En los últimos años se ha visto una
explosión de protestas contra la brutalidad policial y la represión. Entre
activistas, periodistas y políticos, el debate sobre cómo mejorar la actuación
policial se ha centrado en la responsabilidad, la formación y las relaciones
con la comunidad. Pero estas reformas no producen resultados, si no se aborda
el meollo del asunto: la naturaleza de la policía moderna. La militarización
del orden público y la dramática expansión del papel de la policía durante los
últimos cuarenta años han otorgado unas competencias a los oficiales que deben
revertirse.
Alex S. Vitale trata de ampliar
la discusión pública revelando los orígenes corruptos de la policía moderna,
concebida como herramienta de control social. Muestra cómo la expansión de la
autoridad policial es incompatible con el empoderamiento de la comunidad, la
justicia social e incluso la seguridad pública. Basándose en investigaciones
pioneras de todo el mundo y cubriendo prácticamente todas las áreas de la gama
cada vez más amplia del trabajo policial, Alex S. Vitale demuestra cómo la
aplicación de la ley ha llegado a exacerbar los mismos problemas que se supone
que debe resolver.
Según el autor, la policía nació para
facilitar la instauración de los regímenes de explotación vigentes a finales
del siglo XVIII y principios del siglo XIX, basados en el colonialismo, la
esclavitud y el capitalismo industrial.
La policía no se creó con la intención de
reforzar la ley o garantizar la seguridad pública, pese a que ambas vertientes
pueden ser derivadas de la intención primaria, que consistía en instaurar un
orden social mediante la gestión de los problemas que dichos regímenes de
explotación producen, como los llamados «actos criminales», así como hacer
frente a la resistencia, formal e informal, frente a esos mismos regímenes de
explotación, resistencia que va desde los tumultuosos placeres de la clase
obrera a las rebeliones de esclavos o las huelgas organizadas. En tanto en
cuanto estas conductas interferían en los diversos proyectos de explotación,
debían ser suprimidas.
Este análisis es necesario para evitar
caer en el error de pensar que los problemas derivados de un control policial
abusivo y racista pueden resolverse con formación orientada, cámaras corporales
o vigilancia comunitaria. La policía no existe básicamente para garantizar el
control comunitario ni para llevar a unos cuantos polis asesinos a la cárcel.
Lo que ahora concebimos como violencia policial racista no constituye una
aberración, sino que es y ha sido siempre uno de los principales fundamentos
del control policial.
En segundo lugar, la abolición es un
proceso de desmantelamiento y construcción. Vivimos en una sociedad que apoya
ampliamente un sistema policial masivo. Cualquier esfuerzo para revertir esta
realidad debe llevar su tiempo y estar basado y organizado en torno a una serie
de intervenciones estratégicas para reducir el alcance y el poder del control
policial por etapas.
Esto es, asimismo, muy importante, ya que
la abolición de la policía no implica únicamente el fin del control policial.
Se trata, sobre todo, de eliminar los regímenes de explotación y desarrollar el
poder de las comunidades y los recursos para abordar los daños de manera más
justa y reparadora.
A
medida que vayamos avanzando paso a paso, podremos empezar a desmantelar la
lógica de la explotación respaldada por la policía, así como la política de
encarcelación que impera en la sociedad estadounidense.
A
medida que vayamos replegando la escuela policial, necesitaremos instaurar
servicios de asesoramiento y apoyo familiar, así como abordar los problemas más
importantes de segregación racial y las profundas desigualdades existentes en
la financiación de la enseñanza. Todo ello requerirá tiempo.
En
tercer lugar, la abolición es una visión sobre la posibilidad de un mundo en el
que la vida social no esté a merced de individuos con pistolas que meten a los
seres humanos en jaulas. Se trata de abordar los daños formando personas y
comunidades, no derribándolas. Se trata de esforzarse para plantar cara a los
regímenes de explotación instaurados en el núcleo de la sociedad
estadounidense, así como a los sistemas de opresión global, y averiguar las
posibles alternativas y los procesos necesarios para lograr esos objetivos.
No
se trata de una ciencia teleológica de la revolución basada en una utopía
preconcebida que solo necesita de la ingeniería inversa. En efecto, necesitamos
estudiar en profundidad las prácticas y el pensamiento revolucionarios, así
como realizar una profunda crítica de sus limitaciones y sus fallos históricos.
Un mundo mejor es posible, pero para conseguirlo hay que trabajar mucho.
Alex S. Vitale es profesor de Sociología, coordinador del Proyecto de Policía y Justicia Social en el Brooklyn College y profesor invitado en la London Southbank University, Vitale ha pasado los últimos treinta años escribiendo sobre vigilancia y como consultor tanto de departamentos de policía como de organizaciones de derechos humanos a nivel internacional. Sus escritos académicos sobre policía han aparecido en Policing and Society, Police Practice and Research, Mobilization y Contemporary Sociology. Sus ensayos se publican regularmente en medios como The New York Times, Washington Post, The Guardian, The Nation, Vice News, Fortune y USA Today. También ha aparecido en CNN, MSNBC, CNBC, NPR, PBS, ¡Democracy Now! y The Daily Show. En 2009 publicó City of Disorder: How the Quality of Life Campaign Transformed New York Politics, en el que explica cómo en la década de 1990 la política de la ciudad de Nueva York se centró en restaurar el orden moral —una revisión de la prostitución, el grafiti, la mendicidad y la falta de vivienda—. Esto marcó un cambio en las prioridades de las clases media y alta, lo que afectó notablemente a varios vecindarios, la policía y la política de Nueva York. En 2017, publicó El final del control policial, en el que argumenta que Estados Unidos debe reconsiderar radicalmente la vigilancia, en lugar de simplemente reformarla. Tras las protestas por la muerte de George Floyd, su trabajo ha recibido un amplio interés público recientemente.