo lleno con ácido; o encadenarlas a
una prensa rotatoria que lentamente iba triturando sus huesos. También era
normal también que practicara “autopsias” o desollara a la persona estando ésta
aun con vida.
Al terminar la Exposición, había
una lista de desaparecidos demasiado larga. Al menos 50 personas desaparecidas
perdían su pista en el hotel de Holmes. Éstas habían llegado hasta el hotel
buscando alojamiento, trabajo o matrimonio. Mudgett atraía a mujeres por medio
de anuncios en los periódicos en los que ofrecía empleo o una relación seria.
Cuando se convencía de que ellas no le habían dicho a nadie ningún dato que lo
implicase, las hacía presas y las mataba. A algunas las torturaba antes para
que confesaran dónde se encontraban su dinero u objetos de valor.
Una de sus víctimas fue Minnie
Williams. Trabajaba en una escuela privada de Chicago y era heredera de una
gran fortuna en Texas. Pronto se prometieron para casarse, lo que despertó la
ira de su amante, Julia Connor, casada con uno de sus empleados, Ned Connor. Al
poco tiempo, Julia y la hija que tuvo con Ned, llamada Pearl, desaparecieron.
Cuando el marido le preguntó por ellas, Holmes le dijo que se habían ido a
Michigan. No obstante, una vez detenido, llegó a confesar que asesinó a Julia y
a su hija por los celos que sentía la primera pero que de todos modos, antes o
después, lo habría hecho porque estaba harto de ella.
Minnie vivió en el hotel durante
más de un año y llegó a descubrir la vida oculta de su marido. La policía creía
que incluso fue la instigadora de algunos crímenes, como el asesinato de Emily
Van Tassel, una chica de 17 años que trabajaba en una tienda de caramelos del
hotel y que desapareció un mes después de ser contratada. Minnie también sabía
del asesinato de Emmeline Cigrand, una bella joven taquígrafa. Holmes llegó a
declarar que la encerró en uno de sus cuartos insonorizados y que la violó.
Según Mudgett, después la mató porque su mujer se sentía celosa. También
asesinó al novio de la chica, que pasó por el hotel preguntando por ella.
Holmes
Cuando la hermana de su mujer, Nannie,
pasó una temporada con el matrimonio, Mudgett la convirtió en su amante. Según
declaró Holmes, cuando Minnie se enteró, en un ataque de ira, acabó con la vida
de su hermana golpeándola en la cabeza con una silla. Se deshicieron del cuerpo
arrojándolo al lago Michigan.
Posteriormente, el doctor se casó
con una mujer de mala reputación llamada Georgianna, a la que le dijo que
Minnie era su prima. Lo realmente curioso es que en la boda, Minnie participó
como testigo. En Texas reclamó una propiedad de Minnie e hizo una estafa con
caballos muy lucrativa pero que, más tarde, se volvería en su contra.
Los tres volvieron a Chicago y
esta fue la última vez que Minnie fue vista con vida. Holmes explicó a la policía
que él creía que su mujer había huido a Europa tras asesinar a su hermana en un
ataque de pasión. No obstante, después reconocería que también asesinó a
Minnie.
En julio de 1894 el doctor fue
arrestado por una de sus estafas: el timo de los caballos del que antes
hablamos. Georgianna pagó la fianza y salió de la cárcel. Mientras estuvo en
prisión entabló relación con un ladrón de trenes llamado Marion Hedgepeth que
tenía una condena de 25 años. Holmes ideó engañar a una compañía aseguradora
tomando una póliza de 20.000 dólares en caso de su propia muerte. Mudgett le
prometió una comisión de 500 dólares a Hedgepeth a cambio del nombre de un
abogado en el que pudiera confiar. El ladrón de trenes lo dirigió al Coronel
Jeptha Howe, que encontró brillante el fraude. El doctor llevó un cadáver a una
playa de Rhode Island y lo quemó desfigurando su cabeza. Tras afeitarse la
barba y cambiar su apariencia todo lo que pudo, volvió a su hotel registrándose
con otro nombre. Hizo como si investigara sobre su amigo Holmes. Cuando el
cuerpo apareció en la playa, él lo identificó como H. H. Holmes para cobrar la
póliza. Pero la compañía de seguros sospechó que había fraude y no quiso pagar.
El doctor volvió a Chicago y comenzó a preparar una nueva versión del fraude.
Mantuvo una conferencia con el
Coronel Jeptha Howe y su amigo Benjamin Pietzel. Éste último se fue a
Filadelfia con su mujer Carrie y abrió una tienda de patentes con el nombre de B.
F. Perry. Sacarían un seguro de vida en una compañía de Filadelfia. Simularían
la muerte de Pietzel a través de un cadáver anónimo desfigurado por un
accidente. La prima, que cobraría la viuda de Pietzel, se repartiría entre
Holmes y Pietzel, y éste último desaparecería durante algún tiempo en
Sudamérica. Pero Holmes cambió de planes e hizo desaparecer de verdad a su
socio. Esta solución tenía la ventaja de evitar el reparto de la prima que
sería íntegramente para él.
Holmes acudió a la morgue para
reconocer el cuerpo de Pietzel. Después, el abogado de Carrie, la mujer de Pietzel,
reclamó la prima al seguro. Holmes creía que todo estaba saliendo a la
perfección pero desconocía que su antiguo compañero de celda, Marion Hedgepeth,
al que no pagó los 500 dólares prometidos, terminaría acabando con su suerte.
Hedgepeth informó del fraude que Holmes le contó en prisión a un policía de
Sant Louis, que lo notificó a un investigador de seguros, quien a su vez
informó a un veterano detective de Pinkerton, Frank Geyer. Éste inició una
investigación.
Mientras tanto, Holmes engañó a Carrie
diciéndole que su marido estaba oculto en Nueva York. La envió al Este para que
se reuniera con él en Detroit. El doctor se quedó con sus tres hijos. Llegó a
Detroit unos días antes que Carrie y puso a los niños en una pensión. Cuando
llegó Carrie se alojó en otro establecimiento. El doctor empezó a trasladarse
por el país, pues ya sabía que el detective de Pinkerton estaba tras su pista.
El 17 de noviembre de 1894 Holmes
apareció sólo en Boston, fue detenido y enviado a Filadelfia por el fraude de
los caballos y le dieron la opción de volver a Texas y ser ahorcado como ladrón
de caballos o confesar el fraude del seguro que condujo a la muerte de Pietzel.
Él escogió lo segundo y fue enviado a Filadelfia. Una semana más tarde
localizaron a Georgianna en Indiana y Carrie fue encontrada en Burlington
(Vermont), donde Holmes le había alquilado una casa mientras esperaba la
llegada de su familia. Carrie fue arrestada pero la soltaron al poco tiempo.
El detective Geyer fue
descubriendo los secretos de Holmes y empezó a preocuparse por los tres niños
de Pietzel. Holmes juró que Minnie se había llevado a Londres a los niños.
Firmó una declaración de culpabilidad por el fraude del seguro pero Geyer sabía
que había mucho más.
En Chicago, Geyer empezó a seguir
la pista del correo del doctor y vio que circulaba por el país, sin duda para
despistar. Siguió los pasos de Holmes a través de las casas que alquilaba en
cada ciudad. En Detroit, una casa alquilada por Holmes tenía un agujero muy
grande en el sótano. Se sintió aliviado al descubrir que estaba vacío. En
Toronto buscó ocho días hasta que encontró una casita de campo alquilada a un
hombre acompañado por dos niñas que encajaba perfectamente en la descripción de
Holmes. Se enteró de que este individuo había pedido a un vecino una pala para
cavar un agujero para almacenar patatas. Geyer descubrió finalmente los cuerpos
enterrados de Nellie y Alice. En el dormitorio vio un baúl grande del que salía
un trozo de tubería conectado al gas. Holmes terminó admitiendo que las metió
en el baúl jugando al escondite y las asfixió.
Preguntando a los vecinos, Geyer
descubrió que las niñas hablaron de un hermano que vivía en Indianápolis. Con
esta pista Geyer buscó en 900 casas intentando localizar al niño. Finalmente, en
un suburbio de Irvington, encontró la casa alquilada por Holmes. En la estufa
de la cocina había restos carbonizados del pequeño.
Geyer estaba seguro de que en el
hotel habría muchas más respuestas. Entró en el edificio con varios policías y
ni siquiera los más veteranos pudieron olvidar nunca lo que encontraron allí.
Los crematorios aún tenían cenizas de cadáveres y huesos. Buscando en las
cenizas, apareció un reloj que pertenecía a Minnie y varias fotografías
chamuscadas. La huella del cuerpo desnudo de una mujer se encontró en una pila
de cal viva. Aparecieron docenas de huesos de cuerpos humanos y varias piezas
de joyería que pertenecieron a las amantes de Holmes. Ned Connor identificó el
vestido ensangrentado que perteneció a su mujer, Julia. Se descubrieron también
los huesos de una niña de unos seis años, Pearl Connor, en un agujero en el
suelo.
Después de retirar las pruebas y
los restos humanos, el Castillo estuvo vacío durante meses, y la gente fue allí
a curiosear: no podían creer lo que había sucedido en su ciudad. El 19 de
agosto el hotel se quemó hasta reducirse a cenizas. Tres explosiones tronaron
en la ciudad poco después de la medianoche y minutos más tarde un enorme
resplandor salió del edificio abandonado. En menos de una hora comenzó a
derrumbarse. Hubo rumores de que los cómplices de Holmes incendiaron la casa
para evitar que la policía pudiera implicarlos. El solar, en el 1938, sería
ocupado por una oficina de correos.
El juicio comenzó en Filadelfia
en octubre de 1895. Sólo duró seis días. Los periódicos lo relataron de una
manera sensacionalista. En la sala del Tribunal, Holmes creó muchas escenas
impactantes. Perdió el control y se puso a llorar cuando Georgianna subió al
estrado como testigo del Estado. Despidió a sus abogados e intentó conducir su
propia defensa. Se decía que Holmes fue excepcional como abogado pero que, de
todos modos, no pudo salvarse. El 30 de noviembre el juez firmó una sentencia de
muerte que, finalmente, se aplicó el 7 de mayo de 1896, fue colgado pero al
estar mal colocada la soga, su cuello no se rompió instantáneamente, provocando
una dolorosa agonía durante 15 minutos.
Justo antes de su ejecución, le
visitaron dos sacerdotes católicos en su celda. Tomó la comunión con ellos pero
rechazó pedir perdón por sus crímenes. Su ejecución, que duró 15 minutos, fue
presenciada por numerosos espectadores. Este frío psicópata sólo tenía treinta
y cinco años.
Para evitar que su cuerpo fuera
mutilado o robado el mismo Holmes pidió que fuera enterrado en un ataúd lleno
de cemento. De hecho hubo guardias presentes durante su entierro en una fosa
del doble de profundidad igualmente rellenada con cemento y sin lápida que
identificara su lugar. Los abogados de Holmes rechazaron una oferta de $15,000
dólares que un instituto médico les ofreció por el cerebro de uno de los
primeros asesinos en serie de la historia de Norteamérica.
Es difícil saber cuántas personas
fueron torturadas y asesinadas por el Dr. Holmes. Los criminólogos opinan que
doscientas es una cifra verosímil, teniendo en cuenta simplemente la
importancia de las instalaciones que había colocado en su hotel y que, además,
se trataba de un individuo que sentía gran placer con el asesinato. Holmes sólo
confesó veintisiete, pero durante el juicio demostró que disfrutaba burlándose
de la justicia. Por ejemplo, confesaba el asesinato de personas que estaban
vivas. Lo cierto es que nunca se sabrá el número exacto de sus víctimas.
Para el próximo año 2012 se
espera el estreno de la película Devil in the White City, la adaptación
cinematográfica de la aclamada novela de Erik Larson y que también tiene el
mismo nombre. Según las más respetables opiniones críticas del medio, esta entrega
puede acabar siendo una gran película. La cinta narrará la historia real de dos
hombres unidos por un sueño que se convirtió en pesadilla, la del arquitecto
encargado de la construcción del recinto ferial de la Exposición Universal de
Chicago de 1893, Daniel H. Burnham, y la del asesino en serie Henry Howard
Holmes (en la película interpretado por Leonardo Di Caprio), quien utilizó
dicha Exposición para construir su macabro hotel para atraer a sus víctimas.