domingo, abril 17, 2011

KEVIN CARTER: LA FOTO QUE CAMBIÓ SU VIDA PARA SIEMPRE


Es la fotografía más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla. La odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña.

Kevin Carter


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Descansa en Paz
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¿De qué hubiese servido que hubiese ayudado a esa criatura? Ese día todo hubiese ido bien, y al día siguiente, mientras Carter viajaba rumbo a otro lugar sintiéndose estupendamente, esa situación se hubiese repetido. Entiendo perfectamente su sentimiento de culpa, la sensación de que no tendrías que darle al botón si no ayudar, pero siendo realistas, Carter hizo más con esa foto de lo que hubiese logrado de cualquier otra manera. Esa foto removió la conciencia de millones de personas.

Enrique Torralbo
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Los reporteros gráficos de conflictos y dramas humanos son almas que tienen el riesgo por bandera, seres que deben construirse a si mismos a cada segundo, sin importarles perder la vida, exponerse a enfermedades, permanecer forzosamente impasibles al dolor ajeno aunque interiormente lleven la sangre hirviendo y la piel reseca por la aridez de los sistemas. Siempre están  primera línea, cazando la imagen de la muerte, del sufrimiento, del abuso, arriesgando todo para que el mundo sepa qué pasa mientras desayuna croissants, coffee and milk o tostadas con caviar. Para eso les pagan.. Desgraciadamente muchas veces son profesionales olvidados, castigados por los medios sin escrúpulos que vegetan desde sus despachos de lux ante Macintosh de última generación y reuniones de alto standing a miles de kilómetros de los dramas. Las imágenes de estos reporteros gráficos son el resultando de una compleja labor técnica y psicológica donde las presiones terminan por zarandear sus personalidades; son imágenes donde el horror junto a un alto sentido estético producen un fuerte impacto visual que hace reflexionar a los espectadores. Son fotografías que no dejan indiferente a nadie y muchas veces son la triste consecuencia de ese capitalismo salvaje donde el poder y sus secuaces son los máximos responsables.

Kevin Carter fue una víctima más de este Establishment que se nutre de toda clase de circunstancias y situaciones. Esto, sumado a la cruel ética de ciertos medios de comunicación y sus supuestos "profesionales", así como los propios problemas del propio Carter, terminaron por generan un cóctel mortal que propició la muerte de Kevin. Este blog es un homenaje a su enorme trabajo como profesional y a su persona, ya que sin su famosa imagen y otras, así como las de otros de sus colegas pde profesión, nadie sabría cuántos horrores se generan en el mundo a causa de este sistema desaprensivo llamado capitalismo e ideologías.

KarlFM.-
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En 1994, el genial fotógrafo documentalista de Sudáfrica, Kevin Carter, ganó el premio Pulitzer de fotoperiodismo con una fotografía tomada en la región de Ayod (una pequeña aldea en Sudán), que recorrió el mundo entero. La fotografía fue publicada en el New York Times el 26 de marzo de 1993. En la imagen puede verse la figura famélica de un pequeño niño (más tarde se supo que su nombre era Kong Nyong), totalmente desnutrido, recostándose sobre la tierra, agotado por el hambre, y a punto de morir, mientras que en un segundo plano, la figura negra expectante de un buitre se encuentra acechando y esperando el momento preciso de la muerte del niño. Esta foto despertó las conciencias del mundo sobre el problema del hambre en África, y le valió a Kevin Carter el premio Pulitzer y la ascensión al Olimpo de la fotografía.  La opinión pública entendió la foto como una alegoría de lo que sucedía en Sudán: Kong era el hambre y la pobreza, el buitre el capitalismo y Carter la indiferencia del resto de la sociedad (Wikipedia). Cuatro meses después, abrumado por la culpa y conducido por una fuerte dependencia a las drogas, Kevin Carter se quitó la vida. Curiosamente el niño Kong Nyong murió 14 años después.
La fotografía fue objeto de duras críticas; se acusó a Carter de aprovechar la situación para su propia fama, llegando incluso a compararle con el buitre que sale en la imagen. La leyenda urbana promovió que Kevin Carter estuvo esperando varias horas a que el niño se viniera abajo para hacer la foto y que después la abandonó en su agonía. En teoría, esto hizo que Kevin perdiera la cabeza y el peso de los acontecimientos y de la presión de su entorno forzó el fatal desenlace.

La realidad fue muy distinta. La opinión pública crucificó a Kevin Carter por esta foto luego de haberlo ensalzado por su valentía y por mostrar el sufrimiento. Incluso le adjudicaron frases que el no había dicho, o que no decían toda la verdad. La realidad, es que el  niño no estaba muriendo, sino que Carter utilizó la pose para que la foto contara lo que el quería que contase. Después, Carter espantó a los buitres y -junto a un grupo de fotógrafos, ya que no estaba solo- esperó a que el niño se fuera. Sin embargo, se empezó a contar la historia de su tormento como una historia moralizante, mostrando el peso de una de estas fotos en la conciencia de quien las toma.

Kevin Carter no fue un buitre, y mucho menos un asesino, pero si se encontraba torturado. Después de toda una vida profesional como fotógrafo de guerra y desastres, Kevin pensó que había visto cosas que nadie creería, y que no deseaba recordarlo. Tras la presión de las críticas y la muerte de un amigo, Ken Oosterbroek, asesinado, el 18 de abril de 1994 durante un tiroteo que cubría en Tokoza, Johannesburgo, Carter se quitó la vida dos meses después cerca del río donde jugaba cuando era niño, después de aparcar su furgoneta y enchufar una manguera al tubo de escape ... Kevin Carter fumaba White Pipe -una mezcla de marihuana, mandrax y barbitúricos, tenía graves problemas familiares,  perdía los carretes de fotos en aviones y aeropuertos, y su vida era algo desordenada; acudía a un psicoanalista tras otro, y le dianosticaron  un trastorno bipolar. Antes de morir dejo escrita una nota:

Estoy deprimido [...] sin teléfono [...] dinero para el alquiler [...] dinero para la manutención de los hijos [...] dinero para las deudas [...] ¡¡¡dinero!!! [...] Estoy atormentado por los recuerdos vivídos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor [...] del morir del hambre ó los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos [...] Me ido a unirme con Ken, si soy yo el afortunado.

Kevin Carter

... A los 34 años de edad, y con la anhelada democracia instaurándose en su Sudáfrica natal, Kevin se suicidó porque estaba deprimido, cansado y harto. Porque había visto el mundo, el real, el que hay más allá de las hojas de un periódico y las recepciones de gala. Esa fue su verdadera carga, los amigos muertos, las fotos de fantasmas. Él era el hombre que sabía demasiado, no un demonio ni un asesino, seguramente él fue uno de los pocos que no lo eran ...


Aquí es donde sus críticos y detractores deberían ponerse en sus zapatos y calibrar las sensaciones que atacaron mortalmente a este buen fotógrafo, que no pudo soportar los rigores de la vida que escogió. Aquel niño tenía una pulsera de plástico con la inscripción T3 que es la que usaba la ONU en el lugar donde asistía y alimentaba a niños desnutridos, según confirma el artículo publicado por el diario El Mundo. Así, lo cierto es que Carter no dejó al pequeño en una situación de indefensión ni abandono, ya que se encontraba en ese centro de comida gestionado por la ONG Médicos del Mundo. Florence Mourin coordinaba los trabajos en aquel dispensario improvisado: "Se usaban dos letras: "T", para la malnutrición severa y "S", para los que sólo necesitaban alimentación suplementaria. El número indica el orden de llegada al feed center".

El reportero gráfico sudafricano João Silva, quien acompañó a Carter a Sudán, dio la versión real de los hechos en una entrevista con el escritor y periodista Akio Fujiwara, que el japonés publicó en su libro el niño que se convirtió en postal. Según Silva, él y Carter viajaron a Sudán con las O.N.U. y aterrizaron en la zona sur de Sudán el 11 de marzo de 1993. El personal de Naciones Unidas les dijo que despegarían de nuevo en unos 30 minutos (el tiempo necesario para distribuir la comida), así que deambularon para hacer algunas fotos. Naciones Unidas comenzó a distribuir maíz y las mujeres del poblado salieron de sus chozas de madera hacia el avión. Silva fue a buscar guerrilleros, mientras que Carter no se alejó más que unos pocos metros del avión. Carter estaba bastante sorprendido, puesto que era la primera vez que veía una situación real de hambruna, por lo que hizo muchas fotos de niños hambrientos. Silva comenzó también a tomar fotografías de niños en el suelo, como llorando, que no se publicaron. Los padres de los niños estaban ocupados recogiendo la comida del avión, por lo que se habían desentendido de momento de los niños. Esta era la situación de la niña de la foto hecha por Carter. Un buitre se posó detrás. Para meterlos a ambos en cuadro, Carter se acercó muy despacio para no asustar al buitre, e hizo la foto desde unos 10 metros. Hizo algunas tomas más y el buitre se fue.

Dos fotógrafos españoles que estuvieron en la misma zona por aquellas fechas, José María Arenzana y Luis Davilla, sin conocer la fotografía de Kevin Carter, tomaron una imagen en una situación muy similar. Según narraron en varias ocasiones, la zona era un centro de alimentación, y los buitres acudían por los desperdicios de un estercolero. En un extremo de ese recinto, se encontraba un estercolero donde tiraban los desperdicios e iba la gente a defecar. Como estos niños están tan débiles y desnutridos se les va la cabeza dando la sensación de que están muertos. Como parte de la fauna hay buitres que van a por esos restos. Según narraron los fotógrafos españoles José María Arenzana y Luis Davilla, quienes tomaron fotos muy similares a la de Carter en la misma zona, el efecto se puede lograr utilizando un teleobjetivo: "Si tú tomas un teleobjetivo, aplastas la perspectiva con el niño en primer plano y de fondo los buitres y parece que se lo van a comer, pero eso es una absoluta patraña, quizá el animal esté a 20 metros", indicaron los reporteros, según registra (Wikipedia).


Texto cursivo en rojo: Ángel Codón Ramos. Ingeniero Informático. Columnista, crítico de cine y televisión.
Texto en verde: Wikipedia.

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