domingo, enero 17, 2021

EL CAPITALISMO HA CREADO GRANDES BOLSAS DE MISERIA SENTIMENTAL

Sufrir por amor ya no es natural, nuestra cultura dice ‘no al dolor’. No tiene utilidad. En estos tiempos el amor pasa por la racionalización y el desencanto. La dominante cultural es la ironía, que es lo opuesto a la intensidad

Antes los hombres golpeaban a sus mujeres con frecuencia, pero no era criminalizado. También hace treinta años los padres pegaban a los hijos, y estaba construido como parte de la educación, no como violencia

Cambiar la forma de explicar cómo experimentamos ciertas cosas y entender las causas que nos llevan a ciertos eventos es la clave para seguir avanzando hacia una sociedad igualitaria

Nuestras experiencias emocionales son moldeadas y conducidas por las instituciones. La manera cómo actúan en nuestro interior no lo vemos ni lo comprendemos. Seguimos viviendo y amando atados a ciertas condiciones anteriores, pero todas esas construcciones burguesas y capitalistas heredadas de tiempos remotos, se están hundiendo. Actualmente existe una contradicción entre el ideal que tenemos del amor, que viene de esas estructuras del pasado, y las potentes fuerzas institucionales que trabajan en otra dirección y que hacen que  ese ideal no pueda funcionar bien. Eso genera un gran desamor.

Lamentablemente ese desamor es visto como una ineptitud de las personas, pero en realidad es fruto del sistema en que vivimos. La psicología clínica tiende a verlo de la primera forma, como algo individual, pero el desamor actual es el resultado de un problema social que provoca una gran incertidumbre. En general, cuando entramos en cualquier tipo de relación social o laboral, sabemos a qué atenernos, cuáles son las reglas. Son roles que interpretamos. Pero, hoy, entrar en una relación amorosa es introducirnos en un territorio totalmente incierto. No sabemos cuál es la buena conducta a seguir, y esta tremenda incertidumbre no tiene precedentes en la historia. La sociología nos ayuda a gestionar esto. La psicología no. Ojo, no estoy diciendo que los individuos no sean diferentes, sino que hay individuos con muchos más problemas que otros. Los individuos se mueven en instituciones y entornos que no dominan, cosas que no funcionan, y que son constantemente eludidos en la comprensión de los psicólogos en sus terapias.

Para comprender y tratar esa desregulación amorosa, pueden usarse conceptos económicos. Las transformaciones de las relaciones amorosas tienen un carácter económico. Hoy, los encuentros afectivos son como un mercado, donde dos entidades desconocidas se encuentran en una arena libre y van a intercambiar algo entre ellos, sin mediaciones ni regulaciones. Antes, nadie se casaba fuera de los preceptos de una religión o los estereotipos de su clase social. Había un montón de mecanismos sociales que regulaban las parejas. La desregulación es lo mismo que en el terreno de las mercancías: la libre circulación de cuerpos y de psiques. Eso va a hacer que la gente se aparee en función de mecanismos de acumulación de valor, de capital, que maximicen sus posibilidades en el mercado matrimonial. La regulación implica muchas prohibiciones y tabúes, y en el mercado no los hay, solo dos personas que intercambian utilidades. El amor neoliberal y tradicional, conducen a su destrucción, a la ley del más fuerte.

Uno de los desafíos es proponer una sociología de la libertad. Pensamos comúnmente en la libertad en términos morales y políticos, pero yo lo que quiero es ver sus efectos profundos en las prácticas sociales, porque es absolutamente claro que la libertad cambia de contenido según las épocas. Por ejemplo, en los años 70 y 80 el escritor Gabriel Matzneff podía tener comportamientos pedófilos, acostarse con niños, impunemente, se consideraba parte de su libertad sexual. Hoy eso ya no es posible. Hay, pues, ajustes y redefiniciones de la libertad. Me doy cuenta de que los grandes valores que han defendido las feministas y los homosexuales en el siglo XX y el advenimiento de la democracia, cambian de cariz al ser cooptados por lo que yo llamo el capitalismo escópico, es decir, por las industrias que utilizan el ojo del espectador para valorar a otra persona; por ejemplo, a partir de la belleza evaluable del cuerpo de una mujer. La idea de libertad de ese capitalismo escópico cambia toda definición sobre lo que es masculinidad, feminidad y sexualidad, cambios que no necesariamente deben implicar la creación de una organización internacional que dicte una ética sexual. Los hombres y mujeres son quienes deben crearla conjuntamente. Este es el gran reto del futuro de la sociedad actual, un desafío del cual estamos todavía años luz de lograr. Por tanto, la educación será la gran plataforma que permita cimentarlo y lograrlo.

Debemos recordar que el feminismo es una gigantesca reacción al gran malestar que existe en las relaciones sexuales y emocionales. Tenemos una gramática compartida entre hombres y mujeres para tratar las desigualdades en el campo laboral. Pero no hemos formulado la gramática de la sexualidad y las relaciones íntimas para que no sean un campo donde reinen la humillación, la herida, el sufrimiento, los sentimientos de invisibilidad social. La libertad implica el derecho a hacer lo que queramos sexualmente, pero aquello que queremos da lugar a mucha violencia, en lo físico, simbólico y emocional. Hace falta comenzar esta discusión ética. Hasta ahora, hemos percibido este tipo de cuestiones como un intento de reglamentar lo íntimo, pero se trataría simplemente de meterlo en los carriles de la ética. Que la relación ética con los otros no se detenga o se extinga al llegar a la sexualidad y al deseo. Libertad, igualdad, fraternidad, son una demanda clara también en lo íntimo.

El feminismo puede ser definido como un combate para que las mujeres elijan, ya sea en casa o fuera de ella (con el voto). La misma sociedad de consumo se presenta como una cultura del derecho a tener muchas posibilidades de elección. El individuo moderno se define a través de su toma constante de decisiones: en su profesión, en la sexualidad, en sus amistades, sus compras… Sin embargo, hoy en día el individuo se define según sus ‘deselecciones’, con su ruptura de compromisos y decisiones anteriores, esto es por una sociabilidad negativa: el individuo es por aquello que rechaza, no por lo que escoge. Rechazar se convierte en proceso  de identidad.

Actualmente hay un enorme debate en el feminismo sobre la autodefinición a partir del cuerpo y si sobre la sexualidad vista como un camino de emancipación o de regresión. Tras investigarlo mucho tiempo, no cabe duda de que el cuerpo juega un papel fundamental para sojuzgar a las personas. En el patriarcado tradicional, las mujeres tienen dos roles: el reproductor, son matrices o vaginas que van a dar niños; o bien son prostitutas, para dar placer sexual a los hombres. No sorprende que, en este sistema, el rol de la mujer esté hipersexualizado, y marcado como diferente. Este cuerpo sexualizado se ha integrado en las formas actuales de dominio capitalista, y en cierta manera da una sensación de empoderamiento a algunas mujeres: pero ese poder aparente no es tal si no va acompañado de reconocimiento social, emocional y romántico. La hipersexualización de las mujeres no la sufren los hombres, pero impide que ese reconocimiento se produzca. Todo ello conlleva a una desregulación del mercado sexual, creando una gran miseria sexual.

No cabe duda de que ese capital sexual es muy importante para los hombres; es una fuente de poder que cuando no es satisfactoria - dado que está repartido de forma muy desigual - genera enormes resentimientos. Por ejemplo, es el caso de ciertos movimientos célibes de subculturas violentas de extrema derecha que incitan al odio contra las mujeres. Estos grupos consienten y justifican el maltrato hacia la feminidad, convirtiendo el consentimiento como algo propio y la piedra angular de las relaciones entre hombres y mujeres, relación totalmente alejada de la libertad y el libre albedrío de las mujeres. Es parecido al contrato del trabajo asalariado entre dos partes, el que paga y el que le da su trabajo a cambio. Marx ya se reía de eso en las primeras páginas de ‘El capital’, ¡no es una relación entre iguales! Si no aceptas, te mueres de hambre, el empleador tiene un enorme poder sobre ti.  

En el terreno sexual hay que recordar que definimos la identidad de las mujeres según el reconocimiento que la mirada de los hombres da. Así, sorprende descubrir la enorme cantidad de mujeres que dicen que consienten propuestas sexuales que no les apetecen. Más allá del y del no, hay una gran zona gris donde la mujer no quiere algo pero carece de repertorio adecuado para decir no sin ser insultada, ser vista como una calientabraguetas o como una puritana frígida. Si el hombre te desea es que has hecho algo para que eso suceda y deberías ser consecuente y sentirte halagada. Esto atenta contra la voluntad de la mujer. Múltiples ejemplos ilustran este hecho en procesos judiciales por casos de violación. El libro ‘El Consentimiento de Vanessa Springora, es muy bueno porque expone el tema muy claramente: una niña de 14 años ¿Qué sabe de la vida? ¿a qué puede consentir cuando un adulto de 50 la aborda? Del mismo modo, una chica de 22 años, que ha bebido en una fiesta, y lleva toda su vida escuchando y asumiendo mensajes sobre la sexualidad que le dicen que follar o responder a esas insinuaciones es cool, le resulta muy difícil oponerse. El debate sobre el consentimiento, reducido a si o a no, elude la complejidad de toda la casuística real.

EVA ILLOUZ (Fez, 1961)

La mayor teórica del amor contemporáneo. La llaman la socióloga de los sentimientos. Es profesora franco-israelí de la Universidad Hebrea de Jerusalén; además dirige la prestigiosa Academia de Arte de Bezalel. Lleva dos décadas investigando los efectos del modelo capitalista en nuestra forma de sentir y de amar, a menudo utilizando la cultura ‘pop’ como objeto de estudio. Su último ensayo se titula Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico. Otros libros son El consumo de la utopía romántica (1997), Intimidades congeladas (2007), La salvación del alma moderna (2008) y Por qué duele el amor (2012).

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