Streetwise recibió elogios de toda la crítica internacional, bien por su honesta descripción sobre la vida callejera de estos pequeños seres humanos, especialmente la de Tiny (Erin Charles), una prostituta esbelta de trece años que ofrecía sus servicios sexuales en las calles aunque de pequeña soñaba con tener una granja de caballos, tener diamantes y pieles y, como no, un bebé propio. Pero los sueños no siempre son posibles, sobre todo cuando la realidad y las circunstancias te dan la espalda y te “matan” la vida. En la actualidad, Tiny es madre de diez hijos, y vive rodeada de perros bajo un peligroso sobrepeso, sin granja, diamantes ni pieles.
La primera película sobre Tiny fue Tiny: The Life of Erin Blackwell, rodada en 1984. Narra la historia desolada que empujó a su protagonista hacia una terrible espiral de drogas, prostitución y autodestrucción que, a día de hoy, sigue habitando en muchas partes del mundo, ante la indiferencia de la sociedad en general.
Debemos recordar que Mary Ellen Mark fue una fotógrafa estadounidense muy conocida y valorada por sus magníficos trabajos de fotoperiodismo, fotografía documental, retrato y fotografía publicitaria. Fotografió a personas que se encontraban fuera de la sociedad convencional, en sus márgenes extremos, muy peligrosos y problemáticos. Sus imágenes reflejan esa parte oscura de lo que llamamos irónicamente “sociedad humana”. Mark publicó 18 colecciones fotográficas, entre las que destacan Streetwise y Ward 81. Sus fotografías se han expuesto en múltiples galerías y museos de todo el mundo, al mismo tiempo se han publicado en las más prestigiosas revistas, como Life, Rolling Stone, The New Yorker, New York Times y Vanity Fair, entre muchas más. Su obra recibió numerosos elogios y premios de periodismo, entre los que cabe citar el de Robert F. Kennedy, los de National Endowment for the Arts, el de Lifetime Achievement in Photography Award, el de George Eastman House y el de Outstanding Contribution Photography de la World Photography Organisation.
Desde que Mary Ellen Mark conoció
a Tiny hace treinta años, no paró de fotografiarla en sus distintas
etapas del tiempo, logrando crear con ello uno de sus proyectos más importantes.
Sus imágenes mostrando a Tiny prostituyéndose con peinados ochenteros en
las calles del Seattle, forman parte de la historia del fotoperiodismo.
Malogradamente su repentina muerte en 2015 le imposibilitó proseguir con su trabajo.
Pero la vida de Tiny no se quedó congelada en ese fragmento de tiempo
infantil. Actualmente Tiny tiene más de cuarenta años, diez hijos y una vida
siempre abocada a la pobreza y a la adicción a las drogas (heroína, cocaína y
crack). Algunos de sus hijos sufren las consecuencias por haber estado
expuestos a la droga en el vientre durante la gestación siendo varios de ellos también
adictos.
Recordemos que esas tristes realidades
no vienen por que sí. Muchas veces hay razones externas que empujan a ese
abismo. Es el caso de los niños de Seattle donde los estragos de la crisis del
petróleo, la desindustrialización de la globalización y los recortes sociales realizados
por Ronald Reagan, llevaron a muchas familias al vacío. Debido a ello, muchos
menores tuvieron que buscarse la vida en la calle. En el caso de las chicas,
generalmente prostituyéndose para sobrevivir, sin importar las consecuencias. Otra
famosa periodistas, Cheryl McCall, publicó en la revista Life la
dura realidad de los niños de la era Reagan. El reportaje conmoció
tanto a Mary Ellen Mark que, junto a su pareja el director Martin
Bell, le empujó a grabar Streetwise.
Tres décadas después, en 2016, Martin
Bell, y en memoria a su fallecida esposa, decidió a retomar el asunto y
volvió a echarse la cámara al hombro para rodar otro documental con Tiny como
protagonista. Quería mostrar al mundo cómo se encontraba ella y qué había sido de
su vida. El resultado fue Tiny: The Life of Erin Blackwell. Los
documentalistas tomaron su casa por unos días, colocaron cámaras
estratégicamente y, bordeando del formato reality, realizaron un retrato
poliédrico de ella y su familia. La parte más descorazonadora de la
película es ver como la droga seguía presente.
La historia de Tiny
es el testimonio más directo de como una sociedad que se precia de desarrollada
pero incumple sus promesas de justicia y equilibrio, incentivando como antivalores
los desequilibrios culturales, sociales y económicos con el fin de enriquecer
tan solo a unos pocos, hecho que lleva a sus víctimas a una espiral incontrolada
de autodestrucción azota al mundo.
Tiny fue una víctima, no
la causa. Ella no inició por placer ese ciclo de destrucción. Sus sueños de
niña eran otros, por lo que en otras circunstancias su vida podría haber sido
muy diferente. No debemos olvidar la enorme hipocresía social y estatal que
existe en torno a estas dramáticas realidades. La gente hace su vida, rodeada
de sus confortabilidades, marcando juicios injustos sobre los demás y dando la
espalda a esa parte de la sociedad que vive su propio inferno. No cabe duda de
que sobrevivir con 13 años a los abusos y a la degradación en las calles, es
algo que pocos pueden soportar. Pero Tiny lo hizo, y supo mantener a su
familia juntos a su manera y lo mejor que pudo. Todos podemos ser Tiny.
Es ello que la historia de Erin Blackwell (Tiny) se superpone con tantas historias de personas privadas de sus derechos y que son arrojados a la pobreza, a la adicción, a la falta de educación y de estructura familiar, ambas fracturadas. Creo que la relevancia de la historia de Tiny conduce a la conciencia y a la acción social, a fin de encontrar la llave que rompa ese círculo vicioso de individuos y familias privadas de sus derechos. Nuestra sociedad sería más rica y más productiva si fuera así.